La Habana.- UNO DE los más graves problemas que enfrenta la sociedad actual tiene que ver con las consecuencias del sedentarismo.
La falta de ejercicio físico, vinculada a las facilidades que la vida moderna nos proporciona, se ha convertido en un dispositivo que activa un conjunto de enfermedades.
Hay tres cuestiones fundamentales para detener el proceso de envejecimiento y evitar los padecimientos: la actividad física, la nutrición y saber manejar las tensiones sicológicas.
Los estudios sobre el envejecimiento y las patologías se debaten acerca de si estas se encuentran en nuestra naturaleza o son fruto de la vinculación con el medio social y natural que nos rodea. Se ha concluido que los factores actuantes son: los genes en un 25-30 % y los ambientales en el 56-75 %.
Entendemos como factores ambientales aquellas condiciones externas al organismo que inciden en el comportamiento, dígase adicciones, sedentarismo, obesidad y estilos de vida que se apartan de los hábitos de salud.
El cáncer, los trastornos cardiovasculares, la arterosclerosis y la diabetes resultan las enfermedades que con mayor frecuencia causan la muerte. También están las mentales, básicamente el distrés y la depresión. Se ha determinado que al menos 119 patologías se amortiguan o desaparecen por medio del ejercicio físico. La persona activa sufre menos, se interna menos, consume menos medicamentos. Vive más.
Una gran cantidad de hombres y mujeres no tienen iniciativas porque carecieron de experiencias corporales atractivas. No disfrutan del cuerpo. Ante eso, por indicación médica o ante la movilización que produce la declaración de una enfermedad, se incorpora al ejercicio pero al poco tiempo lo abandonan.
Un estudioso del tema plantea: «Para mantener el efecto del entrenamiento es preciso hacer actividad física en forma regular, ya que el estado cardiorrespiratorio se pierde considerablemente en 15 días de no hacer nada. Después de 10 semanas es como si nunca se hubiera puesto las zapatillas. El ejercicio tarda entre 8 y 10 semanas en poner en funcionamiento los distintos sistemas del cuerpo y en mejorar el metabolismo».
Estar en forma incluye categorías que van desde la salud cardiovascular y respiratoria hasta la composición del cuerpo, la fuerza muscular y la flexibilidad.
Los ejercicios apropiados se traducen en reducciones en diversos índices del estrés, como la tensión neuromuscular, el ritmo cardiaco en reposo y algunas hormonas relacionadas. La actual opinión clínica sostiene que la actividad física tiene efectos emocionales beneficiosos en todas las edades y géneros.
Los practicantes sistemáticos son más independientes, pacientes y optimistas, tienen mejor sentido del humor, confianza en sí mismos y estabilidad emocional. Poseen mayor extroversión y sociabilidad, y un menor neuroticismo.
La práctica física debe ser dirigida por expertos, es decir por entrenadores, médicos y otros especialistas, quienes realizarán las acciones que apoyen el desenvolvimiento adecuado de la persona, como el examen médico previo.
Hay enfermedades denominadas subclínicas, pues quien las posee no presenta síntomas evidentes y solo la pericia del médico puede determinarlas y adecuar el plan de entrenamiento.
Muchas personas se “arrebatan” con la realización de ejercicios, sin la ayuda de expertos e incorporando el consumo de medicamentos y los refuerzos nutricionales. Eso puede ser negativo para el organismo sin un previo control.
En 1987 fui invitado al Congreso de la Comisión Panamericana de Medicina del Deporte, en el marco de los Juegos Panamericanos de Indianápolis. En uno de los talleres leí la siguiente idea: «Cuando tengo ganas de hacer ejercicio me acuesto hasta que se me pase», con la firma de Mark Twain.
El ponente no estaba en contra del ejercicio físico. En verdad quería advertir sobre la práctica inadecuada de este. Habló de 60 casos de muerte súbita por esta razón.
Si bien no podemos tener bienestar subjetivo y salud sin ejercitarnos, tampoco podemos hacerlo a nuestra manera.
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