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MIÉRCOLES 8
MAYO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
María Elena Carmuza
«El clavados es muy duro»
Nacida en agosto de 1965 y retirada del deporte activo en 1996, Carmuza –como la conocen todos- tiene muchas cosas que contar, y por eso JIT fue a su encuentro.

Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
miércoles, 16 de febrero de 2011

Trayectoria...
Campeona y subtitular centroamericana. Plateada panamericana y conversadora incansable, atesora 10 coronas nacionales y permaneció 15 años en el equipo élite de la isla.
En la actualidad...
Hoy disfruta como nadie enseñar a niños pequeños a quienes entrega todo lo aprendido en entrenamientos y competiciones dentro y fuera del país.

La Habana (16 feb).- AUNQUE muchos le tienen como la mejor plataformista cubana de todos los tiempos y ahora disfruta como nadie enseñar a niños pequeños, ella admite que de volver a nacer quizás escogería la música como profesión.

Es que María Elena Carmuza considera al clavados un deporte extremadamente duro, que exige todo el valor del mundo y hasta le hizo sufrir.

Sin embargo, los recuerdos de tantos años de saltos, alegrías y sinsabores le llenan de una satisfacción que acrecientan cada día sus alumnos, a quienes trata «como si fueran únicos, porque cada niño lo es».

Campeona de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Ponce´93, subtitular en los de Santiago de los Caballeros´86 y bronceada panamericana en La Habana´91, también fue medallista en otras citas internacionales, atesora 10 coronas nacionales y permaneció 15 años en el equipo élite de la isla.

Su historia comenzó a tejerse a los seis años, cuando por decisión propia se presentó a unas pruebas físicas en el capitalino Parque Martí, incluso contra los criterios de la madre, que quería convertirla en bailarina, y la abuela, cuyo sueño era verle pianista.

Intranquila, conversadora incansable que gesticula al hablar, transmite una familiaridad que facilita el intercambio, porque parece una conocida de toda la vida.

Tiene como hobby pintar las paredes, puertas y ventanas de su casa, siempre que estas lo reclaman y se puede, cumplió dos misiones como colaboradora en Venezuela y no concibe pasar un día sin hacer ejercicios.

De la música dice bailarlo todo, lo mismo con la Charanga Habanera que con el “Tosco”, pero también oye a Los Beatles, Elton John o Barbara Streisand, Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Pablo Milanés o Carlos Varela.

Nacida en agosto de 1965 y retirada del deporte activo en 1996, Carmuza –como la conocen todos- tiene muchas cosas que contar, y por eso JIT fue a su encuentro, una tarde junto a los tanques de salto de la Ciudad Deportiva, donde se produjo el diálogo mientras orientaba a sus pupilos.

¿Te resultó complejo asumir a los niños?

Al principio fue difícil, tuve que aprender muchas cosas y prepararme para el cada día. Primero estuve unos tres años con niños de entre seis y siete años de Ciudad de La Habana, en el Complejo de Piscinas Baraguá, y llegamos a ganar juegos pioneriles, desplazando a Camagüey, tradicional primer lugar.

Ellos son muy moldeables, puedes lograr lo que quieres y es muy gratificante. Aprenden rápido y te quieren o no te quieren, con sinceridad, y eso es muy importante para mí.

¿Pero siempre fue con ellos?

Cuando me retiré tenía el deseo de quedarme en el mismo equipo nacional, junto a la gente que conocía, pienso que más por costumbre, por miedo a enfrentarme a lo desconocido, y también porque uno cree merecerlo por sus resultados como atleta.

Pero me dijeron que tenía que ser con los niñitos y lo acepté. Alrededor de tres años después me pidieron que estuviera con el equipo juvenil, en el mismo complejo, y lo hice, pero como ayuda, sin que me interesara continuarlo.

¿Y qué prefieres, hembras o varones?

En mi opinión las niñas son más aguerridas. Aunque también he tenido varones muy decididos ellas lo son más, y por eso las prefiero.

El clavados es muy duro, hay que tener condiciones, pero sobre todo mucho valor.

¿Tú lo tenías?

Yo era sobre todo voluntariosa. A veces me mataba el miedo a no poder hacer algo, a darme un golpe… No creía mucho en mí, pero comencé a ver las cosas de un modo diferente cuando empezaron a llegar los resultados.

¿Físicamente qué te beneficiaba?

Me favorecía ser muy fuerte, pero, te repito, sobre todo conté con la voluntad que me impedía virar atrás. Decía “me tiro o me tiro, no hay otra opción”… Para mí era vergonzoso bajarme de la plataforma, y aunque alguna que otra vez lo hice, entonces le decía a mi entrenador “no te preocupes que yo lo hago mañana”.

