EN EL contexto actual del tercer milenio se anuncian cambios fundamentales que se soportan en el valor del conocimiento, la información y la innovación.
Existen grandes desafíos y retos como la paz, el desarrollo sostenible, el impacto del hombre sobre el medio ambiente, la producción de alimentos y la eliminación de la pobreza.
La búsqueda de soluciones se torna imperiosa.
El deporte como fenómeno social no escapa a este contexto. El actual escenario internacional convoca a la reflexión. El inicio de siglo ha estado marcado por una exagerada comercialización y profesionalismo, el trasiego de atletas hacia países ricos con cambio de nacionalidad incluido; y el alto costo de la tecnología de avanzada y los medios del entrenamiento, entre otros aspectos.
Los temas de la especialización temprana, el descubrimiento de talentos y el exceso de controles biológicos dentro del proceso de entrenamiento son fenómenos también muy debatidos en el mundillo deportivo contemporáneo.
También tenemos ante nuestros ojos el cambio del mapa atlético mundial, la violación de la ética por la utilización de sustancias agresivas al organismo humano, prohibidas y repudiadas por las instituciones del deporte; y el alto costo de productos farmacológicos ergogénicos y recuperantes, necesarios en el deporte contemporáneo.
Desde el punto de vista competitivo, se adaptan las reglas técnicas, los horarios y entrenamientos según las necesidades de los medios de comunicación, entidades que terminan por obtener las mayores ganancias.
Y si todo esto fuera poco, se une la necesidad de obtener altos resultados seguidamente, lo que implica mantener la forma deportiva por largos períodos de tiempo, requisito no logrado todavía en la medida deseada. ¿La razón? El aumento considerable de los eventos de importancia.
Todo lo citado anteriormente, más la influencia que sobre el deporte ejerce el desarrollo de las ciencias aplicadas, exige que la preparación de nuestros atletas tenga un alto grado de perfeccionamiento, es decir sea óptimo en los órdenes científico, técnico y metodológico, con el fin de enfrentarnos a esta realidad y salir victoriosos.
El deporte en nuestros países necesita por tanto de adaptaciones y cambios para mantenerse cerca de la “realidad” en este mundo globalizado.
Es necesario desarraigar tabúes y creencias erróneas en la preparación de los atletas, las que persisten en directivos y entrenadores.
No pueden existir esquemas ni dogmas en el proceso de entrenamiento. Se necesita innovar, crear, cambiar mentalidades, combatir malos hábitos y aplicar las nuevas tecnologías que aparten los grandes resultados de todo aquello que va contra la ética y la salud de sus protagonistas.
En el deporte hemos construido parcelas con fuertes delimitaciones en torno a los roles de cada uno dentro del proceso de entrenamiento.
La apatía, la rutina y el burocratismo han limitado la necesidad de hacer, propagan el escepticismo, niegan la iniciativa y la confianza en que del esfuerzo de todos surgirán muchas respuestas a las situaciones complejas que se nos presentan.
A las preguntas difíciles es mejor darles respuestas con criterios simples basados en las experiencias práctica, pedagógica e investigativa.
Existen entrenadores, especialistas y dirigentes de las ciencias del deporte que están desacostumbrados a la confrontación de ideas, a las diferencias de criterios. Pero la unidad de principios en el proceso de entrenamiento no quiere decir unanimidad, ni incondicionalidad, porque esto implica ausencia o falta de crítica. Debemos tener presente que en el deporte todo cambia constantemente y es muy personalizado.
El recurso humano debe estar permanentemente en superación y estudio, ya que estos factores dirán la última palabra.
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