La Habana.- EL 30 de agosto de 1991 aún no habían nacido ninguno de los que ahora mandan en la élite del salto de longitud. No disfrutaron en vivo un récord que hoy está de cumpleaños y que todos ellos sueñan con “destrozar” en algún momento.

Hace exactamente tres décadas se vivió la que muchos consideran como la mejor competencia en la historia de esta especialidad. En la ciudad de Tokio –que por estos días acoge los Juegos Paralímpicos– el estadounidense Mike Powel tocó la gloria con un brinco de 8.95 metros, que aún marca el tope para los humanos.

Carrera de impulso de 22 pasos, viento a favor de 0,3 metros por segundos y velocidad horizontal calculada en 11,8 metros por segundo… así se resume aquel quinto intento con el que Powel pasó a la historia desde suelo japonés.

Transcurría entonces la tercera edición del campeonato mundial de atletismo y el estadounidense Carl Lewis, quien llevaba 10 años sin perder una competencia de salto, ya marchaba al frente con 8.91 metros que no fue récord mundial por el viento a favor que soplaba en ese instante, superior a los 2,00 metros por segundo permitidos.

Instantes después le tocaba saltar de nuevo a un Powel negado a darse por vencido. Sabía que ese podía ser su momento y voló sobre el cajón de arena, aterrizó y su primera mirada se dirigió al juez que levantaba la bandera blanca…

Faltaba comprobar el anemómetro. Estalló al comprobar que eran válidos los parámetros y el corazón le comenzó a latir aceleradamente. Quedaba aún el último momento: la medición.

Los 8.95 metros aparecieron en las pantallas y ya nada fue igual para Powel. «Fue algo más que un día perfecto. Todo se puso a favor. Aún se me pone la piel de gallina», dijo hace apenas unos años al diario español Marca el hombre que sobrepasó con su salto la distancia de cuatro automóviles alineados uno junto al otro.

Así, dejaba atrás el registro de 8.90 metros con que el también estadounidense Bob Beamon había ganado los Juegos Olímpicos de México 1968. 22 años, 10 meses y 22 días después de aquello, el mundo tenía un nuevo recordista en la longitud.

La barrera sigue todavía intacta. Los 8.95 metros han sido esquivos para las estrellas que han llegado después, incluido el cubano Iván Pedroso.

Este se cansó de ganar torneos, fue campeón olímpico en Sídney 2000, cuatro veces oro mundial al aire libre y cinco veces bajo techo, pero no llegó nunca desplazar esa plusmarca.

En agosto de 1995 estuvo cerca de lograrlo en Sestriere, Italia. De hecho, clavó sus pinchos en los 8.96 metros y festejó como recordista, pero una inexplicable “invisibilidad” del anemómetro en ese momento –había alguien delante en ese momento- anuló cualquier homologación.

Lo cierto es que 30 años después Powel sigue siendo el recordista. Los actuales dominadores del ranking, entre los que se incluye el cubano Juan Miguel Echavarría, continuarán tras la estela de esa hazaña.

Conseguirla o no depende de muchos factores, pero por lo visto hasta ahora no sucederá en lo que resta de año. El mundo seguirá esperando para ver si el récord de Powel estará otra vez de cumpleaños.