La Habana.- EN MEDIO del dolor del pueblo que agita banderas y repite el nombre del líder al paso del cortejo que transporta sus cenizas hacia el oriente, Gustavo Rollé, padre de la lucha en Cuba, se suma al merecido homenaje.
«Hoy no le decimos adiós, sino un hasta siempre Comandante», asegura visiblemente emocionado quien atesora 55 años de labor como atleta, entrenador y federativo.
Con voz entrecortada asevera además que el mundo ha perdido a quien se adelantó a su tiempo, y recuerda que los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos.
«Ya lo dijo el Indio Naborí, el tiempo no devora titanes, y él, además, era un campeón victorioso y así le sentimos», dice.
Varios fueron sus encuentros con el hombre al que agradece su labor como gestor del movimiento deportivo en la isla.
No olvida que poco después del triunfo revolucionario este levantó su voz para anunciar que venimos a impulsar el deporte tan lejos como sea posible.
«Sus palabras fueron las precursoras de todo cuanto se ha hecho y queda por hacer, los logros, victorias, múltiples medallas ganadas en Juegos Centroamericanos y del Caribe, panamericanos, olimpiadas, campeonatos mundiales y otros eventos que dan fe de su amor por el deporte.
«Pero no solo eso, sino su visión al masificarlo hasta en los lugares más recónditos», puntualiza.
Con particular cariño recuerda la gesta del Cerro Pelado, cuando Fidel los fue a recibir al barco con mucha sencillez.
«No lo esperábamos, fue una sorpresa, allí nos abrazaba, conversaba y creo que fue el mayor de los estímulos, todavía estábamos en el mar y él, con su manera de ser, única e inigualable, era con todos por igual.
»Hoy debemos recordarlo como ese faro que brilla y nunca se apagará. Con un hasta siempre Comandante», subraya.
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