También el talento te ayudó…

El talento no, porque nunca tuve tanto como otros, como por ejemplo José Antonio Guerra, que es un talentazo extraordinario. Yo era, como decimos nosotros, un “camión”: muchas piernas, muchos brazos. Tan pesada que la coordinación me mataba, pero contaba con los deseos de hacer las cosas.

¿Por eso te inclinas por la plataforma y dejas un poco el trampolín?

Claro, no se me daba todo lo bien que quería y entonces saqué como conclusión que la altura no me preocupa como a otras y esa podía ser mi opción para triunfar.

A lo único que le tengo pánico desde los 10 metros es a tirarme de pie. Yo daba vueltas y buscaba caer bien, pero de pie no me tiraba ni loca. Nunca lo he hecho, aunque todo el mundo dice que es más fácil. Yo tenía que entrar de cabeza.

Pero para llegar a todo eso hubo una primera etapa. Háblame de ella.

Con seis años me escogieron para la escuela de clavados que había en el centro Ciro Frías, en Arroyo Naranjo, pero como era tan chiquita necesité esperar un año más.

Tuve varios profesores en ese período, de tercero a sexto grado, y todos me enseñaron algo, sobre todo a entrenar mucho. Trabajábamos duro, a veces nos daban las siete de la noche sin descansar. Cada entrenador con solo seis atletas, una labor muy especializada.

¿Cuándo llegas al equipo nacional?

En el 80, pero antes pasé por el juvenil, en la escuela Marcelo Salado. Allí empecé a trabajar con Francisco Ferrer, que fue el mejor entrenador que tuve. Significó mucho, tanto para mi vida deportiva como después, como entrenadora. Me enseñó a no competir contra las rivales sino contra mi misma, que hay que trazar los objetivos y cumpliéndolos es que se logra el resultado.

Me hizo entrenar mucho, casi ocho horas diarias. A veces no terminaba de comer porque el cansancio me vencía.

Era aquí, en la Ciudad Deportiva, y teníamos muy buenas condiciones para esa época, con piscina de espuma, cama elástica, gimnasio con esteras para acrobacias...

¿La primera medalla?

En el centroamericano por edades del año 1979, en San Cristóbal del Táchira. En la eliminatoria, en La Habana, no me iba bien en el trampolín y decidí hacer unos saltos que en aquellos momentos nadie se atrevía a realizar desde la plataforma. Mi programa tenía un nivel de dificultad incluso superior al de las mexicanas, y por eso decidieron llevarme pese a que solo iba a competir desde los 10 metros. En aquella época ese era un “programazo” y me dio el oro, mi primera medalla internacional, con 13 años.

¿El momento más difícil?

Los Juegos Centroamericanos de México 1990, sin dudas el más amargo. Poco tiempo antes había cambiado de entrenador y se produjo un desajuste porque no me conocía bien y alcancé mi mejor forma mucho antes de la competencia.

Terminé en cuarto lugar, aunque había trabajado para ser campeona, y aquello fue una decepción tremenda. Fíjate que tres años después, en Ponce, sí se hicieron bien las cosas y logré el oro.

Pero también podrás hablar del mejor recuerdo.

Los panamericanos de La Habana´91, porque aunque no fui la campeona, como en Ponce, estaba en Cuba y logré que mi mamá me fuera a ver. Aquella instalación llena fue impresionante, yo temblaba solo de ver las gradas llenas, y ser medallista… Imagínate.

¿Qué piensas del clavados actual? ¿Te hubiera gustado saltar en los sincronizados?

Esta época “atómica” me gusta, y me gustan los sincronizados, que son una variante espectacular, han vuelto más dinámico el deporte, más comercial, interesante.

Pero voy a serte sincera: no me gusta depender de otra persona. Lo hubiera hecho porque me encantaba competir pero no se cómo me hubiera ido sujeta a la labor de otra atleta. Creo que no lo hubiese disfrutado tanto, porque en eso soy muy “egoísta” y me pone muy tensa que no todo sea resultado mío.

¿Qué te dejó el deporte?

Muchos buenos recuerdos, grandes amigos, que han resultado para toda la vida. Me dejó también la posibilidad de viajar y conocer muchos lugares, que es lo que más me gusta en la vida.

¿Alguna deuda?

Unos Juegos Olímpicos. Creo quienes decidían nos lo debieron a mí y a unos cuantos más. Tampoco nos llevaron nunca a unos Juegos Panamericanos, excepto los de La Habana. Ni siquiera siendo medallistas centroamericanas nos dieron la oportunidad de probar si podíamos.

Pero aun así, ¿el clavados también, si existiera otra vida?

Esa pregunta nunca me ha gustado, porque lo sufrí mucho. Es duro, muy duro para las mujeres.

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