LA OBESIDAD constituye uno de los trastornos metabólicos de los triglicéridos más común en el hombre, y se conoce desde la antigüedad.
A pesar del predominio de esta anomalía a través de los siglos, aún persiste y no se ha avanzado mucho en la elaboración de medidas que permitan un tratamiento eficaz a largo plazo.
Se define como la acumulación excesiva de tejido adiposo que implique un riesgo para la salud, y se considera su existencia cuando el peso corporal supera en un 20% el adecuado a la edad y el sexo del individuo, y cuando este no representa hipertrofia muscular debido a la práctica sistemática del ejercicio físico.
Está estrechamente vinculada a los hábitos alimentarios de las personas y se han reportado factores que influyen en estos.
De forma general se encuentra el emotivo, los trastornos psiquiátricos declarados, los tipos de comportamiento o personalidad (aunque no se ha definido uno específico relacionándolo), el factor cultural y el estado económico-social del individuo.
Las consecuencias metabólicas de la obesidad son previsibles. La alteración que más influye sobre el metabolismo es la resistencia adquirida a la acción de la insulina en células adiposas y musculares. Se produce además una disminución de la tolerancia a la glucosa.
Otras consecuencias incluyen la disminución de las respuestas a la hormona de crecimiento y a la cetosis.
Desde el punto de vista fisiológico la obesidad ocasiona diversas enfermedades y manifestaciones clínicas en los sistemas respiratorio, cardiovascular, gastrointestinal o músculo esquelético.
En la medida en que aumenta progresivamente, estas enfermedades se agravan, y como resultado de ello tiene lugar un aumento creciente de la mortalidad global, la cual es mayor si se asocia a factores de riesgo como el estrés emocional sostenido, estilo de vida sedentario o el consumo excesivo de bebidas alcohólicas o efervescentes.
Con fines de investigación y diagnóstico se han utilizado diversos métodos para la evaluación de la obesidad.
Entre ellos la densidad corporal, los rayos X, la distribución de gases liposolubles, la determinación total del agua del organismo y el contenido de potasio 40, y la antropometría.
Esta última constituye un método sencillo, práctico, económico y no invasivo, aplicable en la práctica clínica diaria e investigaciones, que se aproxima con exactitud a las que ofrecen muchas técnicas más sofisticadas y nada económicas.
Entre las mediciones antropométricas empleadas se encuentra el grosor de los pliegues cutáneos de grasa, relaciones entre peso y talla, para establecer el índice de masa corporal IMC o índice de Quetelet.
También los indicadores de distribución de la grasa que incluye la mensuración de la circunferencia de la cintura y el índice cadera: cintura/cadera.
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