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Ochenta con el deporte y Fidel
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El pasado miércoles cumplió 80 años este hombre-historia antes y después del triunfo revolucionario.
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La Habana (25 may).- «YO "NACÍ" en un terreno de baloncesto. Mis experiencias más grandes son el deporte y vivir la época de Fidel Castro», dijo emocionado Miguel Ángel Masjuán Salmón la mañana antes de cumplir 80 años, en su casa de la barriada capitalina del Vedado.
Hasta allí, el hogar que comparte con su inseparable compañera Ana María Hernández, llegó JIT el pasado martes para dialogar con un hombre-historia del deporte antes y después de la Revolución.
Su vocación por el ejercicio físico la define desde el momento en que fue procreado por unos padres brillantes en esa esfera. El papá, de igual nombre, pionero de la Educación Física en Cuba y jugador de baloncesto y fútbol. La mamá, Mimí Salmón, primera mujer cubana en el Hall de la Fama en la disciplina de los canastos.
Por ello el hijo no podía alejarse de la práctica en sus años juveniles, pero luego le llagaron otras etapas como dirigente del sector y una que le llevó muchos más de la mitad de sus abriles: el periodismo deportivo.
Siempre entrevistar a un colega resulta muy difícil, sin embargo la empatía fluyó muy fácil en el portal de su morada, pese a convalecer aún de una intervención quirúrgica que no le impidió hablar de una etapa definida por él como «los primeros 80».
¿Fuiste destacado en algún deporte?
No, solo jugué en los colegiales entre 15 y 18 años en béisbol y baloncesto, y corría 400 metros, pero aunque ganaba no hubiera superado nunca a Juantorena. Era la época de la Federación Atlética Intercolegial de Cuba, entre escuelas privadas. Yo participaba por el Candler y por el Arturo Montori.
Luego estudié Educación Física en el Instituto Nacional de esa especialidad, que desde 1950 se encontraba en el actual parque Martí. Allí como parte del programa había que practicar todas las modalidades. Pero me especialicé en natación.
Me gradué con el primer expediente y estuve de auxiliar del coach de natación del equipo olímpico, Carlos de Cubas. Ya en 1956 fui a Camagüey al Tenis Club para trabajar en ese deporte con mujeres. Ganamos tres campeonatos y alternaba jugando básquet y softbol.
Era una etapa de competencias organizadas por instituciones privadas y sus patrocinadores.
¿Dónde te encontrabas cuando triunfó la Revolución?
Yo pertenecía a una cédula del 26 de Julio en Camagüey y tuve que volver a La Habana porque la policía se fijó mucho en mí.
En ese enero trabajaba como asistente del manager general del Club Almendares, uno de los equipos de la Liga Profesional de Béisbol. Atendía a los peloteros profesionales de Estados Unidos, porque dominaba su idioma. También era salvavidas en el hotel Habana Riviera, del que fui fundador.
A los pocos días de nombrar al capitán Felipe Guerra Matos al frente de la Dirección General de Deportes me incorporé a trabajar allí, recomendado por René Oti, mi profesor en el parque Martí.
Comencé en natación y luego fui director de academias deportivas hasta que el 23 de febrero de 1961 se creó el INDER, del que soy fundador.
¿Te mantuviste en ese puesto?
En realidad pasé por otros cargos, como director de Cultura Física y en determinado momento subdirector técnico de la ESPA y la EIDE. Más tarde fui profesor de Ciencias Políticas en el Instituto de Cultura Física Manuel Fajardo.
¿Qué recuerdos te trae esa época? ¿De ahí el “bichito” del periodismo?"
Nosotros vivíamos en el INDER, dormíamos allí. Todo era muy dinámico. Trabajé con personas muy dedicadas y siempre añoro esa parte de mi vida.
