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La Habana
Año 66 de la Revolución
Julito Díaz: «ese ring no lo puedo dejar»

La historia de un revolucionario, expedicionario del Granma, vinculada al deporte.  


Por Víctor Joaquín Ortega
miércoles, 2 de diciembre de 2020 12:51 PM



Foto: Archivo.

La Habana.- COMO púgil, pesista y gimnasta, Julito Díaz fortalece el cuerpo y el espíritu. Esta noche la vida le mostrará la importancia de la preparación física…

Con un amigo pasea por calles de Mariel. De pronto, varios marines yanquis se burlan de ellos… Ofendidos, les dan una buena tunda a los ofensores y les hacen huir.

En vísperas del Día de las Madres, su progenitora le señala el cajón donde guarda los guantes de boxeo y otros implementos deportivos. «Ese sería mi mejor regalo», le dice. El muchacho sabe que quien se dirige entonces a quehaceres culinarios desea que diga adiós a esa disciplina por temor a las lesiones…

El domingo señalado, Julito no solo le obsequia un vestido, sino también el cajón y la promesa de no subir más a un cuadrilátero. Solo mantiene la gimnasia y los ejercicios con pesas.

Paulino, el hermano, me refirió en una entrevista publicada el 25 de julio de 1987 en el periódico El Habanero: «en una ocasión, alguien de la familia le insinúa dejar las luchas contra la tiranía: …puedes perder la vida, tu mamá sufriría mucho. Responde: Ese ring sí no lo puedo dejar».

JULITO…

Mayo 23 de 1929, nace en Artemisa el tercer hijo del matrimonio integrado por el barbero Lorenzo Díaz Linares y la ama de casa María González Sánchez. Le ponen Julio Santiago, pero al inscribirlo el 20 de abril de 1942 omiten el primer nombre.

Ese olvido le salva la vida cuando se dispone a viajar a México. Los fidelistas lo esperan y la dictadura persigue al moncadista Julio, no a Santiago Díaz. Recibe el pasaporte sin dificultad.

Cuando viene al mundo, su familia reside en la finca de un tío paterno cercana a la Puerta de la Güira. El primogénito, Leonel, ha fallecido con diez años. Está Nelia. El muchacho solo tiene 14 “abriles” al dejar la escuela para apoyar la economía del hogar. Ya tiene dos hermanos más: Paulino y Emilia. No abandona la superación: inglés, navegación (por correspondencia) y alumno de noche en la escuela de comercio Pitman. Lector de buenos escritores: Martí en la preferencia.

Primer empleo en la locería y ferretería La Casa Roja, en República y Zayas. Cambia para El Recreo y después gana estabilidad en El Almacén. Ser ferretero le permite abastecer de parque al Movimiento.

Realizada la acción del 26 de julio de 1953 el Servicio de Inteligencia Militar cae por su casa. Logran esconder un pomo lleno de balas. Les quitan un ejemplar de Núñez Jiménez, recogido por la tiranía debido a los conceptos progresistas. Residen entonces en una morada de madera en la calle 3, entre General Díaz y Martí, junto a la vivienda de quien sería otro héroe: Ciro Redondo.

Julio es religioso, pero no pone la otra mejilla. Miembro de la Sociedad Luz y Caballero y de la Juventud Católica, participa en bailes y otras actividades recreativas. Combina bien su modesta ropa: fino, caballeroso, demuestra la educación recibida.

Miembro de la Juventud Ortodoxa, logra alcanzar el escalón de los revolucionarios. Ninguno de sus familiares sabe de los pasos hacia ese ascenso, y mucho menos de la “cosa grande” en que están él y sus compañeros. Llega a ser uno de los ocho cabecillas de la célula artemiseña del Movimiento creado por Fidel.

ASALTO

¡Fuego al Moncada! Retirada. Retorno a la Granja Siboney. De allí, a la montaña. Lo acompañan Ciro y Marcos Martí. La finca Las Múcaras. Intenta escapar del cerco. De nuevo en la finca. El dueño, Ricardo Pradas, lo esconde en una cueva y le lleva alimento y agua. Un vecino lo delata.

Detenido. Burla la muerte porque ha pasado algún tiempo y la protesta frente a la orgía de crímenes aumentó. Para la Cárcel de Boniato. Juicio. Condenado a diez años en el Presidio Modelo, de Isla de Pinos. El pueblo vuelve a presionar: amnistía. Sale el 15 de mayo de 1955.

Sin empleo y perseguido… Por fin le ofrecen una plaza de inspector de la Westinghouse en Pinar del Río, con salario alto y carro asignado. No acepta. «Todavía tengo importantes tareas que hacer», diría. Su último centro laboral: vendedor a domicilio de Electro Sales, en Oficio 204, en la capital.

Poco antes del asalto, no quiso dar tristezas a la novia y, con todo preparado, no se casó. En la situación posterior, tampoco lo hace. Como me dijo Paulino: «Agradable, atractivo, tenía suerte para el amor; prefirió renunciar a este por las misiones que se había trazado. Muy responsable, aunque la quería, precisamente porque la quería, no deseaba causarle dolores a su prometida y rompió el noviazgo».

Organizan y reviven células del Movimiento que ya posee nombre: 26 de Julio. Con Ciro y Vero Rosell bregan por el territorio villareño. Lo detienen junto a un grupo por repartir proclamas con textos de Fidel. Tras los barrotes en Guanajay, Pinar del Río, Bauta, Castillo del Príncipe… La movilización familiar y de las masas lo arranca de las garras de Jacinto Menocal.

Se oculta en La Habana. En Carlos III ocurre su último encuentro con la mamá. Almuerza con el hermano. El 23 de febrero de 1955 parte hacia la patria de Juárez, en el vapor Covadonga.

En carta del 15 de julio de 1956 le hace saber a María que «…el día de mi cumpleaños me hicieron un cake y una comida especial —cubana— en casa de unas amigas. Aquí tengo como cuatro que dicen que ellas también son madres mías y me cuidan como si lo fueran de verdad».

En México se aloja casi todo el tiempo en casa de María Antonia González. Pero no todo es rosas: resulta apresado por la policía secreta, el 21 de julio, junto a Cándido González y el mexicano Celaya. En la cárcel de El Pocito los golpean y torturan. Pero no los doblegan. Liberados y reincorporados a la lucha fue la misma cosa. El 25 de noviembre, desde el puerto de Tuxpan, llega la partida…

Sobreviviente del combate de Alegría de Pío; teniente; jefe de una escuadra del pelotón al mando de Raúl Castro, interviene en las acciones de La Plata y Arroyo del Infierno.

El 28 de mayo de 1957 un tiro en la cabeza le arranca la vida, a pocos minutos del inicio del ataque al cuartel de El Uvero. Está junto al Comandante en Jefe.

Paulino no olvidó jamás que «Julito era tan firme en sus ideales como tan tierno. A pesar de la pobreza, yo un niño y él en medio de sus líos, se las arreglaba para que el Día de los Reyes o en mi cumpleaños no me faltara el juguete».

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