Doha, Catar.- LOS ÚLTIMOS suspiros del Campeonato Mundial de Atletismo se dieron en esta ciudad, donde el domingo mejoró el agobiante calor de sus noches más recientes, como para acompañar amablemente la despedida de una cita con muchos aciertos, pero también demasiadas asignaturas pendientes.
Los cataríes pusieron todo su empeño para crear un ambiente deportivo, en un país donde no es muy popular el atletismo, y derrocharon energías y recursos para convertir el evento en un ensayo de la gran puesta en escena que tienen a la vuelta de la esquina: la Copa Mundial de Fútbol de 2022.
Como espectáculo, el certamen cumplió con las expectativas. La presentación de cada prueba alardeó de tecnología y buen gusto, no fallaron en la organización de los horarios, y el transporte nunca fue un problema, a pesar de lo congestionado del tráfico en las amplísimas avenidas de esta urbe.
El Khalifa Stadium se convirtió en testigo de no pocas hazañas desde la pista, el cajón de saltos o los lanzamientos. La estadounidense Daliah Muhamman fijó un espectacular récord mundial en los 400 metros con vallas, su compatriota Allyson Felix se convirtió aquí en la más “dorada” de la historia en estas lides, en las que por primera vez se corrieron de noche las maratones y las pruebas de marcha.
Este inédito horario se convirtió en el primer tema polémico de la justa. El sofocante calor que abatió a casi la mitad de las concursantes femeninas de la maratón despertó las primeras de muchas críticas, que luego fueron creciendo debido a la poca asistencia de público al estadio y la apatía general de los anfitriones por un deporte del que poco conocen.
Es cierto que esa es la impresión que más contrasta cuando la presencia de los mejores atletas del mundo pasa casi inadvertida. Los espacios en blanco fueron notables en casi todo el graderío del muy iluminado escenario competitivo, aun después de que los organizadores comenzaron a ofrecer entradas gratis en busca de minimizar los señalamientos.
Solo se pudo hablar de un “casi” lleno el día en que su ídolo, Mutaz Essa Barshim, logró su segundo cetro consecutivo, pero incluso en esa ocasión uno presentía que no todos sabían lo que estaba sucediendo.
Los siempre rítmicos aplausos que incitan a un buen salto no fueron espontáneos esta vez. Y mientras en cualquier otra plaza los más conocidos campeones apenas pueden transitar con tranquilidad ante el “acoso” para una foto o una firma, en Doha, donde es cierto que pocos caminan por sus calles, muchos seguramente ni reconocen al famoso que pasó por su lado en ropa deportiva…
De artificial y aséptico han calificado muchos el ambiente del Mundial en el estadio, donde los publicitados “cañones de aire” –cuyo funcionamiento costó 81 millones de euros– ayudan a mitigar las altas temperaturas, pero al mismo tiempo crean un panorama que se antoja ficticio.
Alguna prensa, sobre todo la española, ha arremetido en todo momento contra la Iaaf y los organizadores por estos temas, y llegaron a echar leña al fuego cuando para colmo de males un incidente sacó inicialmente del podio al ahora ibérico Orlando Ortega en los 110 metros con vallas.
El presidente Sebastian Coe ha rebatido cada una de esas críticas, defendido la elección de Doha e incluso, en más de una ocasión, tomó como referencia de calor aquella versión de Sevilla 1999, cuando los termómetros alcanzaron 40 grados celsius.
Lo cierto es que grandes estrellas como Michael Johnson y Carl Lewis también se han unido en el empeño de resaltar lo malo. Hablan de cambios que necesita su deporte, más allá del generar dinero, y aseguran que el atletismo anda estancado respecto a otras federaciones que avanzan.
¿Quién tiene o no razón? ¿Son ciertas todas las críticas o se exagera solo por generar la polémica? Preguntas que no tienen una sola respuesta, pues diverso como el mismo deporte rey se antoja el panorama.
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