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La Habana
Año 66 de la Revolución
ENTREVISTA
Roberto Hernández, la vida alrededor de un óvalo

Su crono de 44.14 segundos reluce como marca máxima de la Isla desde 1990. Y si eso no fuera suficiente para el elogio, añadamos que bajó de los 45 segundos en 51 carreras. 


Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
domingo, 26 de enero de 2020 09:00 AM



Foto: Mónica Ramírez

La Habana.- AUNQUE habla más cuando no hay micrófonos de por medio, Roberto Hernández intentó superar las circunstancias propias de una entrevista, por demás pactada con pocas horas de antelación, y se mostró encantado de reencontrarse con sus recuerdos, con sus mejores momentos y con aquellos que no repetiría.

En el piso 20 del edificio en que reside, en una de las más conocidas esquinas de La Habana, la de Tejas, nos recibió quien durante años calificara entre los mejores corredores de 400 metros del mundo, rival de cuidado para estrellas estadounidenses a las que derrotó en no pocas ocasiones.

Rápido, pero sobre todo persistente en sus metas, se impuso a la adversidad de tener una cadera más alta que la otra, y a la enorme responsabilidad de sustituir al legendario Alberto Juantorena, reto que cumplió rompiendo su récord nacional.

Su crono de 44.14 segundos reluce como marca máxima de la Isla desde del 30 de mayo de 1990. Y si eso no fuera suficiente para el elogio, añadamos que bajó de los 45 segundos en 51 carreras, algo que pocos especialistas de la vuelta al óvalo pueden exhibir al finalizar su vida deportiva.

El estadístico Alfredo Sánchez se ocupó de confirmar el dato, y no solo de eso, pues además detalló dónde ocurrió cada prueba y precisó que 1990 y 1991 fueron las mejores temporadas para Hernández, con 17 y 12 registros de esa envergadura, respectivamente.

Nacido en Camagüey, pero formado para la vida y el deporte en Limonar, fue vecino de otro astro matancero: el saltador de altura Javier Sotomayor. Esa cercanía se hizo tan estrecha desde la infancia que se consideran como familia.

Roberto no pudo saborear una medalla olímpica individual, pero integró el épico relevo 4x400 que conquistó la presea de plata en la cita de Barcelona 1992 y la de bronce en el Campeonato Mundial de Roma, cinco años antes.

Entre sus principales logros están, además, los títulos en los Juegos de la Buena Voluntad de 1990, la Universiada Mundial de Duisburg, el certamen juvenil del orbe y la Copa del Mundo de Barcelona, los últimos tres en 1989. Su consagración llegó en los Juegos Panamericanos de La Habana 1991.

Ahora, a punto de cumplir los 53 años de edad, repasa lo hecho desde la madurez y lo aprendido en sus pasos como entrenador. Eterno enamorado del atletismo, está convencido de que si pudiera regresar a las pistas escogería de nuevo los 400 metros. Y asegura que le gustaría correr en esta época porque bajaría de los 44 segundos.

¿De niño pensaste en dedicar tu vida al atletismo?

Para nada. Empecé como muchos otros niños, por una captación del profesor de educación física Carmelo Benítez, quien luego fue mi entrenador. Vino al aula y escogió a varios alumnos. En el área especial de Limonar me hicieron las pruebas y dijeron que tenía buen somatotipo para el atletismo. Así comenzó todo.

Sucedió en la misma época de Sotomayor, en el mismo pueblo…

Nos conocemos desde los nueve años, los patios de nuestras casas colindaban y jugábamos bolas, trompos… Incluso empezamos el deporte con poco tiempo de diferencia, vinimos en momentos cercanos para la Espa y viajamos el mundo entero juntos. Somos como familia, más que amigos.

Tienes excelentes tiempos en los 400 metros, pero la medalla olímpica cayó en el 4x400. ¿Esa era la especialidad que te gustaba?

Siempre preferí los 400, mucho más que el relevo. Creo que el 4x400 es la prueba más bonita del atletismo, pero correr de forma individual tiene otro sabor.

En el relevo casi siempre fui cerrador, lo que implica un gran compromiso… Debe ser el hombre más rápido y fuerte de los cuatro. Se trata de una posición comprometedora: en ocasiones el relevo viene retrasado y tienes la responsabilidad de mejorar el lugar. Lo hice muchas veces en que me entregaron el batón en tercer o cuarto puestos y lo llevé al primero o segundo. Otras veces no se pudo. El relevo es muy bonito, pero complicado.

