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La Habana
Año 66 de la Revolución
ENTREVISTA
María Zamora, campeona en pistas y diamantes
Atesora una rica historia de 10 años ligada al atletismo y otros 14 al softbol. Logró la proeza de coronarse en ambas disciplinas a nivel centrocaribeño.

Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
domingo, 7 de junio de 2020 11:32 AM



Foto: Mónica Ramírez

Sancti Spíritus.- LLEGÓ a la cita con su inseparable bicicleta. Llevaba cómoda ropa que despejaba al instante cualquier duda sobre su profesión. Antes de sentarnos a conversar dedicó algunos minutos a saludar, pues María Zamora Clavo es muy conocida en el ámbito deportivo de esta ciudad.

Actual presidenta de la comisión de atletas en la provincia, conversa sin límites y transpira amor por su labor y su país. Siente orgullo y agradece que la vida le concediera el don de ser deportista de alto rendimiento.

Con 55 años de edad, aunque no los aparente, sigue siendo menuda como en su época activa. Atesora una rica historia de 10 años ligada al atletismo y otros 14 al softbol, trayectoria en que logró la proeza de coronarse en ambas disciplinas a nivel centrocaribeño.

Lo hizo como integrante del relevo 4x100 en la cita de Santiago de los Caballeros 1986, y luego como parte de los equipos de la bola blanda en México 1990 y Ponce 1993.

También participó en dos campeonatos mundiales, en los Juegos Panamericanos de La Habana 1991 y en los Olímpicos de Sídney 2000. Estos últimos marcaron la cumbre de su carrera. Nada como los días disfrutados en la isla-continente, al saberse parte de la justa en que todo deportista añora participar.

Intransigente frente a la impuntualidad, sigue acostándose a las siete de la noche, como en sus días de atleta, para estar en pie poco después de las cinco de la madrugada. Le “hierve” la sangre cuando ve a muchachos jóvenes no aprovechar las facilidades actuales. Más de una vez ha añorado tener menos edad para tomar el bate nuevamente.

Esta activa mujer, hija de una familia marcada por el gen del deporte, se formó en la disciplina y enfrenta la vida con esa premisa. Sobre ello y más conversó con JIT recientemente.

Gimnasia, tenis y luego atletismo. ¿Así fueron los inicios?

Exacto. Era muy activa y hasta entrar al atletismo no encajé en lo que realmente quería. Ese deporte se convirtió en mi gran amor sin saberlo. Solo corría y aspiraba a ser como Aurelia “Yeya” Pentón, a quien no conocía personalmente, pero se hablaba mucho de sus resultados.

Me tracé la meta de igualarla. Recuerdo que participó en un Festival Rafael Fortún en Cienfuegos y fue una gran alegría verla, tenerla a mi lado… Tenía solo 12 años y me dijeron que iba a correr un relevo con ella. Aquello me dio nerviosismo y alegría a la vez. Fue lo máximo.

Nunca había hecho los 400 metros y me pusieron en el primer tramo. Su único consejo fue: «usted tiene que llegar a la meta, tiene que entregar el batón. De lo demás nos encargamos nosotras». Ganamos la medalla de bronce.

¿Cómo sigue tu historia?

Participé en juegos escolares nacionales y otros eventos, y los entrenadores empezaron a seguirme, como se dice. Con 15 o 16 años me llevaron a la Espa Nacional, ubicada en el municipio habanero de Playa para ese entonces.

Me escapé tres veces, extrañaba mucho mi casa, pero siempre me hicieron regresar. Fui adaptándome y antes de los Juegos Centrocaribes de 1986 comenzaron a prepararme en el Cerro Pelado como posible integrante del relevo. Tuve a Juan Morales y Miguelina Cobián como entrenadores.

Fuiste escogida y ganaron oro en el 4x100… ¿Qué recuerdas de ese momento?

Cerré la posta en una competencia de muchos contratiempos. Debimos calentar varias veces para esa final, ya que había una huelga de jueces. Nos llamaron una y otra vez, pero luego mandaban de nuevo a calentar. El entrenador Blas Beato insistía en que aquello no era contra nosotras, que no prestáramos atención, que siguiéramos concentradas en ganar…

Lo hicimos ampliamente y me acordé de mi padre al cruzar la meta: siempre me decía que levantara los brazos, que iba a estar mirándome. Esa fue una medalla importante para Cuba.

Al regreso, esa misma cuarteta consiguió bronce en la lid iberoamericana. La integraban además Idania Pino, Luisa Ferrer y Susana Armenteros.

Pero hasta ahí llegó el atletismo…

Sufrí una lesión en el muslo, hice el tratamiento indicado, pero seguí sintiendo la molestia. Me llevaron al hospital Frank País, donde diagnosticaron rupturas de miofibrillas y establecieron dos opciones: operarme o causar baja de la selección. Siempre le he tenido respeto al médico y dije: no, no me opero. Hasta aquí el atletismo.

¿Qué hiciste luego?

Tenía 24-25 años, estaba en el tercer curso de la universidad y decidí regresar a Sancti Spíritus para seguir estudiando.

Sin embargo, tras varios meses mi hermano me dijo que iba a comenzar el softbol para mujeres. Me embulló a entrar al equipo porque lo había jugado antes como recreación, sin interés competitivo.

Fue tanta la presión que visité al entrenador y nada más llegué me dijo: «A ver negra… ¿Qué posición tú juegas?» Le respondí que los jardines para no quedarme callada, pero miré a mi hermano y le comenté que no ligaría mucho con aquel profesor (risas).

¿Necesitaste adaptarte a muchos cambios?

Al principio tenía algo de miedo por el muslo, aunque no me dolía. Corría con cuidado, no me “soltaba” como debía. Así empecé a tomar el ritmo del juego. Mucho me ayudó el entrenador César Demetrio Pérez. Insistían en que aprendiera a tocar la bola, pues con mi velocidad sería difícil sacarme out… Además era muy flaquita y no tenía fuerza al bate.

¿Convertiste el toque de bola en tu sello?

Eso empezó a diferenciarme, lo aprendí bien y en 1990 me llamaron a la preselección para el campeonato mundial en Estados Unidos y los Juegos Centroamericanos y del Caribe de México. Pero faltando tres semanas para hacer el equipo llevaba de 11-1. Ya me conocían y cubrían por delante.

Entonces se me ocurrió virarme a la zurda en el siguiente juego, me preparé y lo hice.

Cuando Luisa Medina me vio parada del otro lado me dijo: «tú siempre con tu gracia». Nadie imaginó que iba a batear de verdad, pero en el doble juego pegué 11 jits. Conclusión: esa noche informaron el equipo y me incluyeron. Cuando escuché mi nombre quedé como sorda y no supe más nada de lo que dijeron.

¿Qué te dejó Sídney 2000?

Estar allí, en una competencia a la que todo atleta aspira; ser parte de una generación que jugaba con mucho amor… No quiero comparar, pero eso se ha perdido un poco. Nunca más clasificamos a unos juegos olímpicos.

Salimos al terreno a darlo todo y quedamos en séptimo lugar, con un equipo al que le faltaron cuatro atletas regulares. No las incluyeron y nunca supimos la razón.

¿Atletismo o softbol?

Atletismo. Atletismo de nuevo. Lo disfruto como lo mejor del mundo. Lo vivo, me emociono, salto y grito cuando veo alguna competencia. Desde que corrí con Aurelia Pentón sabía que ese era mi deporte.

Pero el softbol te dio más…

Sí, pero lo mejor fue el atletismo. Me descubrió, lo amo, me gusta y me siento parte de esa familia.

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