Pinar del Río.- QUIEN encuentra por primera vez a Juan Carlos Cortada no imagina que detrás de su pose circunspecta, exacerbada por los lentes de enorme grosor que necesita para ver, hay un hombre afable y hasta carismático una vez se siente en confianza.

Quizá su envergadura y el notable paso por los tatamis hagan que muchos desconozcan que posee medallas en tres deportes tan distintos como judo, remo y atletismo.

Todo comenzó en La Palma, donde entrenaba judo desde la adolescencia con “Pupy”, un activista que le enseñó las mieles del arte marcial creado por el japonés Jigoro Kano.

Cuenta Juan Carlos que el seudónimo de aquel profesor sustituyó su nombre de pila hasta hacerlo olvidar a todos, a pesar de su popularidad en el pueblo gracias al carisma y su interés inusitado por las artes marciales.

«Luego el entrenador de remo Gabriel García me convenció de comenzar a practicarlo y así, por motivación, abandoné el judo temporalmente», cuenta para JIT.

«La motivación por el remo se afianzó con los primeros resultados. El mismo año del cambio obtuve una medalla de plata y otra de bronce en la categoría juvenil, y al siguiente me proclamé campeón de esa categoría. En 1984 me coroné a nivel nacional entre mayores con solo 18 años de edad», rememora.

Tan fácil como llegó esa motivación se fue… Narra Juan Carlos que después de participar en una lid mundial juvenil y ganar la corona nacional fue excluido del equipo nacional. «Eso propició que regresara al judo», asegura quien supo tornar un tropiezo en oportunidad.

«Después de salir campeón nacional, obtener cinco medallas de plata y seis de bronce no hay más que hacer para que te tomen en cuenta. Eso facilitó el camino de regreso», agrega antes de apuntar que «pronto en el judo comenzaría a tener resultados y me invitarían a la preselección nacional».

Una vez allí «me pidieron pasar a una división superior para hacer el grado, debido a las figuras que había en mi peso original. Pero no accedí porque me costaría mucho trabajo y tendría que enfrentar a rivales muy pesados», confiesa.

Para entonces su pérdida de visión se agudizaba. Padecía un trastorno congénito que le provocaba miopía y astigmatismo. «Comprenderá que no se puede competir con espejuelos en el judo. Me costaba el doble imponerme», analiza.

Así llegó, con cierto desconocimiento, al deporte para personas con discapacidad, tras graduarse como Licenciado en Cultura Física… Su entrada fue por la puerta ancha, al ganar una copa del mundo disputada en Río de Janeiro, Brasil, en 2001. Venció a todos los oponentes por ippon.

Cortada también nos contó sobre sus dos premios de bronce (individual y por equipos) en el campeonato mundial disputado en Roma en 2002, del cual guarda varias anécdotas.

«En la justa por equipos me tocó combatir con el campeón mundial de los 90 kg. Yo pesaba 100 kg y pude ganarle. Luego tuve que rivalizar con el titular en más de 100 kg, quien marcaba por encima de los 150 kg. También lo vencí. Finalmente caí ante un japonés que pesaba 145 kg, cuando le ganaba por wazari», relata antes de abundar en detalles.

«El japonés utilizaba la técnica de Tokui Waza en el Ne Waza y cuando trabajé ahí me dominó. Luego le contó a mi entrenador que con esa variante de control dominó todos sus combates ante hombres que pesaban 50 y 60 “kilos” más que yo. Sin embargo, me felicitó por mi Kumi Kata», rememora entre resignado y satisfecho.

Juan Carlos acumuló una carrera de más de 13 años en el equipo paralímpico cubano, desde el cual ganó medallas a nivel panamericano, mundial y paralímpico.

Sobre la presea de plata en el campeonato del orbe afirma que no está conforme, pues luego se demostró que su oponente, de Irán, no tenía ninguna limitación.

«Hice la reclamación por motivos obvios. Mi categoría médico-funcional es B2, para personas débiles visuales profundas. Más severa que esa solo está la B1, que reúne a los ciegos. Aquel atleta tenía clara ventaja. No se tomaron medidas más allá de no permitirle participar en ninguna otra competencia. Hasta hoy mantengo la medalla de plata», comenta.

Por el contrario, Cortada está conforme con su metal de bronce en los Juegos Paralímpicos de Pekín 2008, a pesar de habérsele considerado favorito para incluirse en la final. Sucedió que su técnica más letal, el Uchi Mata, un movimiento de sacrificio que empleaba a las mil maravillas, falló y terminó sin lugar en la disputa del oro.

«No tuve problemas con seguir intentándolo. Otras veces salí favorecido por un error del contrario y en esa fallé y me costó. Claro que me gustaría haber sido campeón paralímpico, pero un tercer lugar no es para desdeñar», sentencia.

Pensó retirarse después de esa cita, pero el equipo técnico le convenció de continuar. Luego de Londres 2012 sí le comunicaron que al próximo ciclo olímpico llegaría con 51 años e intentarían llevar a una figura joven.

Sin la motivación de una paralimpiada, la máxima para un atleta con discapacidad, decidió colgar el yudogui. Mas en pleno desentrenamiento le llegó otro deporte inesperado, el atletismo… Le propusieron practicar los lanzamientos con la ayuda de su coterránea Yarelis Barrios. Aprendió la técnica hasta lograr medallas de plata y bronce en la impulsión de la bala en campeonatos nacionales consecutivos.

Juan Carlos quiere recordar otra vez a “Pupy”, su formador, y en su homenaje prepara al equipo de parajudo de Pinar del Río. Tenía la opción de trabajar con atletas convencionales, pero tiene las herramientas para entender mejor a quienes poseen algún tipo de limitación.

Asegura que un campeón no se hace solo en el alto rendimiento, sino también en la base, y resalta el trabajo que allí se realiza. Defiende que los atletas con discapacidad sean vistos a la par de los convencionales, y para ello se esfuerza en sus funciones como vicepresidente de la comisión de atención a atletas en la occidental provincia.

Habla bajo este gigante de los tatamis. Y menciona con pudor sus sobrados méritos porque considera, y así lo dice, que lo mejor de su carrera «todavía está por hacerse».