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Publicación del Instituto Nacional de
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JUEVES 18
ABRIL, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Luis Raúl Lezcano
Una “ardilla” incansable del tenis de mesa

Aparece entre los pioneros de ese deporte en Cuba. Forma parte del grupo de muchachos que aprendieron los rudimentos de esa disciplina gracias a las enseñanzas de los colaboradores chinos. 


Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
miércoles, 29 de diciembre de 2021

Trayectoria...

 

Pionero del tenis de mesa en Cuba, ganador en la primera Copa Martí-Hidalgo.
En la actualidad...

Retirado del deporte activo.


LUIS Raúl Lezcano va camino a cumplir 70 años de edad. No se mueve con la soltura de antes y sus reacciones son mucho más lentas, pero cuando lleva la raqueta en la mano parece olvidar cuánto ha llovido en su paso por la vida.

Su mirada sigue brillando como la primera vez que se acercó a una mesa de tenis en el emblemático Combinado Deportivo Vicente Ponce Carrasco, de esta capital. Lo recuerda como si hubiera acabado de suceder.

Lezcano aparece entre los pioneros del tenis de mesa en Cuba. Forma parte del grupo de muchachos que aprendieron los rudimentos de ese deporte gracias a las enseñanzas de los colaboradores chinos Cu Ren Shien y Chu Ren Lung, llegados a nuestro país entre las décadas de 1960 y 1970.

«Los primeros entrenadores chinos llegaron al Ponce Carrasco para enseñarnos y tuve la dicha de ser seleccionado para ese grupo iniciador. Todo estuvo muy vinculado al Barrio Chino de La Habana. Nosotros estrenamos las primeras mesas y raquetas oficiales en Cuba», recuerda convocado por JIT.

«Soy nacido en Centro Habana. Esto es parte de mi vida, como el tenis de mesa», asegura quien para hacer más vívido su recuento nos enseña recortes de periódicos y fotos en que, con apenas 12 o 13 años, andaba detrás de una mesa de juego.

Era el más chico de edad y estatura del grupo, pero compensaba con la rapidez al punto de que en algunos medios de prensa le comenzaron a llamar “la ardilla Lezcano”.

«Me movía muy rápido, iba de un lado a otro y era difícil ganarme», cuenta antes de probar esa afirmación con un reportaje del periodista ya fallecido Enrique Capetillo, en el cual además de utilizar el mencionado sobrenombre alertaba sobre el talento del capitalino.

«Hablo de estas cosas y se me eriza la piel. Todo lo que viví fue muy lindo», dice un hombre que no logró grandes premios, pero tiene una historia indiscutible dentro del deporte cubano.

Ganador de tres medallas de oro en la I Copa Martí-Hidalgo de Tenis de Mesa, organizada en México; integrante de la primera preselección nacional de este deporte y entrenador pocos años después, confiesa que le debe todo a este deporte.

Practicó esgrima, judo, karate y cuanta disciplina comenzaba a impartirse en el Ponce Carrasco, de ahí su llegada temprana al tenis de mesa que para entonces muchos llamaban pimpón…

«Mi vida de atleta fue corta. He pensado mucho en eso. Con 17-18 años no jugué más, aunque nunca me separé del todo del tenis», continúa relatando como quien vuelve a aquellos momentos.

«Hice otros trabajos y luego regresé como entrenador. Estuve un año en Isla de la Juventud porque necesitaban un entrenador y nos fuimos a aportar, a fomentar este deporte», asegura utilizando la tercera persona, pues está convencido de que esa obra forma parte de la vida de otros que le acompañaron.

Actualmente está limitado físicamente por problemas en una de sus rodillas. No puede salir todo lo que quisiera y además se cuida bastante de la covid-19. No obstante, desde su casa sigue atento a todo lo que sucede con el deporte en la Isla.

«Este es el mejor momento del tenis de mesa en Cuba. La actual dirección recogió el camino que habíamos transitado muchos y lo está llevando por donde debe ser.

»Se están logrando resultados producto de la experiencia. Los muchachos de estos días están “escapados”… Ya no podemos hablar solo de Andy Pereira o Moisés Campos... Los que vi en Colombia durante los I Juegos Panamericanos Júnior de Cali me gustaron mucho, tienen madera y hay que cuidarlos para que sigan creciendo», afirma feliz porque ama cada logro conseguido desde este rincón del mundo.

En su opinión, la rapidez es el elemento más importante para dedicarse al tenis de mesa. Está convencido de que el talento necesita mucho trabajo y ayuda por detrás para derivar en un campeón; y también de que los entrenadores deben perfeccionar cada día sus conocimientos para lograr resultados.

El entrenador es otro padre y debe fungir también como sicólogo y guía… Tiene que ser todo para el atleta», dice sin rastro de duda.

Lograr que el tenis de mesa replete de público las salas de juego, como sucedía en su época de atleta, es el sueño de Lezcano. «Mis años fueron de muchas competencias en La Habana. El Valdés Dausá, el Ponce Carrasco y otras instalaciones se llenaban. Eso tenemos que lograrlo de nuevo, que a la gente le interese el tenis de mesa», sostiene.

Mientras, sigue atento a cada novedad de su deporte y brinda apoyo desde su pedacito, porque no existe su vida de otra manera. «Al tenis le debo todo lo que soy y me siento parte de la historia que estamos viviendo», concluye.

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