La Habana.- ROLANDO Chay Wong, octogenario de ascendencia china y jamaicana, quien ya sobrepasó el medio siglo dedicado al tenis, asegura con orgullo que «muchos quisieran, con mi edad, tener la agilidad y flexibilidad de las que gozo. Se lo agradezco al deporte y en especial a la Revolución, que me dio esta oportunidad, incluso la de estudiar y ser licenciado».

«Trato de enseñar todo lo aprendido, incluso en la sicología, porque eso ayuda a las personas. Por mí han pasado todos los que vienen a practicar a la Ciudad Deportiva. Los profesores que cada tarde atienden a los niños fueron mis alumnos. En la mañana ayudo a los veteranos», sostiene con claridad absoluta.

Junto a Roberto Cruz, presidente de la asociación de veteranos del tenis, Chay elogia lo bonita que quedó la cancha tras el remozamiento general de que es objeto la Ciudad Deportiva. Nos apoyaron en la pintura de las canchas y las gradas, también con el cercado, apunta sonriente.

Chay está contento porque además de practicar realizan torneos los fines de semana, además de dos con carácter anual, a decir el amistoso con jugadores de Tijuana y el Internacional de Veteranos en el Club Habana. 

Se refiere a lo beneficioso de la práctica del llamado deporte blanco. Algunos trabajan, otros son jubilados. Se compran su raqueta y la pelota, o algún familiar o amigo se las hace llegar, de ahí que los implementos no sean un impedimento.

«Comprendemos que el aporte del Inder es para los niños y jóvenes de las áreas especiales, ya que representan el desarrollo de la disciplina. Son artículos caros en tanto más calidad tengan. Una raqueta moderna, ya no de madera, tiene menos posibilidades de romperse», comenta.

Otro orgulloso de su longevidad es Roberto Cabrera, quien a pesar de sus 82 “abriles” sigue dándole fuerte a la de vida. Comenzó por el béisbol debido a que «por mi color era lo que podía hacer. Otros se inclinaban por el boxeo, esos eran los deportes para negros. Pero al triunfo de la Revolución pudimos comenzar a asistir a los lugares que antes se destinaban solo a los adinerados. Me hice socio del antiguo Biltmore, en la actualidad el Club Habana».

Cabrera no olvida que le dieron la llave de la taquilla y cuando la abrió había dos raquetas, pelotas, zapatos y otros artículos evidentemente de un tenista.

«Cuando le comuniqué al taquillero que se había equivocado, me dijo que me quedara con todo porque pertenecía a los ricos y no volverían. Me alegró mucho y se acabó el béisbol para mí. Empecé a jugar tenis sin que nadie me enseñara, pero realmente es necesario un especialista que indique cómo se toma la raqueta y se dan los golpes, entre otros elementos», agrega.

Con sinceridad reconoce que el entrenador Félix Millar le enseñó el verdadero tenis, y junto a su compañero Roberto Rodríguez (ya fallecido) ganaron los torneos de tercera y segunda categorías, y los promovieron al equipo nacional.

«No estuve mucho tiempo, pues el comisionado nacional me pidió que trabajara con los niños en esta área de la Ciudad deportiva. En 1959 simultaneaba con el oficio de sastre, cumplía hasta las tres de la tarde y venía para el área. También di clases en otros combinados deportivos hasta que decidí quedarme en la Fábrica de Confecciones porque ganaba un salario histórico», explica.

Sin embargo, su pasión por el tenis lo mantenía raqueta en mano en los ratos libres, hasta que se retiró y volvió a la instalación de Vía Blanca y Boyeros.

«Empecé a ayudar a Chay con sus alumnos, traía a mi nieto Neylán Morales, quien se fue superando y actualmente integra el equipo nacional. También una sobrina llegó hasta ese nivel desde esta área», señala este ferviente bailador de jazz.

«Vengo dos o tres días a la semana. Llegan amigos y jóvenes interesados en este deporte. Les enseñamos la técnica y compartimos. Algunos pertenecen al grupo de veteranos porque sobrepasan los 35 años de edad. Esa es la primera categoría y la última va de 65 en adelante. A mí me toca enfrentar a rivales menores, pues no existe un nivel de 80 para arriba. Estoy aquí, divirtiéndome», señala.

Chay y Cabrera ponderan el interés y sacrificio de las personas que dedican parte de su tiempo a las prácticas, como Rafael Pérez, también de 82 años, quien hace una década enfrentó una delicada operación de cáncer que lo alejó de las canchas. Tras una larga recuperación no vaciló en retornar y lo hizo como siempre: victorioso. Sin dudas se trata de un ejemplo dentro del grupo, pues transmite alegría, optimismo y armonía.  

Cabrera quiso enviar un consejo a los jóvenes: «en vez de estar en casa sedentarios, vengan aquí. Creo que ya nos están oyendo. Se unen cada vez más, pasan, nos ven con estos años tan felices y ágiles, y se embullan».

El grupo se nutre cada vez más con entusiastas de diferentes edades y profesiones, como estomatólogos, directivos, pilotos, profesores y médicos. No faltan las mujeres.

Activos y jubilados buscan un tiempo semanal para oxigenarse con esta familia que brinda afecto y buenas vibras a ritmo de raquetazos.