TODAVÍA persisten concepciones erróneas sobre la preparación de fuerza y el desarrollo de esta cualidad.

Sobre todo es desvirtuada por la comercialización de aparatos que facilitan la ejecución de ejercicios en la propia casa, promocionados como sistemas “mágicos” para bajar de peso corporal y obtener un cuerpo desarrollado y musculoso.

Montada desde la óptica puramente comercial, tales campañas anuncian cremas como Siluet-40, trusas adelgazantes, plantillas para los pies, parches eléctricos para el abdomen y otras farsas que confunden sobre todo a los no dedicados al deporte y la educación física.

Por eso es importante conocer que para lograr el efecto deseado el ejercicio debe ser difícil y no cómodo de realizar, y que implica desgaste energético. De lo contrario no favorece en nada el desarrollo del músculo o grupo muscular.

En tal sentido podemos recordar los antiguos ejercicios de tensión forzada de Charles Atlas, muy comunes y publicitados en las décadas de los años 40 y 50 del siglo pasado.

Vale también precisar que dentro del empleo de los ejercicios con sobrecarga resulta totalmente erróneo el empleo de factores como hipoxia en la altura, recuperantes, indumentaria especial, apnea voluntaria, radiaciones ultravioletas o irritación de receptores térmicos sonoros o luminosos si antes no desarrollamos al máximo la preparación de fuerza.

Lo mismo sucede con otros métodos no tradicionales como distensión forzada sin cargas o electroestimulación.

Es necesario buscar primero el desarrollo natural con medios metodológicos, y solo después auxiliarse de otros métodos.

Aunque parezca increíble todavía hay entrenadores físicos que no emplean la preparación de fuerza dentro de la preparación física.

Sobre todo aquellos que no la utilizaron como atletas y consideran que si tuvieron buenos resultados no tienen por qué aplicarla con sus alumnos.

Sin embargo, nada justifica aferrarse a experiencias anteriores sin tener en cuenta que la metodología evoluciona constantemente.

Otro elemento importante es el uso equivocado de otros sistemas de entrenamiento (el de los fisicoculturistas por ejemplo), para el acondicionamiento de atletas de alto rendimiento de otros deportes.

Cada sistema tiene sus objetivos y metodologías bien concretos  y ello es regla sagrada.