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Baloncesto: España regresó a la Luna

Desde el oro en Japón 2006, el equipo solo ha faltado dos veces al podio en los grandes torneos: en los mundiales de 2010 y 2014. 


Tomado de El País/ España
lunes, 16 de septiembre de 2019 03:31 AM



Foto: Tomada de El País

Beijing.- ESPAÑA regresó a la Luna 13 años después. En Pekín estaba la huella de Saitama. La selección conquistó el segundo oro mundial de su historia tras domar con autoridad a Argentina en la final (75-95). 

Los de Scariolo alcanzaron en China la 19ª medalla de su baloncesto masculino, la 13ª en lo que va de siglo, cuando la irrupción de los Juniors de Oro cambió para siempre la dimensión de su enciclopedia.

Desde el oro en Japón 2006, el equipo solo ha faltado dos veces al podio en los grandes torneos: en los mundiales de 2010 y 2014. En este tiempo: cinco oros, tres platas y tres bronces, para un total de 11 medallas en 13 campeonatos. Una secuencia memorable que en el torneo de la resistencia encontró una escapatoria gloriosa para esquivar todos los destinos pesimistas.

Cuando los expertos, e incluso la lógica, anunciaban el repliegue, la resiliencia y la ambición protagonizaron un conmovedor rebrote de prosperidad que acabó bañado en oro.

Sucumbió Argentina a una determinación que viene de lejos porque les sale del alma heredada. El póster de Japón, con Pau Gasol, Juan Carlos Navarro, Felipe Reyes, Jorge Garbajosa, Carlos Jiménez, José Manuel Calderón, Sergio Rodríguez, Álex Mumbrú, Carlos Cabezas, Berni Rodríguez, Pepu Hernández, Marc Gasol y Rudy Fernández, encontró un relevo dorado en China.

Repiten cima Marc y Rudy, artífices de una final gobernada con autoridad por España pese al coraje titánico de la albiceleste. Se vieron 22 abajo los de Scola, que sufrieron el mismo rodillo que Grecia hace 13 años, y no dejaron de luchar. Pero España era campeona, con Ricky como MVP del Mundial (20 puntos en la final), con otros cinco jugadores en dobles dígitos de anotación y con una impactante puesta en escena con la que devoraron a la fiera rival.

Cuestión de biorritmos, para Argentina el partido del éxtasis había sido el de cuartos ante Serbia, y para España, la semifinal ante Australia. La memoria reciente mejoró la tensión y la capacidad de reacción de la selección desde los tacos de salida.

Se presentaron los de Scariolo con un parcial de 2-14 en los primeros cuatro minutos, con una defensa apoteósica, con Oriola en el quinteto, por si las chispas, y con una aplicación colectiva voraz.

Pero Argentina se quitó el miedo escénico, al rival y al escenario, con los puntos de Brussino y las galopadas de Campazzo. La albiceleste rompió a sudar y a la selección se le destempló su efervescencia. El resultado fue un 11-0 de vuelta que, tras un dos más uno de Deck, equilibró el pulso (13-14).

Se medían dos ejemplos de carácter, fortaleza defensiva y optimización de recursos. Y de todos ellos fue tirando Scariolo. Con el refuerzo de Pau Ribas, Claver y Willy, España armó otro estirón antes del final de cuarto y recuperó gran parte de la renta y de las sensaciones iniciales. Sin llegar a cuajar, la primera embestida había servido a la selección para delimitar el territorio de la confianza y para comenzar a manejar las sístoles y diástoles del juego.

Se atribuló Argentina cuando descubrió que Marc ya descansaba y, sobre la pista, el brío de Willy podía con la solemnidad de Scola. Entrando por la veta de las dudas, Rudy encontró un filón con dos triples consecutivos que descosieron el marcador (14-31, m. 12). El único que supo escapar del diván fue Laprovittola que, con siete puntos de bravura y de sutura, evitó que el despegue español comenzara a tener tintes inabarcables (21-31, m. 14).

Scola, que había entrado antes en boxes que Marc, tuvo que regresar también antes de lo previsto. La cuestión es que llegó a tiempo para poner un punto de calma antes de que cundiera el pánico en su camada. Pero, para entonces, Ricky era más que Campazzo y Laprovittola juntos, y el juego en manada de España había fumigado a la marabunta albiceleste (31-43, m. 20).

Las cabezas gachas de los jugadores rumbo a la caseta eran señal de extenuación en España y de dilema en Argentina. Unos habían tirado de piernas sin darle muchas vueltas a la cabeza y los otros estaban agobiados por no haber podido correr. Una vez que tomaron carrerilla en China, ambos equipos habían llegado al último día del campeonato casi sin respirar, para no reparar en su agotamiento y en su inconsciencia. Cuando Argentina se vio obligada a pensar no fue capaz de rescatar su locura.

La hoja de contabilidad al descanso revelaba una España optimista y gremial, impulsada por la hiperactividad productiva de Rudy y por su sólido dominio del rebote (15-26, 10 en ataque), la estadística del hambre. Marc y el propio Rudy habían consolidado la ambición española buscando con furia cada pelota para repartirla después con generosidad.

Los dos veteranos del equipo de Scariolo sumaban en los primeros 20 minutos las mismas asistencias (6) que toda Argentina junta. Apenas Campazzo había encontrado rendijas en otra defensa para el museo de la selección.

Marc y Rudy, 13 años esperando este día, enseñaron la ruta a los que lo llevaban esperando toda la vida. Con Ricky siempre como faro, con Oriola como factor sorpresa, con Juancho sudando adrenalina y con los capitanes aportando equilibrio, España rompió el partido con una espectacular sacudida en la reanudación. En menos de cinco minutos el rugido fue de 2-12 para rebasar la frontera de los 20 de ventaja (33-55, m. 25).

Los gritos de Scola a los suyos sonaban a reproche en lugar de a espuela, y Vildoza se lanzó a la pista para armar un plan kamikaze que salvaguardó el orgullo, pero no arregló del todo las cosas para la albiceleste. Los 22 de desventaja llegaron a convertirlos en ilusión de remontada, pero no les bastó.

A España le hervía la sangre, a Argentina no le alcanzó el corazón. El ganador podía estar orgulloso, el perdedor podía estar tranquilo. Cuenta la leyenda que la muralla china es la única construcción humana que puede verse desde la Luna. Allí viajó para comprobarlo por segunda vez en su historia la España más inesperada y conmovedora. Una España con un orgullo de oro.

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