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La Habana
Año 66 de la Revolución
Maikro Romero Esquirol
«Súbeme los guantes y déjame esto a mí»
Casi a las puertas de que se cumplan tres lustros de su hazaña olímpica, JIT dialogó con uno de los mejores púgiles cubanos de todos los tiempos.

Por: Roberto Ramírez
(roberto.ramirez@inder.gob.cu)
martes, 14 de junio de 2011

Trayectoria...
Ganó 325 de sus 365 combates y fue monarca olímpico de los 51 kilos en Atlanta´96 y bronce en los 48 kilos en Sydney´00. En esa última división también se proclamó campeón mundial en Budapest´97 y subtitular en Houston´99, y reinó de los Juegos Centroamericanos de Maracaibo´98 y los Juegos Panamericanos de Winnipeg´99.
En la actualidad...
Ahora disfruta con total dedicación el reto de enseñar, como integrante del colectivo técnico de la preselección nacional juvenil, donde clasifica como excelente trabajador.




La Habana (14 jun).- QUINCE años después de besar la gloria olímpica Maikro Romero mantiene intacto su romance con el boxeo.

El ahora entrenador del concentrado juvenil cubano todavía siente nostalgia por los tiempos en que se le sabía «todo corazón» sobre los encerados, pero disfruta con total dedicación el reto de enseñar.

Los seguidores del deporte aún recuerdan su emotiva coronación bajo los cinco aros en Atlanta´96, el cetro mundial conseguido un año después y las muchas veces que levantó al graderío en certámenes domésticos.

Sin embargo, llegó a esta disciplina sin demasiadas motivaciones, sin la edad ideal, y no todo fue color de rosas.

«A mi papá siempre le gustó, y gestionó mi ingreso a la EIDE (Escuela de Iniciación Deportiva Escolar), pero en realidad no era algo que entonces me motivara mucho», dijo a JIT en la misma sala Kid Chocolate donde libró exigentes batallas.

El diálogo se produjo casi a las puertas de que se cumplan tres lustros de su hazaña olímpica (4 de agosto), y tuvo un inicio bien distendido: «Pregunta lo que quieras», aprobó con sinceridad.

¿Si entonces no soñabas con llegar lejos, cómo fue el inicio?

Imagínate. Entré en el último año de la categoría 15-16 y no había peleado nunca. Recibí muchos golpes y no fui a los Juegos Escolares Nacionales.

¿Y después?

En el curso siguiente suspendí matemáticas, así salí de la EIDE y me incorporé a la Academia Provincial de Ciudad de La Habana, donde en realidad me interesé por el boxeo.

¿Consideras 1990 el primer año importante en tu carrera?

Bueno, llegué a las finales de la Copa Tele Rebelde y el Campeonato Nacional juvenil, y estuve en la preselección para el mundial de esa categoría, aunque no integré el equipo. Y me di a conocer, ganando otros eventos por invitación, así que podemos decir que sí.

Pero la corona de Cuba demandó más tiempo.

Perdí mis primeras peleas en los torneos Playa Girón de 1990 y 1991, y logré el oro en el de 1992. Me llamaron a la preselección nacional, fui al Batalla de Carabobo, en Venezuela, pero tuve que pelear en 51 kilos porque llegamos la noche antes y hubo que correr los pesos. Y perdí.

Porque estabas en 48.

Siempre combatí en esa división, hasta el año de la Olimpiada.

Es cierto, y hablaremos de eso, pero ahora dime qué hubo de aquel "cartelito" de inseguro en el exterior.

En 1993 terminé con dos bronces la gira por Europa, donde caí ante hombres mejor ranqueados, y fui el único cubano que perdió en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Ponce, pero ante el dominicano Joan Guzmán, que derrotó a todos los que enfrentó. Eso hizo que algunos se encargaran de repetir que solo triunfaba en Cuba, aunque no era un experimentado y ese mismo año gané en el tope con Estados Unidos.

Tampoco fue muy feliz 1994.

No logré medalla en la Copa del Mundo y fui el único sancionado por una situación que involucró a dos.

Entonces llegas en 51 kilos al Girón de Santiago de Cuba´96.

Había perdido tres veces con Yosvani Aguilera, que fue el único con tantos triunfos sobre mí, y sabía que enfrentarlo en los inicios podía dejarme fuera de la preselección, así que decidimos subir.

Fue una tremenda final contra Héctor Barrientos. Él estimulado por los suyos y tú físicamente limitado.

Sí, en realidad tenía las plantas de los pies bien afectadas, pero la pelea quedó 14-16 para él, que después integró el equipo a la gira europea y al preolímpico.

¿Cómo te apoderaste de la titularidad para Atlanta?

Gané el torneo Boxam, en España, el centroamericano y el Cardín, donde vencí al propio Barrientos, como pasó en el Match de Retadores, y decidieron por mí.

Imagino que recuerdes al detalle aquel combate por el oro olímpico contra el kazajo Bolat Dzumadilov.

