PARA lograr elevados rendimientos con los cuales satisfacer ambiciones económicas y ensanchar el ego, muchos deportistas consumen sustancias prohibidas y se convierten en mercado seguro para laboratorios farmacéuticos y la industria de la tecnología médica.
Los primeros crean sustancias y métodos dopantes cada vez más sofisticados, en tanto la segunda desarrolla técnicas para que un producto pase inadvertido por el sistema antidopaje de las instituciones y agencias encargadas del tema.
El dopaje es un procedimiento que viola los principios del movimiento olímpico y se erige en fuente de conflictos para la vida de los atletas, toda vez que daña su salud y moral.
Esta nociva práctica llega a perjudicar también a compañeros de equipo, si se trata de las llamadas modalidades con pelota o aquellas en que actúan conjuntos.
En una cuarteta de atletismo, por ejemplo, al aparecer uno de sus integrantes dopado, los demás perderán también sus medallas sin que hayan cometido trampa alguna. Esos daños emocionales, deportivos y hasta financieros alcanzan en muchos casos al entrenador, los familiares y amigos.
Como argumenta Alejandro Sosa, según el Comité Olímpico Internacional (COI) el doping es la administración o uso por parte de un atleta de cualquier sustancia ajena al organismo, o cualquier sustancia fisiológica tomada en cantidad anormal o por una vía anormal, con la sola intención de aumentar de un modo artificial y deshonesto su actuación en la competición; antes, durante o después de la competencia misma.
Pero el problema no tiene que ver con las sustancias mismas. Hay deportistas que por razones de salud deben usar medicamentos incluidos en la lista de prohibiciones. Ante ello, basta con informarlo de manera adecuada a las comisiones encargadas para que no se le considere como infractor.
Lo grave es la mentira y la falsedad que encubre la alteración del funcionamiento normal del organismo con el fin de obtener ventajas frente al adversario.
Existen diversos programas educativos dirigidos a advertir al deportista de los inconvenientes del dopaje, los cuales solo tienen efectos favorables cuando se acompañan por los elementos formativo, afectivo y de orientación.
Se ha probado que la unidad de entrenamiento desarrollada con alta calidad, junto a la recuperación, la nutrición y el estado sicológico adecuados conduce a resultados relevantes sin necesidad de apelar a sustancias prohibidas.
Nada hay más poderoso que la relación volitivo-moral en un deportista, pues junto a la práctica física tiene lugar la orientación educativa del profesor y de la red social en que se está inmerso.
El desempeño humano demuestra la existencia de actos heroicos que solo son explicables por medio de la interiorización consciente de motivaciones morales elevadas.
El sentido del deber, el valor que confiere la responsabilidad, la laboriosidad, la disciplina, el amor a la patria y a lo que se representa en una arena deportiva constituyen estímulos que transforman valores (conocimientos) en impulsos.
Esa “fuerza” brinda consistencia a las ejecuciones, sostiene el esfuerzo y ofrece la capacidad de controlar la tensión y las sensaciones desagradables, todo lo cual conduce al máximo rendimiento posible.
He apreciado estos límites en muchos de los grandes campeones cubanos, sin que consideraran las medallas como un fin, sino como medio para el desarrollo armonioso de sus personalidades, sobre la base de que los triunfos significan más que todo un reconocimiento al esfuerzo, la disciplina y la verdad.
Palpé muchas veces la sensación de orgullo y satisfacción que sentían sus corazones al compás del himno nacional y con la presea en el pecho. Experimentaban la elevada dignidad que brota cuando se ha librado éticamente la contienda deportiva.
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