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MIÉRCOLES 24
ABRIL, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Regla Torres Herrera
La mejor voleibolista del siglo XX
A veces se siente incómoda como entrenadora, porque quisiera volver a la cancha y seguir dándole triunfos a su Patria.

Por: Lisset Isabel Ricardo
(lisset.ricardo@inder.gob.cu)
viernes, 25 de marzo de 2011

Trayectoria...
Tres veces campeona olímpica, doble monarca del orbe y en Copas del Mundo. Gran estrella del mundial de 1998, en el cual fue la Mejor Jugadora, como en 1994, y bloqueadora. Nació en La Habana el 12 de febrero de 1975. Sumó otros títulos como en el Grand Prix del 1993, año en que también integró el elenco dorado en el mundial juvenil.
En la actualidad...
Integra el colectivo técnico de la selección nacional de lujo. Estudia Licenciatura en Cultura Física.

La Habana (25 mar).- LA PROFESORA Bárbara Palmer, del centro escolar José María Pérez, en el municipio capitalino La Lisa, no se equivocó cuando vislumbró que aquella espigada niña de solo cuatro añitos y largas extremidades podría convertirse en una buena jugadora de voleibol.

Por eso insistió con mamá Dora, renuente a que su pequeña se vinculara a esos trajines. No cejó en su empeño y cuatro cursos después logró convencerla.

Regla Radameris Torres Herrera matriculó en una pre-EIDE, donde la eligieron para la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar Mártires de Barbados, escenario desde el que promovió a la preselección nacional, en cuyas filas, durante un entrenamiento en México -el 12 de febrero de 1990- celebró sus 15 primaveras.

Fue así de vertiginosa la inclusión en el elenco de las afamadas Morenas del Caribe, con el cual impresionó por el ágil y contundente accionar de su figura de ébano de 191 centímetros, con efectivos ataques y bloqueos, ataviada del traje integral que proporcionó a las cubanas distinciones extras por su elegancia y estilo al vestir sobre la cancha. Ella con el número 10 en su espalda.

Bastó una década en la que consiguió su más alto rendimiento y contribuyó a buena parte del impresionante historial que atesoran las isleñas, incluidas tres medallas doradas olímpicas (1992, 1996 y 2000), dos en mundiales, con elecciones como mejor jugadora (94 y 98) añadidas, y par de títulos en Copas del Mundo(1991 y 1995), Grand Prix (1993 y 2000) y Juegos Panamericanos (1991 y 1995).

Uno en la Copa de Campeones (1993) y otros triunfos y preseas en importantes eventos del área o en otras latitudes ampliaron el palmarés decisivos para que la FIVB la eligiera la mejor jugadora del siglo XX.

¿Cómo guardas esa designación?

Con un orgullo muy grande e imperecedero. Cuando lo supe pensé de inmediato en mis seguidores, la familia, los amigos y en mi pueblo, aunque confieso que no lo esperaba, pues había candidatas con gran historial, como mis compatriotas Mercedes Mamita Pérez y Mireya Luis, quien mereció un reconocimiento grande por toda su brillante carrera, que comenzó muy joven, fue espectacular con su gran fuerza al ataque y poder de salto, líder realmente de aquella selección que hizo historia en nuestra década prodigiosa con siete jugadoras tricampeonas olímpicas y dobles monarcas del orbe. La mayoría veníamos juntas desde la categoría juvenil y nos conocíamos tanto que en el juego éramos una sola con un mismo objetivo: ganar. Los años juntas en tantas competencias nos propiciaron aquella maestría.

¿No tenían diferencias?

Sí, existían, porque es muy difícil que no las haya en un grupo, e incluso teníamos nuestras discusiones, pero no en la cancha, donde nos extremábamos en la ejecución técnico-táctico del juego. De todas guardo un gran cariño, fueron muchos los momentos críticos pero también lindos que disfrutamos juntas. Cada éxito era de todas.

Hasta te dedicaron una estatua

Otro regalo que nunca imaginé. Me sorprendió. Fui invitada en el 2004 junto al profesor Eugenio y Mireya Luis a las festividades por el aniversario 20 del tradicional torneo femenino de Montreux, en Suiza. Estaba la efigie de Freddie Mercury, el británico líder del grupo Queen de rock, y al lado había otra figura. Me pidieron develarla y cuál no sería mi sorpresa al verme ahí, con mi pelo corto y en una acción de bloqueo. Fue un gesto muy lindo que nunca olvidaré. La estatua quedó permanentemente en la sala donde cada año se juega ese evento. Sentí una tremenda satisfacción por ser cubana y saber que se le dedicara a una joven semejante reconocimiento.

¿Qué otros momentos marcaron tu vida deportiva?

El mundial del 94 fue uno, porque vencimos a todas las contrarias en tres parciales, incluyendo a las brasileñas en la final, en su propio patio. Fue ahí donde comenzó la conocida rivalidad entre ellas y nosotras.

¿Obedeció a la similitud de temperamentos?

Pienso que si, y a que Cuba se le interpuso en los más grandes torneos de aquella década y principios de este siglo. Recuerda que después las vencimos en Atlanta´96, en partido semifinal que concluyó bastante calientico; en esa misma ronda en el mundial del 98 en Japón y en los juegos de Sydney 2000. Yo no estaba en Atenas´04, pero las nuestras también se impusieron por el bronce, y para rematar en un tie-break memorable en los Panamericanos de Río de Janeiro en el 2007.