Como si hubiera sido ayer. Un buen boxeador, de muchos movimientos. El primer asalto cerró 5-3 para él, y cuando terminó el segundo todavía estaba delante. Alcides me dijo "te quedan tres minutos y tú sabes cómo resolver". Le respondí "súbeme los guantes y déjame esto a mí". Cuando logré pararlo en una esquina lo empaté y decidí la pelea con un golpe en desplazamiento. El momento más grande de mi carrera, muy emocionante, sobre todo por tanta gente que lo esperaba.

Sin embargo, regresaste a los 48 kilos.

Gané el Girón de 1997 en los 51, pero se consideró mejor que volviera a bajar para darle mayor nivel al equipo, y me tocó sacrificarme, aunque no me parecía lógico.

A pesar de eso fuiste monarca del mundo en Budapest y te mantuviste en esa división hasta el 2000.

Pero el peso me golpeaba mucho. Llegaba hasta 60 kilos.

¿Qué consideras que te distinguió como atleta?

Técnicamente dominaba las tres distancias, y lo hacía bien, así que podía ajustarme a las necesidades de cada pelea.

Después vences en los centroamericanos de Maracaibo´98 y los panamericanos de Winnipeg´99, y quedas en bronce en Sydney.

En la esquina nunca me dijeron que estaba perdiendo, pero cuando terminó el segundo asalto estaba debajo 7-11. Forcé porque siempre me gustó hacerlo, y terminé bien, pero perdí por un punto con el francés Brahim Asloum, quien se llevó el oro. Nunca me indicaron forzar.

Un año después, el mundial de Belfast, nuevamente en 51, pero sin medalla.

Perdí la segunda pelea, 20-21 con el ucraniano Vladimir Sidorenko. Fue pareja, cualquiera pudo ganar.

¿Pensaste entonces en el retiro?

Sí, pero mucho más después que Osvaldo Liranza me dio una "paliza" en un match celebrado en San José de las Lajas.

No fui al Girón del 2002, pero me mantuvieron en la preselección y peleé por última vez en un tope en las afueras del estadio Latinoamericano.

¿Qué pasó?

Le gané a Eduardo Haces, pero el público me chifló. Entonces le dije al viejo que terminaba en el boxeo y así fue.

¿Te noquearon alguna vez?

Si, Yosvani Sánchez, en la final de una Copa ESPA. Lo estaba dominando pero me equivoqué.

¿Fuiste disciplinado?

No. Fui indisciplinado, pero no irrespetuoso con los profesores, porque siempre mantuve la ética del buen trato, pero cometí errores con el entrenamiento.

¿Cómo utilizas esa experiencia desde tu posición de formador?

Quizás por haber vivido en carne propia lo negativo de ese comportamiento soy de los entrenadores más exigentes, algo que agradezco a mis compañeros del equipo nacional juvenil, que me recibieron con cariño y fueron enseñándome a comportarme como un buen trabajador. Sobre todo Pedro Roque y Humberto Horta.

¿Con qué atletas estableciste mejores relaciones en el equipo grande?

Me llevé bien con todos, pero Mario Kindelán, Jorge Gutiérrez, Alfredo Duvergel y Aníbal Rodríguez resultaron mis mejores amigos. Y lo son todavía.

¿Y de los entrenadores?

También me relacioné bien con todos. Hubo un vínculo especial con Paul Díaz, que me enseñó los primeros pasos en la EIDE, y con Honorato Espinosa, con quien llegué a campeón olímpico. Pero a todos les agradezco mucho.

¿Pudiste pelear más tiempo?

Pienso que de haberme quedado habría ido a mis terceros Juegos Olímpicos, en Atenas, pero ya no tenía los mismos deseos, y cuando se pierde la voluntad es mejor no seguir.

¿Te resultó fácil vincularte a los juveniles?

Sí, porque son más dóciles, aprenden, se educan. Me gusta trabajar con ellos.

¿Fuera de los escenarios competitivos, qué momentos recuerdas de manera especial?

Dos cumpleaños del Comandante en Jefe Fidel Castro, donde coincidí con personalidades de diferentes ramas. Es algo muy grande para mí. Y haber sido elegido entre los 100 mejores del siglo en un deporte tan grande como el cubano.

Tienes un hijo varón con tu esposa, la doble campeona panamericana de judo Consuelo González, pero parece que no se inclinará por el deporte.

Se llama como yo, tiene 11 años y sigue el fútbol, pero de boxeo nada. Me gustaría que superara mis resultados, pero no lo presiono. Es muy inteligente y decidirá por lo que más le guste.

¿Por qué crees que calaste tan hondo en la afición?

Tal ves porque sabían que lo entregaba todo, que había que ganarme bien ganado.

Después de tantos años de limitaciones sigues madrugando para un primer entrenamiento que comienza a las 5:30 am. ¿Volverías a ser boxeador?

El boxeo es la vida mía. Todavía me emociona.

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