La Habana.- LLEGAR al combinado deportivo que radica en el estadio Frank D’Beche, del municipio capitalino de Guanabacoa, permite constatar múltiples variantes para el deporte de base. La única premisa es amar lo que se hace y eso queda claro cuando se conversa con los protagonistas de estas historias.

Ellos llegaron al deporte por caminos diferentes y ascendieron a niveles distintos. Unos fueron parte de equipos élite, para otros el sueño acabó en una selección provincial. Sin embargo, los une un empeño común: desarrollar desde la masividad la especialidad a la que se han dedicado.

Los otrora lanzadores Frank Javier Menéndez y René Espín sintieron la presión de actuar en grandes escenarios. En parte de sus vidas tuvieron como “casa” al estadio Latinoamericano y ahora integran un colectivo empeñado en mantener el rango del béisbol en esta localidad.

«Lo más importante es formar a los muchachos y no solo en el deporte», asegura el “profe” Frank, como le llaman sus alumnos con respeto, porque le ven como ejemplo más allá del béisbol.

Complicada se torna en ocasiones la labor. Escasean los materiales y algunos talentos se pierden porque los padres no tienen condiciones para apoyarlos como se requiere. Por suerte son muchos los que perseveran y se mantienen.

«Se dificultan los materiales, los uniformes. La mayoría de las veces se resuelve con recursos de los padres, aunque no todos pueden. También tenemos variantes, hay casi 100 pelotas aquí y muchas son reparadas por nosotros mismos. El tema es no parar», comenta el industrialista.

Esa máxima también la defiende Espín, un hombre de muchos más años dedicados al béisbol y quien disfruta enseñar tanto como lo hacía al encaramarse en el box…

«Me gusta el trabajo con los niños y jóvenes, que interioricen las enseñanzas, lograr que lleguen a ser alguien en la vida. Se pasa trabajo, hay dificultades, pero vale la pena el sacrificio», confiesa sin desconocer que su realidad fue distinta a la de ahora.

«Lo nuestro es trabajar y que el muchacho sienta su desarrollo. Uno sufre bastante, porque jugamos muchos años y cuando las cosas no salen bien se sufre. Me pasó como atleta: a veces fallé. Por eso trato de hacer con ellos lo que hicieron conmigo, darles el apoyo que me dieron», confirma tras casi 10 años de labor aquí.

JUDO DESDE EL ACTIVISMO

A pocos metros de distancia del terreno de béisbol se practica otro deporte, uno que no requiere de bates ni pelotas, sino de kimonos y el tatami.

Niños de entre 5 y 9 años son los protagonistas, todos atentos a las explicaciones del profesor Omar García, quien muestra cara de disfrutar más lo que hace que los propios alumnos.

Sucede que para él esto es una fiesta… Una fiesta a la que llegó como voluntario, motivado por el amor al deporte del que fue parte como atleta, llegando incluso a la preselección nacional. Nunca, sin embargo, estudió en la universidad.

«Soy cuentapropista, elaboro y vendo dulces, pero el judo es mi pasión… Un día vi que el profesor Pedro Luis no daba abasto con tantos alumnos y le propuse ayudar como activista», recuerda sobre una decisión tomada hace seis meses y que le hace totalmente feliz.

«No solo tenemos niños que llegan por su interés desde las escuelas, también a otros con problemas médicos que se acercan para mejorar, entre ellos los autistas e hiperactivos. A todos los atendemos en una tarea de mucha paciencia», dice quien fuera alumno de Ronaldo Veitía a finales de los años 70.

«No hay ganancia material en lo que hago, solo me compensa el amor por el deporte, ver cómo los niños aprenden y van creciendo dentro de la actividad física. Y más que todo es una manera de agradecer a la disciplina que me hizo un hombre de bien», asegura con orgullo este guanabacoense de 55 años, quien ya se propuso volver a las aulas en septiembre para capacitarse como profesor habilitado.

VOLEIBOL, LA ÚLTIMA PARADA

El último momento de la visita al D’Beche nos llevó al pequeño espacio del voleibol y ahí, junto a sus alumnos, como si fuera uno más por su juventud, se encontraba Orestes Martes Pérez.

Graduado de la Escuela Provincial de Profesores de Educación Física hace tres años, y con el segundo curso vencido de la Licenciatura en Cultura Física y Deportes, Orestes encarna la imagen de lo añorado para las nuevas generaciones.

Vinculado al deporte de la malla alta desde la escuela primaria, eligió el magisterio como su forma de vida. Enseñar le ofrece la mayor de las satisfacciones… «Al principio me fue difícil, hay que tener mucha paciencia, pero me encanta lo que hago: enseñar a los muchachos a jugar voleibol. En ocasiones ni te das cuenta de que lo has conseguido y te preguntas: ¿Cómo lo logré?».

Así siente este joven encargado de tres categorías, a decir 11-12, 13-15 y 16-18 años, quien se apoya en dos activistas y ya logró el campeonato provincial en 2018 con los escolares. Vive totalmente enamorado de la profesión escogida.

«Llegué al terreno sin conocer la práctica, teniendo como base la teoría. Pasé trabajo al principio. Por suerte me han guiado mucho Loraisi, la directora del combinado, y Teresa Puebla, la subdirectora municipal», comenta cuando de agradecer se trata.

«Entrenar en el horario de la tarde, cuando los chicos vienen cansados de la escuela, resulta lo más complicado, aunque a ellos les sirve para soltar el estrés», explica antes de reconocer el fundamental apoyo de los padres.

«Ver a un muchacho jugar bien al voleibol es mi mayor satisfacción. Sueño con ser entrenador del equipo nacional», adelanta con brillo en la mirada y agradecido de poder dedicarse a lo que le hace feliz.

Así son el deporte de base y algunos de sus protagonistas. Estas historias no son exclusivas de Guanabacoa, en muchos rincones de Cuba encontramos a hombres y mujeres como Frank Javier, Espín, Omar u Orestes… Gente convencida de que aportan al mantenimiento de un sueño.