Ciego de Ávila.- IMAGINO la felicidad de los fans de los Alazanes de Granma tras el triunfo en semifinales ante la escuadra de Pinar del Río, con el cual se clasificaron a la disputa dorada de la 60 Serie Nacional de Béisbol.

Cierto que los orientales salían en condición de favoritos, pero también que nuestra historia beisbolera recoge muchos ejemplos de elencos que, ostentando esa misma etiqueta, no pudieron probar su poderío y llevarse la victoria.

Un equipo es la sumatoria de muchos “poquitos”, y el granmense se ha hecho fuerte sin grandes aspavientos durante la última década.

Así conquistó las coronas en 2017 y 2018, en las únicas finales de su historia. Así, desde 2011 a la fecha, estuvo seis veces entre los cuatro grandes del campeonato. Por eso resalta, pero no asombra, que haya podido mantener el nivel durante el actual torneo, tan largo, veleidoso y todavía sin fecha exacta de conclusión.

En esta temporada, cuando algunos dedicaron tiempo a lamentar la salida de una u otra estrella, los caballos miraron hacia adelante y se sobrepusieron.

En los seis desafíos contra los Vegueros no pudieron contar con los servicios ofensivos de Alfredo Despaigne y Guillermo Avilés, pero no perdieron empuje. Además de la importante unidad del colectivo, el mentor Carlos Martí dispuso de un as del pitcheo, de esa suerte de “palanca” con que bien pudo haber parafraseado a Arquímedes: «Dadme un lanzador de “apaga y vamos” y discutiré el título».

Pocos dudan, a estas alturas, que Lázaro Blanco figura como el mejor tirador cubano de las últimas campañas, y que tan seguros en cada salida no se encuentran con facilidad. Y no olvidemos que puede trabajar tres veces en play off de siete partidos.

Más allá, debemos destacar la solidez de una alineación con puntales en Roel y Raico Santos, Carlos Benítez y Osvaldo Abreu, por solo mencionar algunos. Desde la lomita, elogios para Leandro Martínez y César García, los otros “caballos de batalla” de esta generación.

Sería injusto ahorrar elogios ante el cuarto puesto logrado por Pinar del Río, pues los análisis precompetencia colocaban en duda sus posibilidades de avanzar a la postemporada.

Los pativerdes no solo vencieron los malos augurios, sino también la adversidad de actuar buena parte del calendario fuera de su estadio Capitán San Luis, debido a la pandemia de la COVID-19.

El debutante director Alexander Urquiola sabía que su ofensiva figuraba como la peor de los ocho conjuntos enrolados en los play off, pero confiaba en su formidable staff de lanzadores, para entonces reforzado con Liván Moinelo y Raidel Martínez.

Ante Sancti Spíritus salieron bien parados, pero ante Granma sufrieron lo indecible, sobre todo en los cotejos cinco y seis.

¿Podía pedirse más? Piense que en la etapa clasificatoria los occidentales promediaron para raquítico 284, en una justa con elevada media de 296. Ahora, los bates debían aportar más.

Sin embargo, la ofensiva no fue lo único que falló. La pareja de abridores formada por Erlis Casanova y Vladimir Baños quedó distante de sus reales posibilidades, comprometiendo las opciones de triunfo.

Si a ese pitcheo los rivales le promediaron apenas 269 en la fase preliminar, ahora fue vapuleado por sus oponentes. Superar ese problema sí era demasiado.

De cara al futuro inmediato, Granma espera su contendiente en la final. Saldrá del duelo entre el campeón Matanzas y el ganador de la serie pactada por Santiago de Cuba y Las Tunas.

Como van las cosas, solo sabemos algo: queda buen béisbol todavía y muchas emociones.