El poder del perenne batallar
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Una operación del corazón es su imponderable inmediato, pero el diálogo comenzó en busca de sus antecedentes.
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La Habana (17 ago).- PRÓXIMO a cumplir 70 años Guillermo Martínez Ginoris respira el mismo aire que le ha llevado a ser atleta, esposo, padre y directivo de voz muy autorizada en el polo acuático.
Con un hablar mezcla de citadino y campechano, no teme a pregunta alguna, como tampoco a situaciones difíciles, pues su filosofía de vida es vencer a todo costo.
Su esposa Mayda, quien se denomina «la mujer detrás del gran hombre», es soporte imprescindible de más de medio siglo para quien contribuyó a signar los destinos de la bola mojada en el continente americano por cerca de un decenio.
Hoy —retirado— disfruta de su condición de Miembro Honorario de la Federación Internacional de Deportes Acuáticos, conocida por FINA por sus siglas en inglés.
Una operación del corazón es su imponderable inmediato, pero el diálogo comenzó en busca de sus antecedentes.
«A mi padre, José Martínez Suárez, un emigrante asturiano que se hizo de una bodeguita, le gustaba mucho el deporte. A él le debo prácticamente toda mi historia atlética posterior», afirma.
«Nací el 25 de junio de 1943 en La Habana Vieja y a los seis años estaba cruzando la bahía de La Habana a nado. Lo único que gané de aquella “hazaña” fue una intoxicación en la piel que me llevó a ser tratado en el entonces Centro Asturiano, hoy Hospital Covadonga, con baños sulfurosos», añade mientras sus ojos muestran la nostalgia de la evocación.
¿Y cuándo pasó a lo competitivo?
En un viaje que hicimos a Asturias para conocer a la abuela, en el pueblo de Luarca nadaba y empecé a destacarme en un maratón en Gijón. Quedé segundo y me invitaron a las regionales y gané tres o cuatro eventos.
En el regreso a Cuba mi padre conoció a un directivo del club Cubanaleco. Resultó ser el padre de Waldimiro Arcos, quien no había nacido. Él nos hizo socios del club, que era de deportes y exclusivo para aquellos que trabajaban en la Compañía de Electricidad, y ahí fui nadador.
¿Qué le lleva al polo acuático?
Una indisciplina. Estuve suspendido un año como nadador. Cometí una falta y cuando regresé Alberto Amaya Cano, que era lo que es hoy un comisionado, me salvó. Me preguntó si quería hacerme polista y todavía vivo por el polo.
¿Cómo recuerda los Juegos Centroamericanos de Jamaica?
Fue mi primera competencia representando a Cuba en un evento multidisciplinario. Ahí participé como nadador, en el relevo, y logramos bronce. Como polista tuve bautizo en 1966, en Puerto Rico, cuando viví la proeza del barco Cerro Pelado.
Tengo en mi mente cómo desembarcamos, los botes, la solidaridad de los puertorriqueños, la decisión de Fidel y cómo enfrentamos a quienes nos quisieron “joder”.
José Llanusa, que era presidente del INDER e iba al frente de la delegación, nos trasmitía el mensaje del Comandante en Jefe. Fueron días de gloria, te reitero.
¿Cuáles técnicos le impresionaron?
El húngaro Karoly Laky. No solo nos dio los rudimentos para crecer como polistas. Nos llevó a ser hombres íntegros.
¿Y de los jugadores?
Como portero Oscar Periche, atacantes-defensores Nelson Domínguez y Jorge Rizo y como director en Cuba sin dudas Juan Almeneiro.
¿Se siente entre los padres del polo acuático cubano contemporáneo?
Soy parte de la generación que comenzó a hacer polo acuático en serio en Cuba, pero no estoy entre los padres. Hay otros muchos que se deben mencionar.
¿Cómo ves ese deporte actualmente?
Hay talento, muchachos veloces sobre el agua, fuertes, con técnica, pero les falta competencia. Ese es el talón de Aquiles. Cuando más sobresalimos contamos con ello, con el intercambiar con oponentes, y llegamos a ser temidos lo mismo en América que en Europa.
Su hermano Eugenio es también directivo de la FINA.
Sí, también fue polista y ahora ocupa el puesto como miembro del buró de la FINA. Hizo méritos para ello, y no lo asumió porque fuera mi hermano. Está como enlace con los atletas de la FINA.
Yo fui durante 13 años enlace del buró con el Comité Técnico del polo. Los comités son los que desarrollan las competencias. Ejecutan lo que está escrito.
¿Cómo es su familia?
Ya te mencioné a Eugenio, y mis otras dos hermanas no viven en Cuba, como mi hija. Aquí tengo a mi esposa y mi hijo. Guillermo II, que representó como polista a Cuba en las olimpiadas de Barcelona’92. Lo llamo Guillermo II porque hay un Guillermo III, mi nieto, el centro de atención de todos, ese será atleta. Hoy te lo digo.
Hablemos de Olimpiadas, pues tras 10 concurrencias consecutivas no fue a la de Londres.
Soy uno de los cubanos con mayor presencia en olimpiadas, pero eso no es lo importante. Estar en una competencia olímpica es lo más grande para cualquier atleta o federativo. Realmente ahí sabes quiénes son los mejores de verdad.
Esta de Londres la he visto por el televisor, desde el primer día. Hay calidad, mucha calidad en los competidores y no solo en el polo acuático.
El mundo anda acelerado con la aplicación de la ciencia en el deporte.
¿Pero por qué no fue a Londres?
Por mi culpa. Solo yo soy responsable. Unos días antes de mi salida apenas podía caminar y los médicos del Hospital Cardiovascular, aunque me dieron el alta, me aconsejaron no viajar. Estaba pesando 350 libras y aunque antes, con 200 o 210 competía, no es lo mismo a los 69 años.
Mi gran oponente es la gula. Comía de todo y sin medida, a sabiendas de que me hacía daño. Hoy he variado totalmente la dieta.
Malanga, algún plátano, zanahoria y pescado o pollo son la constante por estos días. Ahora todo es sin grasa y sin sal, y he bajado 35 libras, pero tengo que dejar en el camino otras 80, como mínimo. ´
Es difícil, pero lo enfrento como para ganar el oro olímpico.
¿Por qué ese afán?
Tengo una operación del corazón pendiente y no es solo por la salud, Guillermo III, que será polista olímpico, lo exige sin aún hablar. Con su mirada de meses me lo pide.
Así concluye entre bromas futuristas, con el nieto en brazos, su gran desvelo, Guillermo Martínez Ginoris, lobo de mares y ríos primero, de piscinas más tarde, hoy de un hogar que regenta a fuerza de ejemplo.
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