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ABRIL, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Los “pacíficos” Guerreros de Centro Habana

Una historia sobre la enseñanza del taekwondo como vía para la formación de mejores seres humanos.


Por: Lisset Isabel Ricardo
(lisset.ricardo@inder.gob.cu)
martes, 23 de abril de 2019 12:05 PM



Frank en plena faena. Foto: Calixto N. Llanes

La Habana.- VINCULAR durante casi dos décadas el trabajo profesional de cocinero con la enseñanza del taekwondo ha exigido de Frank Rendón Guerra mucho sacrificio y entrega. Sin embargo, a sus 54 años de edad lo sigue disfrutando como el primer día.

Desde pequeño le gustó el deporte, en especial los de combate. Practicó boxeo, lucha y como judoca estuvo en la Eide de Isla de la Juventud, mas extrañaba a su padre y la abuela y retornó a Marianao, el sitio en que se crio.

Desde los 18 años trabajó como ayudante de chapistería; albañil y cortador de caña en el Ejército Juvenil del Trabajo; operador de calderas en la refinería Ñico López; vendedor en varios agromercados de La Habana Vieja y jardinero en Cayo Largo del Sur.

«Me gustaba manejar, pero en el cayo pasé un curso de lunchero y en ese oficio me estabilicé desde 1997, en el restaurant Siete Mares del Vedado. Luego me esmeré en mi superación y llegué a Chef de cocina internacional», cuenta animado.

En 1999 Frank perdió a su mamá y buscó en el deporte la forma de mitigar su depresión: «En judo obtuve cinta marrón, eso permitió iniciarme en el taekwondo en un área del Pabellón Cuba, dirigido por el séptimo Dan Julián Reina. Estudié mucho, me concentré en eso y con los años conseguí el quinto Dan, igual con la ayuda de los maestros Gilberto Pérez y Juan Carlos Palma».

Recuerda el apoyo de su esposa Beatriz; de sus hijos que le han regalado una nieta cada uno; y del profesor Antonio García, quien en el año 2000 lo acogió como ayudante en la Escuela Raquel Pérez de Centro Habana. Ahí, en sus días libres, empezó el trabajo comunitario que continúa en la Escuela de Teatro de la zona de Cayo Hueso.

«Me he familiarizado con el trabajo con los niños. Llegan con diferentes características, pero he podido observar como mejoran la disciplina, aprenden a saludar, a comportarse. Insisto en que si aquí llegan tarde lo harán luego en su centro de trabajo».

Frank tiene en su colectivo al veterinario y cuarto Dan Félix Agüero Díaz, y a los jóvenes instructores Félix Agüero y Wilson Corrales, segundo y primer Dan, respectivamente.

«La atención no ocurre solo en el área, pues tenemos alumnos con familias disfuncionales y nos acercamos lo más posible. Si algún muchacho se enferma lo visitamos. En ocasiones compartimos en actividades recreativas y siento que lo agradecen», relató.

«Es muy importante el rigor, el comportamiento, inculcarles valores. A veces no quieren entrar a la Eide, pero tratamos de convencerlos sobre la posibilidad de un futuro en el deporte. Hablamos con los padres porque nuestros esfuerzos tienen también el objetivo de que promuevan a esos centros», reconoció.

Tiene alumnos de diferentes grados o cinturones, obtenidos por la maestría y habilidad física, pero también por la progresión en cuanto a actitudes de respeto, constancia y conducta.

Frank y su equipo quisieran tener mejores condiciones en el área, como un baño y el local para resguardar sus medios. Existe la posibilidad, pero la dirección de la escuela no lo permite.

«Siempre hay objeciones, pero nos unimos y contamos con el apoyo de los padres, quienes colaboran en las graduaciones, los pases de cinta, las exhibiciones y las actividades festivas, siempre sin bebidas alcohólicas ni cigarros.

Muchos de los familiares presencian las clases a partir de las cinco de la tarde, de manera que JIT quiso escuchar alguna apreciación...

Elisbey Cervantes, mamá de Karel García, un adolescente ya “veterano” por sus casi cinco años en estas clases, elogió el proyecto en tanto puede ayudarlo a enfrentar armoniosamente la vida sin involucrarse en “malos pasos”. 

«Mi hijo nunca estaba quieto y el sicólogo sugirió vincularlo al deporte. Aquí gasta energías y está más estable y disciplinado. Igual se refleja en la escuela», comentó.

«Karel no es la excepción, han pasado otros con serios problemas y se transforman para bien. No solo aprenden el deporte, sino a ser más controlados y pacíficos. Eso nos tranquiliza. Agradecemos la labor de Frank y su colectivo», concluyó.

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