Lo del periodismo llegó después. Al organizar la zafra de 1970 yo estaba en el Fajardo como profesor y subdirector, y nos enviaron al central Habana Libre, donde tuvimos que construir hasta los albergues. Fuimos con 400 alumnos.
Allí también estaba Julio Fernández, que era un excelente periodista. Vivíamos en una casa de campaña y él me conminó a escribir. La actuación de Cuba en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Panamá, ese año, me llevó a decidir finalmente. Cuando concluimos comencé a trabajar en las revistas LPV y Deporte Derecho del Pueblo. En 1975 inicié la carrera en la Universidad de La Habana, ya desempeñando esa función en la revista Bohemia.
Viviste muchos momentos de gloria del deporte cubano, ¿cuáles son las anécdotas más significativas?
Para mí fue un honor muy grande en 1966 integrar la Delegación de la Dignidad del Cerro Pelado a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Juan, Puerto Rico. Era comisionado de esgrima entonces y resultó una batalla importante de Cuba por el derecho de todos los países afiliados al Comité Olímpico Internacional de participar en competencias como esa.
Hace falta un libro para narrar todo. Desde el encuentro con el Comandante en Jefe, en el cual nos preparó muy bien. Recuerdo que todos los de esgrima estábamos en el hotel San Jerónimo Hilton, uno de los más lujosos, donde iban muchos apátridas. Una noche salíamos y un capitán de la policía nos dijo que había un grupo de gente con piedras y palos, pero desechamos su protección y sacamos todas las armas. Ante el grupo, Miguel Ángel Ibarzábal, que esa noche había ganado el sable por equipos, alzó la suya y gritó ¡A la carga!, y puso en precipitada a los “gusanos”.
También fueron memorables la travesía, la Declaración ante la negativa a que desembarcáramos, los tiburones alrededor y la gente que quería tirarse a nado con el pasaporte en la boca.
En los Juegos Panamericanos de Winnipeg’67 el presidente del INDER José Llanusa me envía para el béisbol, aunque yo estaba con la esgrima. Aquel día se produjo una discusión porque el árbitro de segunda no vio cuando Félix Isasi escondió la pelota, y después otra por un pelotazo. Ya en esa segunda se me subió la sangre, agarré un bate y tuvieron que sacarme del terreno.
¿Entonces eras un “bateador emergente”?
Hasta tuve que dedicarme a dirigir una serie nacional de béisbol. Y en otra ocasión me dieron la misión de atender al ajedrecista Bobby Fischer.
Estaba en un preolímpico en México en 1967 y me asignaron la tarea de recibirlo para la Olimpiada Mundial. Él se impresionó por las diligencias para su arribo. No hablaba con más nadie que conmigo y teníamos una clave para responderme en la habitación. Trató de enseñarme ajedrez y me señalaba lo que muchas personas darían por ese privilegio.
Un día analizaba unas partidas y cuando terminamos me dijo «Tú ves que aprendiste a jugar». Yo solo le respondí que había movido las piezas. En la escalerilla del avión, cuando se marchaba, sacó un librito por el que siempre estudiaba y me lo dedicó. Todavía lo conservo.
¿Hoy tienes alguna añoranza por el deporte?
Sí, volverlo a ver en tiempos de mayor esplendor. Ahora las condiciones económicas lo han golpeado, pero considero que puede retomarse el camino de las medallas olímpicas dedicándoles los recursos a los que pueden aportarlas.
Así concluyó el intercambio con el atleta-entrenador-dirigente-profesor-periodista, que pese al retiro laboral se mantiene como colaborador del espacio televisivo Mesa Redonda y tiene programas de radio, como parte del apego a vivir hasta lo último el compromiso con Fidel.
Su paso por otros medios como Radio Rebelde, el sistema informativo de la TV y Radio Taíno, y la asistencia a siete citas múltiples centrocaribeñas, igual cifra de panamericanas y seis Juegos Olímpicos hasta Beijing’08 son parte de mucha experiencia acumulada.
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