La Habana.- TRAS las ediciones precedentes en México (1955) y Chicago (1959), los IV Juegos Panamericanos volvieron en 1963 al escenario sudamericano, esta vez a la ciudad brasileña de Sao Paulo, donde se reunieron 1784 deportistas, casi 730 menos que cuando esta competencia nació en 1951 en la cercana geografía de Buenos Aires.

Obedeció a que en esta versión se redujo la inscripción de tres a dos atletas en cada una de las pruebas individuales, pero no descendió la cantidad de países con 21 por la entrada de Barbados, a pesar de que no intervinieron República Dominicana, Nicaragua, Haití y Bermudas, relata en su libro el periodista e historiador cubano Enrique Montesinos Delvaty.

En la justa celebrada del 20 abril al 5 de mayo, por tercera vez consecutiva se impuso Estados Unidos con 201 medallas (109-56-36), destacándose las 22 pruebas ganadas en atletismo de 33 convocadas (que incluyó la marcha deportiva).

De sus campeones, el titular olímpico en Roma 1960 y recordista mundial en salto de longitud con 8.35 metros, Ralph Boston, privilegió la cita en Sao Paulo.

En equitación logró todos los títulos y también se impuso en clavados, esgrima, lucha, levantamiento de pesas, nado sincronizado, remo, pentatlón moderno y natación, en la que consiguió 27 doradas de 28 posibles.

Los norteños igual demostraron superioridad en tiro (13 de 14 coronas), en lid en que compitió el mexicano Mario Vázquez Raña, quien en 1975 se convirtió en el presidente de la Organización Deportiva Panamericana (Odepa) por casi dos décadas. Falleció en febrero del 2015 a la edad de 82 años.

En Sao Paulo también participó su hermano Olegario, quien con el cuarto lugar individual contribuyó a la conquista de la medalla de plata por equipos en fusil posición tendido, mientras en la prueba de tres posiciones ambos integraron el conjunto ubicado quinto.

Por naciones Brasil estrenó el segundo puesto, al aprovechar muy bien su condición de anfitrión, gracias a sus triunfos en cuatro de los siete deportes colectivos: polo acuático, voleibol de sala y playa, y fútbol, en este último arrebatándole la supremacía a los argentinos.

Igual los anfitriones fueron los más sobresalientes en boxeo, disciplina en la que Cuba conquistó la medalla de oro en la división de 60 kilogramos por intermedio de Roberto Caminero, bien conocido por el sobrenombre de “Chocolatico Pérez”, por el color de su piel y el apellido materno, contó Montesinos en su enjundiosa obra.

La Mayor de las Antillas sumó otras tres doradas, seis de plata y cuatro de bronce para anclar en el quinto peldaño con una delegación de 64 atletas, de ellos 49 hombres y 15 mujeres.

Enrique Figuerola, quien en Chicago 1955 entró tercero en los 100 metros planos, esta vez protagonizó una de las actuaciones más relevantes para América Latina, al subir a lo más alto del podio. Venía precedido de un cuarto lugar en los Juegos Olímpicos de Roma 1960

Los demás títulos de la Isla fueron gracias a que el béisbol recuperó la corona y a la esgrimista Mireya Rodríguez en florete.

Atletismo (4), gimnasia artística (1) y boxeo (1) sumaron platas, y estos dos primeros deportes los metales de bronce con 1 y 3, respectivamente.

Otra latina que tuvo un excelente desempeño fue la jabalinista chilena Marlene Ahrens, quien refrendó su triunfo de cuatro años atrás en unos juegos en que las mujeres compartieron por primera ocasión la Villa Panamericana.

Canadá demostró sus potencialidades al adueñarse del tercer peldaño.

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