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Un grande entre grandes
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Lo conseguido me aseguró un lugar en el corazón del pueblo cubano y en la historia de la lucha mundial y de mi país.
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La Habana (21 mar).- A MÁS de 20 años de su retiro, José Mario Olivera Hernández sigue manteniendo las cualidades, sensibilidad y consagración que lo hicieron uno de los mejores luchadores cubanos de todos los tiempos en el estilo grecorromano.
Aunque está acostumbrado a las cámaras y micrófonos todavía se pone algo nervioso, mas conversa con naturalidad.
Desgarra sus recuerdos —confesiones incluidas— con tal emoción que es difícil interrumpirlo.
¿Cómo fue tu inicio?
A escondidas de mis padres cuando tenía 12 años de edad en el gimnasio Pablo de la Torriente Brau, muy cerca de mi casa allá en mi provincia Pinar del Río y bajo las orientaciones del profesor Alex.
¿Sin embargo estuviste muy poco tiempo allí?
Sí, muy rápido me captaron para la EIDE y de ahí seguí toda la pirámide. Pasé por la ESPA y luego al equipo nacional.
Tu ascenso fue impresionante. ¿A qué lo atribuyes?
Si uno quiere llegar a algo en la vida debe esforzarse al máximo, sin escatimar sacrificios, por eso desde niño siempre me tracé metas y las fui cumpliendo poco a poco.
¿Te refieres a tus éxitos en Juegos Escolares Nacionales?
Exacto, tenía deseos de demostrar cosas y creo lo logré, pues gané todos los Juegos Escolares Nacionales a los que fui, y en cada uno de ellos me seleccionaron como el más técnico o el más destacado.
¿Eso valió tu captación para la preselección nacional?
Creo que sí y hoy ratifico que el secreto de mis éxitos radicó en el esfuerzo personal, y eso lo observó Pedro Val que me capta en 1984 cuando competía en los 52 kg. Lo hace cuando apenas tenía 17 años durante una competencia sub-20, en la que gané sin muchas dificultades.
¿Le diste la razón?
Por supuesto, no lo hice quedar mal. No podía echar por tierra la confianza que había depositado en mí. Así en 1985 cuando compito en los 56 kg y durante mi primera participación en un nacional de mayores en Camagüey, le gané al entonces número uno de la división, el camagüeyano Reynaldo Jiménez, multicampeón en eventos internacionales.
¿Qué pasa un tiempo más tarde?
En 1986 gané por tercera vez los nacionales sub-20 y en la primera categoría quedé en bronce al caer ante otro de los buenos y más experimentados grequistas cubanos, Amadoris González.
¿Esa fue la antesala de tu despegue?
Sí. Llega 1987 y gané el campeonato nacional, el panamericano, los Juegos Panamericanos de Indianápolis y voy por primera vez a un Campeonato Mundial en Clermont-Ferrand, Francia.
¿Y después?
En 1988 quedé en plata en la Copa del Mundo de Atenas, mi primer gran resultado a ese nivel y a partir de ahí el podio fue asiduo para mí pues en 1989 fui bronce en el Campeonato Mundial de Martigny y la Copa del Mundo de Frederikstad, y en 1990 gané el mundial en Ostia, soy plata en la Copa del Mundo de Gotemburgo y me eligen para el Match Mundial de Retadores.
¿Sin embargo ocurre algo allí?
Me lesioné el tobillo. Ya venía arrastrando muchos golpes en esa zona pero ahí fue donde más sufrí y comenzó lo inevitable.
¿Por qué dices eso?
Después de eso no fui más el mismo. El tobillo me limitaba bastante y ya el dolor era algo normal. Así seguí pero en 1992 a unos tres meses de los Juegos Olímpicos de Barcelona me vuelvo a lesionar gravemente y los entrenadores deciden llevar a Juan Luis Marén, un joven que se convirtió con el paso del tiempo en otro de los buenos grequistas cubanos.
¿Entonces llega el retiro?
Pensé que era lo mejor y no me arrepiento de la decisión.
¿Pero sigues vinculado al mundo de la lucha?
Seguro, poco tiempo después fui convocado para trabajar en la preselección nacional junto a grandes luminarias de este deporte y al maestro de maestros, Pedro Val.
¿Qué haces ahora?
Sigo como entrenador del equipo nacional cubano, pero en estos momentos me encuentro de colaboración técnica por segunda ocasión en Italia, el mismo país donde gané el mundial de 1990.
¿Perspectivas rumbo a Londres?
Espero clasificar tres o cuatro atletas. Los de más opciones son los de 66, 84 y 96 kg, y ver si alcanzan medallas, algo difícil más no imposible.
¿Entrenador o atleta?
Son dos cosas distintas. Ahora que uno es un poco más viejo ve las cosas diferentes, con otra panorámica. Qué pude hacer y no hice. Por eso trato de inculcarles todas mis experiencias. Me gusta conversar con los atletas. La comunicación es fundamental. Ahora en Italia el trabajo es mucho más difícil pues hay pocos luchadores, y los que hay tienen muchas limitantes pues no existe un sistema de formación, de educación como el de Cuba, que es único.
¿Cómo debe ser un grequista?
En dependencia de la división de peso se usa más o menos la fuerza o la técnica. En eso incide en mi opinión en un 50 por ciento el reglamento vigente. Por ejemplo en la actualidad hay muchos atletas que solo empujan y ganan. Ya no hay tantas proyecciones, supley, volteos. Debo confesar que en eso los rusos son muy buenos, por algo son los mejores del mundo pues entrenan para mantener un gran ritmo de combate. Trabajan mucho la resistencia anaerobia. Cuba no es la excepción, de ahí los grandes logros que también tenemos.
Pero volvamos a ti. ¿Cuáles eran tus principales armas?
Mi inteligencia, creo que un luchador ante todo debe ser inteligente. Pero mi técnica favorita era el supley, así como los desbalances y halones en posición de cuatro puntos y de pie los tackles al tronco, con ellos gané el mundial.
¿Mayores rivales?
En Cuba Juan Luis Marén, en el extranjero los soviéticos Gennadi Atmakin y Kumandar Madshidov.
¿Sueño olímpico?
Sí, como atleta nunca participé. Pero pocos saben que estuve en Atlanta’96. Allí fui el entrenador del estadounidense, a la postre plata, Dennis Holm. No estuve en el colchón propiamente pero presencié el desempeño de mi pupilo desde las gradas.
¿Cómo ves a Cuba en Londres?
Vamos por medallas. Mijaín López (120) es el de más posibilidades pero ya sabe que no es invencible. Riza Kalyaap, el joven turco que le ganó en el mundial de Estambul es muy bueno y llegará muy fuerte psicológicamente. No obstante Mijaín es mi favorito. Del resto creo que por lo hecho en este ciclo Pedro Isaac (66) y Pablo Shorey (84) son otros fuertes candidatos a preseas.
¿Te faltó algo por hacer?
Creo que hice bastante, podría haber hecho más pero las lesiones me lo impidieron. Por eso te digo que aunque no coroné todos mis sueños como atleta sé que lo conseguido me aseguró un lugar en el corazón del pueblo cubano y en la historia de la lucha mundial y de mi país al que tanto amo. Hoy me queda la satisfacción de haberlo entregado todo por Cuba.
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