¿Cuál es la parte más difícil de una carrera de 400 metros?

La segunda mitad, el último tramo de 150 metros en que casi siempre se decide la medalla, por la fortaleza del atleta. Algunos cierran muy fuerte, yo tenía la fortuna de ser rápido y fuerte. Me preparaba para los últimos 100 metros y tenía ventajas y desventajas, porque luego de los primeros 200 metros vienes con déficit de oxígeno y deciden los últimos 50. El que más fuerte esté, ganará.

¿Cómo ve ahora, en la distancia, el recuerdo de Barcelona 1992 y ese relevo junto a Lázaro Martínez, Héctor Herrera y Norberto Téllez?

El relevo… eso lo disfruté a plenitud. Norberto Téllez me decía «hay que cogerla, si no fue en el individual vamos a cogerla en el relevo». Ese era el ánimo, los cuatro andábamos juntos para arriba y para abajo, y sabíamos que podíamos ganarla, estábamos muy, pero muy acoplados en el entrenamiento. Esa medalla salió por la unidad que teníamos.

¿Quedó la insatisfacción del podio individual?

Estoy seguro de que hubiera hecho mejor papel en los 400. Dos semanas antes hice un tramo de 350 metros en el tiempo que me habría dado la medalla de plata en Barcelona.

Corrí en 37.27 segundos y el médico Pedro Pérez Dueñas le dijo a mi entrenador que ya, que lo dejara así, que como estaba tan bien no hiciera ningún tramo más.

Sin embargo, se prefirió hacer lo planificado (dos tramos) y ahí me lastimé el tendón de Aquiles. Estuve 21 días corriendo sobre la hierba, no podía ponerme pinchos porque me molestaba. Pude ser medallista individual…

Un año antes habías ganado en los Juegos Panamericanos de La Habana…

Eso fue un privilegio, con mi mamá y otros familiares en las gradas, y con el compromiso de reinar para mi pueblo. Me daban como medallista de oro y me lo propuse porque ningún cubano lo había hecho en la distancia. Ni siquiera Juantorena fue campeón panamericano.

Si te dieran la oportunidad de escoger una época para correr… ¿Cuál sería?

Me hubiera gustado correr ahora. Lo veo desde otra perspectiva, creo que habría bajado de los 44 segundos. Hoy existe más rivalidad, muchos hombres bajan de esa marca y obligan a mejorar. En mi etapa hice 44.14 y se consideró una barbaridad. Ahora la gente supera eso con facilidad.

El récord mundial de Wayde van Niekerk de 43.03…

Increíble… Uno de los más difíciles del atletismo. Y no bajó de los 43 flat porque faltando cinco o seis metros se “desconectó” para entrar en la meta. Ese récord pudiera durar al menos 50 años.

¿Qué no repetirías si tuvieras la oportunidad?

Mi entrenador Leandro Civil y yo hicimos muchos “disparates” en los entrenamientos y competencias. Por ejemplo, en los Panamericanos de 1991 gané los 400 metros y al otro día corrí los 200, teniendo el certamen del orbe la semana siguiente.

Pude ser campeón mundial, incluso la prensa internacional me daba para oro, pero aquella “locura” de La Habana hizo que me lesionara. Cuando llegué al Mundial, no pude.

¿Te reprochas algo?

No haber sido más inteligente para correr. Planificaba poco mis carreras. Los 400 son de mucha estrategia y pocas veces la hice. El día que logré el récord nacional de 44.14, si hubiese pasado un poquito más lento por los primeros 200 habría terminado con más fuerza y bajado de los 44 segundos.

¿El retiro resultó difícil para ti?

Todo lo que empieza termina, sabía que tendría que retirarme y no debí esperar. Luego de Atlanta 1996 era el momento… Ya no estaba bien, me sentía cansado, pero me decían «estás joven, puedes seguir». Luego de eso me ganaron atletas que jamás habrían podido hacerlo. Cuando el retiro llega tienes que hacerlo sin pensar. Admiro mucho a Juantorena por eso, se retiró cuando debía.

De todas maneras… ¿Repetirías el deporte?

Se lo agradezco todo y claro que lo repetiría: el atletismo y los 400 metros.

¿Y si te concedieran un deseo?

Ojalá el tiempo echara para atrás para volver a correr.

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