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Publicación del Instituto Nacional de
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JUEVES 28
MARZO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
PROYECTO PÉTALOS DE AMOR
Sacrificios y mucho corazón

En el combinado deportivo Eduardo Saborit, en el municipio capitalino de Playa, varias personas se enfrascan en una tarea que hace feliz no solo a jóvenes con Síndrome de Down, también a su familia y a quienes le rodean.


 


Por: Lisset Isabel Ricardo
(lisset.ricardo@inder.gob.cu)
martes, 21 de noviembre de 2017 11:35 PM



Foto: Mónica Ramírez

La Habana.- UN ESPACIOSO local del combinado deportivo Eduardo Saborit, en el municipio habanero de Playa, se convirtió desde hace muchos años en sede para un noble y humano propósito, que concibe la vida más feliz a jóvenes con Síndrome de Down y que siempre tiene abiertas sus puertas a cuantos quieren unirse al grupo, no importa su territorio de origen.

La historia comenzó en el 2000, cuando una especialista del Ministerio de Salud Pública, Marilín Figueroa, hacía una investigación en el policlínico 28 de Enero. Una de las madres que apoyó el estudio con su propia hija se convertiría en la actual directora del proyecto denominado Pétalos de Amor.

Xiomara Sánchez Rodríguez recuerda que su primera experiencia ocurrió hace 32 años, al nacer su niña Anabel. Tenía apenas 22 “abriles” y fue muy difícil aceptar la dura realidad, luego de vivir un embarazo con todas las condiciones. Más compleja resultó la tarea dos meses después, al tener que enfrentar un temprano divorcio.

«Al poco tiempo empecé a tener conciencia de que no podía vivir con aquel sufrimiento. Recurrí a mecanismos de defensa, traté de educar a mi hija para la sociedad y la familia, y que saliera adelante con mi apoyo y el de sus abuelos. Cuando nació yo estaba en tercer año de Derecho y debí abandonar la carrera. Luego estudié Zootecnia», recuerda.

Pero llegó un soporte más: su matrimonio con Raúl Fernández, con quien tuvo otra hembrita y un varón. Su esposo se convirtió en la mano derecha para todos sus empeños en la crianza de los niños y en su labor en Pétalos de Amor.

«Pensé que ella no podía estar sola y que sus hermanos la representarían en caso de que yo faltara. Aquella frustración la recompensé con el Proyecto, algo mágico que amo no solo porque me toca de cerca, sino por lo mucho que ha ayudado a tantos jóvenes y sus familias», señaló a JIT.

Esta labor socio-cultural-deportiva ha sido diseñada para aquellos que al concluir su enseñanza especial, a los 18 años, pierden el vínculo escolar y no lo tienen aún laboralmente, salvo algunas excepciones como dos integrantes del grupo. Todos reciben clases de música, psicoballet, artes plásticas, educación formal y cultura física, esta última de conjunto con los padres.

«Esta es nuestra segunda casa, con su baño y pantry, donde les calentamos el almuerzo que traen de sus casas. Aparte de los días señalados para trabajar con ellos —martes, miércoles y jueves—, nos respetan el espacio toda la semana, empezando por la directora del Saborit, Solange Delgado», asegura Xiomara.

Martha Pérez, licenciada en Cultura Física, es profesora de la comunidad y no tiene una ausencia al Proyecto en tres años. Ese tiempo ha sido suficiente para convertirlo en centro de sus compromisos.

Dedica más de las dos horas estipuladas en cada frecuencia, pues los alumnos requieren un trabajo específico y personificado. Aunque llegue agotada de sus otras labores en el municipio, solo palpar el amor con que la reciben basta para recuperarse y poner todo el empeño.

«Tengo un hijo de 22 años, pero mi esposo colabora. Si tengo actividad los fines de semana él se encarga de la casa. Entiende que mi función es especial, de gran impacto social, puesto que alivia a las familias. Al egresar de las escuelas especiales, el sedentarismo propicia una serie de enfermedades en este grupo poblacional, que se unen a los problemas que poseen de nacimiento, por eso la actividad física es esencial», comenta Martha.