Creció tanto la rivalidad que la FIVB debió intervenir…

Si, en el Grand Prix de 1996, después de otro incidente, nos llamaron la atención a los dos equipos y la Federación Internacional determinó sancionar por el resto del campeonato a dos jugadoras por bando: a Ana Flavia y Filo Bodziak por las brasileñas, y a Regla Bell y a mí por las nuestras.

¿Qué otra cosa no olvidas?

Cuando obtuvimos la tercera medalla de oro olímpica en Sydney 2000. Antes de estos Juegos me habían operado por segunda vez la rodilla derecha, por lo cual no fui a los panamericanos de Winnipeg´99. La batalla contra las rusas fue muy desgastante, tanto física como mentalmente, pero predominó, además de la excelente preparación, nuestra convicción ganadora, clave para reaccionar con dos sets abajo.

Te califican de impetuosa y muy fuerte ¿Qué opinas?

Según la ocasión, hay momentos en el juego que tienes que imponer tu garra, aunque limpiamente, y llega un tiempo en que te acostumbras, pero fuera del juego considero que no lo soy, aunque hay circunstancias que te sacan de paso, pero el respeto es importante. Tampoco me gustaba reír durante el partido, si lo hacía me desconcentraba muy fácil, pero normalmente no ando tan seria.

¿Ese carácter e impaciencia te perjudican ahora en tu condición de entrenadora en las relaciones con las alumnas?

Pienso que no, y mantengo armonía, aunque a veces soy muy exigente y las regaño fuerte, tal vez por la impaciencia. Después analizo y me digo si me pasé o no, me autocrítico o me critican. Si a veces hemos tenido algún roce es porque quiero que les llegue el mensaje, me esfuerzo por orientarlas y no sale bien. No entiendo que todos los días el entrenador tenga que repetir lo mismo. Es lógico que durante un tiempo uno tenga que señalar, corregir defectos, pero si en un año no se ha resuelto el problema es despreocupación por parte del atleta.

¿Y cuando eras jugadora?

Confieso que no me gustaba mucho correr ni hacer pesas, pero en la cancha sí entrenaba fuerte y no perdía tiempo. Tuve entrenadores que trabajaban con mucho rigor, entrega y sacrificio, como Eugenio George y Antonio Perdomo, y por eso lograron tantos resultados al más alto nivel. También los veíamos como padres, desde muy jóvenes estábamos bajo sus pupilas. Ambos fueron muy exigentes y eso lo agradezco, sobre todo porque supieron trabajar con mujeres, que somos tan difíciles para la enseñanza.

¿Te sientes realizada como entrenadora?

Me siento bien, me dedico a todo lo que haga falta, especialmente llevo las estadísticas y caracterizo a las contrarias para poder orientar y bien a nuestro equipo. En los torneos internacionales veo todos los partidos, y aunque no poseemos todos los recursos tecnológicos necesarios, con mi tablilla hago esa labor con mucho entusiasmo. Sé lo vital que es para que las muchachas sepan a quiénes se van a enfrentar. Durante el juego también es mi función indicar la estrategia a seguir, alertar sobre las debilidades del contrario y sus puntos fuertes.

Entonces, ¿has aprendido a ser más sosegada?

Si, y a tener más paciencia. Reconozco que todavía todas las muchachas no han llegado a la maestría necesaria, están requeridas de mucha competencia para que maduren. Igual yo debo aprender más como técnica, pues mi experiencia no llega a tres años. Parece que no, pero para quien fue jugadora es difícil ser entrenadora. Pero cuando ellas sumen más de 40 partidos internacionales reaccionarán mejor, no perderán tanto la concentración, porque el juego es el que te enseña, y mucho más frente a rivales del más alto nivel.

¿Qué falta en las Morenas del Caribe actuales para que reediten las mejores páginas de esta historia?

Pienso que las jóvenes llegan técnicamente muy atrasadas desde las provincias, hay que enseñarles en el equipo nacional lo que ya debían dominar. Entonces nos demoramos mucho en pulirlas. Es un proceso lento y con calma, no se hace un equipo en dos años. También es importante comenzar temprano porque son muchos los elementos que debe dominar una atleta de voleibol para llegar al alto rendimiento, y no solo a base de buenas condiciones físicas y técnicas. Hace falta carácter, ese que muestran las que solo de verlas permiten intuir que van a llegar.

Te retiraste tempranamente, a causa de las lesiones en tu rodilla derecha, operada en tres ocasiones. ¿Has cumplido todos tus proyectos después de ese momento?

Todavía me faltan muchos, como terminar la carrera universitaria, que es una prioridad que se dificulta por las salidas fuera de la capital, pero superarme constantemente es vital para entregar mucho más al voleibol.

En tus primeros Juegos Panamericanos, los de La Habana´91, Cuba ganó su sexto título, y agregó otro en Mar del Plata´95, donde ya eras regular. ¿Es difícil para tus alumnas una medalla en Guadalajara 2011?

Depende de las muchachitas, del grado de madurez que tengan para enfrentar este torneo, donde estarán Brasil, Estados Unidos y República Dominicana, entre las más fuertes. Pienso que se puede llegar al podio. Las sudamericanas son las del equipo mejor montado; a las norteñas si le hacemos fuerza podemos vencerlas, y a las quisqueyanas le hemos ganado. El problema estará en nuestras propias jugadoras, que salgan a las canchas convencidas de que pueden volver a la cima y convertir otra vez a las Morenas del Caribe en un temido equipo.

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