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VIERNES 29
MARZO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Lázaro Borges Reid
Un hombre y su pértiga

Que se rompa la garrocha en pleno salto impresiona. A nivel sicológico no te recuperas totalmente. Creas un temor, un instinto de conservación inevitable..., narra. 


Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
lunes, 6 de septiembre de 2021

Trayectoria...

Sucampeón mundial de Daegu 2011 y recordista nacional con 5.90 metros. Varias veces ganador en mítines internacionales y monarca panamericano en Guadalajara 2011.

En la actualidad...

Entrenador en el Centro Deportivo Jesús Menéndez, en el municipio capitalino de Marianao.


A LÁZARO Borges Reid le tocó lo mejor y lo peor de una carrera deportiva. Disfrutó la gloria mundial, pero la mala suerte le acompañó en los juegos olímpicos. No existe conversación con este joven sin ir de un extremo a otro.

Habanero de pura cepa, a los 35 años de edad es padre de unas jimaguas de dos años que significan su mejor medalla. Conversador nato, a Lazarito —como le dicen casi todos— solo hay que darle un “pie” en el diálogo y todo lo demás fluye.

Dueño de una técnica excepcional, utilizada como modelo biomecánico en una escuela de España, funge en la actualidad como entrenador del Combinado Deportivo Juan Manuel Márquez, en su querido Marianao.

El 29 de agosto último celebró la década de su presea de plata en la lid mundial de Daegu y el todavía récord nacional de 5.90 metros. Guarda seis liderazgos en campeonatos de Cuba, un título panamericano en Guadalajara 2011 y dos en juegos centroamericanos y del Caribe (2011 y 2018).

Con 1.73 metros de estatura, era el “bajito” en casi todas las competencias. Sin embargo, logró cosas grandes, como desplazar en Daegu hacia el tercer puesto al francés Renuad Lavillenie, uno de los extraclases de la especialidad.

De la garrocha partida en pleno vuelo durante los Juegos Olímpicos de Londres 2012 no podrá desprenderse nunca. Asegura que su carrera fue otra luego de aquello.

¿Cuándo supo en verdad lo que era el salto con pértiga?

La primera vez que entré al Estadio Panamericano me impactó. Tendría 14 años. El primer salto con pértiga oficial que aprecié fue de Manzano, de 5.40 metros. Ante aquello abrí los ojos y me dije… ¡Alabao, esto qué es! Me impresionó tanto que me enamoré, me quedé tan atento a la sesión de entrenamiento que tiempo después de haber acabado yo seguía deslumbrado.

Vivió una especie de “trauma” con los eventos multideportivos…

El 2006 dejó un mal sabor. Gané un campeonato sub-23 en República Dominicana y otro campeonato universitario. Decidieron llevarme a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Cartagena de Indias y me fui en blanco… Iba con buenas expectativas, por los resultados previos, y no marcar me cayó como un cubo de agua fría.

Un año después logré récord personal de 5.30 metros y asistí a los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro. El día de mi competencia cayó un diluvio y en la pértiga eso afecta mucho, pues resbala el implemento. Pagué la inexperiencia de no tener esparadrapo para cambiar el agarre y otra vez me fui en blanco.

Los Juegos de Beijing 2008 se convirtieron en lo mismo…

Comencé el año 2008 con muchas reservas y veía lejos esos Juegos Olímpicos. Recuerdo que el viernes 19 de junio era mi cumpleaños y había decidido que sería mi última confrontación. Me habían quitado una competencia internacional en Colombia y me sentía sin ánimos para seguir.

Mi mamá fue a verme al Marrero y empecé a saltar en unas condiciones tremendas. Me regalé un récord nacional de 5,70. Fui a los Juegos, pero no pude lograr mis sueños…

¿El mejor año de su carrera?

El 2010. Lo considero el más importante, incluso por encima del 2011. Solo tuve un evento internacional, el campeonato iberoamericano en España. Obviamente, con mis anteriores competencias estaba el debate de si me llevaban o no.

Al final asistí, pero sin mi entrenador y eso es difícil. Sabía que sería una competencia muy bonita. Tenía mucha rivalidad con el brasileño, me propuse ganarle y así fue.

¿Cómo resolvía cuando competía sin su entrenador?

Mi difunto profesor Rubén Camino me enseñó un truco para cuando él no estuviera. Me pintaba con magnesio el talón de la pierna de despegue y cuando corría hacia el colchón plantaba el pie completo en el momento justo de ascender. Eso dejaba una marca. Al salir del salto miraba y rectificaba si había salido bien o no… Eso permitía echar hacia adelante o atrás.

De todas formas, los entrenadores de pértiga son muy familiares y cualquiera de otro país me ayudaba, me indicaba.

¿Su mayor fortaleza?

Era muy técnico. Me enteré que en una competencia en España me filmaron para tomarme de modelo en un estudio biomecánico. Mi estatura (1.73 metros) no era la ideal y tenía que compensar con la técnica. No obstante, algunos pequeños hemos logrado colarnos en la élite… El propio Lavillenie no es alto y Armand Duplantis no llega a 1.80 metros.

Duplantis…

Tiene algo que lo hace diferente. Además de lo físico y lo técnico, toma la competencia como un juego y eso es importante. Entrenas todo el año y en la competencia debes disfrutar. Hablamos del recordista mundial y va a existir por buen tiempo.

¿Cómo recuerda la plata mundial en Daegu 2011 y sobre todo el récord nacional de 5.90 metros?

Aún se me eriza la piel, se me llenan los ojos de lágrimas… Fue el regalo a muchos años de esfuerzo, entrega y sacrificio. Eso vale el doble. Ni yo mismo contaba con eso, aunque el 2010 me abriera las puertas a Europa, donde estaba el nivel.

En 2011 el objetivo eran los Juegos Panamericanos de Guadalajara. Lograr una medalla allí era la meta. No tenía ni la marca para el campeonato mundial, pero la hice y logré la medalla.

Mala suerte en los juegos olímpicos…

Así mismo. Que se rompa la garrocha en pleno salto impresiona. A nivel sicológico no te recuperas totalmente. Creas un temor, un instinto de conservación inevitable. Todo cambia, hasta los movimientos técnicos. Me pasó y lo hacía sin darme cuenta.

Fue mi peor momento y no solo por la partidura de la garrocha. Iba con muchos sueños, quedar entre los primeros cinco lugares era posible.

¿Cambiaría algo de lo vivido?

Nada. Ni lo de la garrocha en Londres. Ese momento me dejó emociones y el apoyo de mucha gente. El presidente del Inder Christian Jiménez fue el primero que llegó a decirme que estuviera tranquilo. Me dio ánimo, pero confieso que estuve cuatro días sin salir del cuarto en la villa.

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