Además manifiesta su alegría porque percibe la felicidad de sus alumnos, unos 25, quienes tienen una evolución sorprendente, como el caso de Mabel Indira Ibáñez (22 años), que al llegar no podía subir las escaleras.

Ella misma pidió demostrar cómo venció esa barrera y sus habilidades al danzar, incluso acompañada por su papá Antonio, quien se emocionó tanto al expresar su agradecimiento que las lágrimas le cegaron las palabras. 

Otros ejemplos de superación fueron relatados con orgullo: la tunera Lourdes Enamorado (37 años) y la guantanamera Zita Rojas (32 años) se alternan hoy en la labor de secretarias de la Escuela Especial José A. Aguilera Maceiras, del propio Playa, un centro muy ligado a este Proyecto. El día que no trabajan asisten al Saborit, donde voluntariamente ejecutan similar responsabilidad.

«Me gusta el deporte, monto bicicleta y ayudo en mi casa con mi salario. Mi mamá, que me da muchos consejos, se jubiló para cuidar a mi abuelita. Soy feliz aquí», expresó Lourdes, quien en 1999 asistió en gimnasia artística a las Olimpiadas Especiales de Carolina del Norte (EE. UU.), en las cuales conquistó medallas de cada color.

Zita, por su parte, rememora cuando compitió en su natal provincia: «Gané en mi escuela Mártires de Bárbados y la gente me aplaudía. Mis abuelos viven en Alcochete, Portugal, y voy a verlos cada año porque mi mamá nació en Luanda, la capital de Angola, donde tengo también familia», relata haciendo valer su buena memoria.

Dayán se unió al grupo hace menos de un año, no sabía hablar y dependía totalmente de la ayuda de su mamá. «Ya es capaz hasta de vocalizar en la clase de música, es más libre y ganó además en integración, pero aún la escuela manda a su casa una profesora, que no es el objetivo, pero esa unión aquí y la atención personalizada le ha propiciado un excelente resultado», explicó Xiomara con satisfacción.

La propia directora de Pétalos de Amor agradeció «el fundamental apoyo de las direcciones de deportes de Playa y la provincia, principalmente con el transporte para asistir a las innumerables presentaciones de nuestra tabla gimnástica en eventos nacionales e internacionales en Cuba, como el certamen Cubaila, congresos y festivales, entre otros».

Sin embargo, planteó la necesidad de que Salud Pública les ubique un sicólogo específico o que el defectólogo de la comunidad los atienda quincenalmente. De esa manera, los padres podrían participar en charlas que les orienten mejor sobre la atención a estos discapacitados intelectuales.

«Todo lo autofinanciamos los padres. Utilizamos nuestros autos particulares, pero ojalá tuviéramos un ómnibus aunque fuera usado. No tengo duda que seríamos capaces de ponerlo a circular para que los muchachos disfruten de más actividades recreativas y otras convocadas por el INDER. A veces carecemos de materiales para las artes plásticas, mayormente creados por nosotros, y de pelotas pilates, aros, cintas, suizas y esteras», reflexionó Xiomara.

Ella pondera a su colectivo, incluyendo a los padres, quienes no se amilanan ante las dificultades. Lo usual es verlos emocionados y hasta lloran cuando estos jóvenes, de manera elegante, actúan en un teatro u otro escenario, sintiéndose útiles como parte de la sociedad que edificamos.

«Nos queremos, apoyamos y respetamos. Nos hemos ganado esa confianza porque queremos el bien de sus hijos. Son cooperativos y cariñosos, saben que no hay afán de lucro. Al contrario, trabajar con ellos es muy hermoso, se olvida cualquier problema al llegar aquí. Esto es algo que nace muy adentro en nuestros corazones», sentenció.

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