EXISTEN numerosos estudios sobre ansiedad, miedo, tensión, estrés y hostilidad en deportistas. En esos se halla un abanico de estados emocionales y sentimientos provenientes de sus  interrelaciones con el entrenamiento y la competencia.

Algunas respuestas sicológicas al estrés originado por la actividad deportiva pueden ser muy complejas, como el choking, el burnout, el sobreentrenamiento y la fatiga crónica.

Asimismo, los sentimientos de frustración surgidos de la derrota pueden alcanzar una gama de matices y perdurar hasta el punto de ocasionar el abandono del deporte.

P. Schwenkmezger recoge entre los estados afectivos posibles de aparecer en una competencia al disgusto. Diversas circunstancias internas de la personalidad pueden darle lugar, expresado en sentimientos de culpa, pérdida de autoconfianza, disminución del esfuerzo, deterioro de la concentración y abandono de metas.

Los sentimientos de disgusto aparecen como consecuencia de la frustración o por la apreciación de que los objetivos propuestos son inalcanzables.

La frustración o su anticipación pueden tener a su vez múltiples causas relacionadas con la acción inadecuada de árbitros, entrenadores, rivales y compañeros de equipo.

Aunque este aspecto no ha recibido la misma atención que la ansiedad y la agresividad como respuestas a las valoraciones subjetivas de las condiciones de competencia, resulta evidente su alta frecuencia entre los atletas.

Entendamos que en el deporte lo más común es la derrota. De una cifra elevada de participantes solo algunos ocupan lugares relevantes. La interpretación de la derrota depende entre otros factores de la orientación del competidor, y sobra decir que la mayoría lo hace más hacia el éxito que con la mira en alcanzar superior grado de maestría.

Eso no significa que los deportistas de elevada experiencia carezcan de mecanismos sicológicos y sistemas de enfrentamiento a los embates de un fracaso. Pero aun así, la problemática del disgusto genera interés en el trabajo de preparación mental.

Puntualizo que el disgusto, al igual que otras reacciones afectivas, está muy vinculado a las circunstancias en que se desenvuelve el atleta y a sus características de personalidad.

Al respecto señalamos que puede aparecer cuando:

. Podía evitarse una derrota si se aplicaba la gama de destrezas disponible o un grado sostenido de esfuerzo.

. No se alcanzan los objetivos fruto de errores propios o de un compañero.

. El fracaso proviene de una respuesta descontrolada del atleta, el entrenador o ambos.

. Los resultados alcanzados, aunque favorables, no llenan las expectativas.

. Los objetivos no pueden conseguirse por la acción incorrecta de árbitros, aficionados, contrarios o factores sicosociales presentes en el ambiente de la competencia.

. Información no veraz o insuficiente sobre la justa, los contrarios o las condiciones de ejecución.

Algunos deportistas son capaces de enfrentar estas situaciones adversas, mientras otros se preindisponen y llegan al disgusto. Entonces, por ejemplo, individuos con tendencia a mostrarse coléricos o melancólicos deben recibir amortiguamientos sicológicos diferenciados ante situaciones como las descritas, capaces de precipitar el disgusto.  

Imprescindible señalar que existen deportistas con ambas características. Es decir, reaccionan ante toda circunstancia como predominantemente coléricos y a la vez no olvidan las circunstancias pasadas, como ocurre con los melancólicos.

Con esta idea no se establece una crítica o veto a quienes poseen tales cualidades temperamentales. Contrariamente, pueden ser muy útiles para determinadas tareas deportivas.