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Sin contar con un entrenador que lo guiara y ninguna preparación científica, fue el primer atleta que representó a Cuba en la prueba de maratón de unos Juegos Olímpicos.


Por Wilfredo Díaz García
viernes, 17 de noviembre de 2017 07:41 AM



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La Habana.- EL 18 DE marzo de 1875 nació en La Habana Félix de la Caridad Carvajal y Soto, conocido popularmente como El Andarín Carvajal.

Sin contar con un entrenador que lo guiara y ninguna preparación científica, fue el primer atleta que representó a Cuba en la prueba de maratón de unos Juegos Olímpicos, hazaña lograda en San Luis, Estados Unidos, en 1904.

Félix vivió todos sus años con la pobreza extrema lacerándole las entrañas. Se hizo célebre, entre otras cosas, por poseer una resistencia física impresionante, capacidad que le ayudó a buscarse el pan como cartero de ocasión en navidad, vacaciones y otros días festivos. También trabajó anunciando productos, por lo que recorría las calles habaneras con varios carteles pegados en la ropa.

En los meses previos a su participación en San Luis 1904 hizo demostraciones de su talento como corredor en calles y parques de la capital cubana, y recaudó fondos para costearse el viaje a la ciudad norteña. Obviamente, al gobierno de Estrada Palma no le interesaba apoyar el desarrollo deportivo en la Isla y mucho menos su empeño personal.

El dinero recogido le alcanzó para llegar a Nueva Orleans. En esa urbe dilapidó todo lo que poseía entre diversiones y mujeres, además del asedio permanente de varios timadores. Afrontó a pie el resto del viaje hasta la sede del evento, consistente en 700 millas, más de 1100 kilómetros. En ese trayecto muchas personas le ayudaron hasta que finalmente llegó a San Luis para tomar parte en la competencia.

La sede…

San Luis, en Missouri, era por esos años una pequeña pero a la vez importante zona dedicada al comercio del algodón. En 1901 la ciudad de Chicago había sido elegida por el Comité Olímpico Internacional (COI) como sede original de los III Juegos, pero San Luis amenazó con efectuar competencias similares durante la Feria Mundial, que coincidirían en fechas y horarios con la cita deportiva universal, entregando atractivos premios a los vencedores y llevando a cabo una fuerte campaña de desprestigio.

El COI intervino en el asunto y retiró la sede a Chicago. Se impuso el idioma de los dólares, siendo el presidente Teodoro Roosevelt quien dictó la última palabra.

Los Juegos de la Tercera Olimpiada fueron tristemente famosos por la discriminación racial. La ceremonia inaugural se promovió bajo el lema “El Día Antropológico”, en la cual se mostró a los espectadores algunos atletas pertenecientes a supuestas razas inferiores, que posteriormente competirían en eventos paralelos sin registro oficial ni premios por el esfuerzo.

El barón Pierre de Coubertin se negó rotundamente a presenciar semejante bochorno y criticó fuertemente a los organizadores.

El día de la maratón, nuestro Andarín se presentó en la línea de salida con un vestuario inapropiado para enfrentarse a la carrera. Alguien le recortó las mangas de la camisa y el pantalón por encima de las rodillas, y con las botas que utilizaba en su trabajo como cartero echó a andar.

Dominó la prueba en solitario durante muchos kilómetros, pero las cuarenta horas que llevaba sin ingerir alimentos le pasaron factura. Se detuvo en un huerto y comió varias manzanas verdes, que le provocaron fuertes dolores de estómago y lo obligaron a detenerse. El resto de la ruta fue un calvario, pero con mucha valentía alcanzó llegar a la meta en cuarto lugar. Tal vez mejor alimentado y con la ropa y calzado adecuados hubiera sido nuestro primer y único campeón olímpico en la prueba.

Treinta y un corredores partieron a conquistar la gloria: 29 del país sede, un griego y el cubano. Llegó primero el local Fred Lordz y entre vítores y congratulaciones recibió el premio de manos de la hija del presidente Teodoro Roosevelt. Instantes después tuvo que cambiar el laurel por la deshonra. Los jueces declararon que avanzó 20 kilómetros en el auto de un conocido. Lo expulsaron a pedradas de la contienda olímpica. El campeón oficial fue su coterráneo Tom Hicks, con un tiempo de 3.28:53 horas.

Apuntes de una azarosa vida

Félix Carvajal pasó la mayor parte de su vida en San Antonio de los Baños, municipio perteneciente a la actual provincia de Artemisa.

Se incorporó a las filas mambisas al comenzar la Guerra de Independencia en 1895. Fue luchador y, evidentemente, correo en la manigua insurrecta. Su digna actitud a favor de la Patria no hizo que mejorara su situación al instaurarse la República. Continuó trabajando como cartero, mandadero, barbero y hasta portero del hotel Inglaterra.

Cuentan que Juan Manuel Castañón, director de un periódico de San Antonio de los Baños llamado El Rápido, declaró: «Ese zángano nombrado Carvajal está bueno, no para correr las calles del pueblo, sino para barrerlas». Al día siguiente, y sin pronunciar palabra alguna, Félix se presentó en la redacción y lo golpeó repetidas veces con una fusta.

A finales de la década del cuarenta del siglo pasado se despidió de su público como atleta El Andarín Carvajal. Realizó una carrera mientras se celebraba un juego de béisbol en el Estadio del Cerro. Después de recibir el aplauso de los congregados refirió: «Esto es para demostrar que todavía corro».

No se sabe qué ocurrió con sus incontables trofeos y reconocimientos. Nunca aparecieron. Entre ellos se encontraban la medalla de bronce que ganó en el Primer Maratón del Missouri Athletic Club, celebrado el 6 de mayo de 1905 en San Luis; y la Gran Copa de Plata obtenida en una justa realizada en España.

En nuestros días se usa la frase “Andarín Carvajal” para referirse a la persona capaz de andar mucho sin fatigarse, y se encuentra registrada en el Diccionario de Fraseología Cubana, en soporte digital.

Bernardo José Mora publicó un libro novelado donde relata los avatares sufridos por Carvajal para poder competir en los juegos olímpicos. El texto se hizo merecedor del premio de novela deportiva de la revista Don Balón, en 1990.

En el año 2004 se efectuó en San Antonio de los Baños una carrera-caminata de 15 kilómetros para conmemorar el centenario de su presencia en la justa de San Luis y los 55 años de su muerte, acontecida en la absoluta miseria en La Habana, el 27 de enero de 1949.

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