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JUEVES 28
MARZO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Jorge Luis Alfaro Quiñones
Una historia desde el salto de altura

Hijo de un boxeador profesional, “descubridor” de la colombiana Caterine Ibargüen y colaborador además en Malasia, dejó en 2.28 metros su marca personal.


Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
sábado, 15 de mayo de 2021

Trayectoria...

Medalla de bronce en el salto de altura de los Juegos Panamericanos de Caracas 1983 y campeón iberoamericano en ese mismo año.

En la actualidad...

Presidente de la comisión de atención a atletas en el municipio capitalino de La Lisa.


JORGE Luis Alfaro Quiñones ha sido el atleta cubano de mayor estatura entre los dedicados al salto de altura. Se ufana con razón de haber poseído los récords nacionales juvenil y de mayores al mismo tiempo, aunque sabe que le faltó dedicación.

No se entregó a fondo cuando debía y ahora le pesa, al mirar su carrera con la madurez de casi 59 años de edad. No obstante entender que pudo obtener mejores resultados, es un hombre satisfecho en lo deportivo.

Como única tristeza alberga la no participación en unos juegos olímpicos, aunque luego se “desquitó” como entrenador. Igual sabe que la sensación es muy diferente.

Compañero de carrera del gran Javier Sotomayor, alumno de José Godoy por corto tiempo y bailador empedernido, Alfaro funge como presidente de la comisión de atletas en el municipio capitalino de La Lisa.

Hijo de un boxeador profesional, “descubridor” de la colombiana Caterine Ibargüen y colaborador además en Malasia, dejó en 2.28 metros su marca personal.

Tratándose de un conversador nato, el diálogo con JIT fluyó por interesantes rutas. Recordó momentos de su vida y reflexionó sobre detalles en los que no se detiene habitualmente.

Bronce en juegos panamericanos, oro iberoamericano y varios premios en torneos centroamericanos… ¿Hubiera podido sumar más? 

Nunca fui un atleta de ambiciones, no me entregué a fondo. Me faltó eso. Godoy decía que tenía condiciones para llegar a más, pero no me esforcé lo suficiente.

Poco a poco me entró el “bichito” del deporte, pero no lo suficiente. Por ejemplo, en 1979 gané el oro iberoamericano en México con 2.22 metros. En ese momento era juvenil y había ganado un campeonato nacional de mayores. No todo el mundo logra eso, pero me sentía más como un niño que le gustaba jugar, bailar, pintar…

¿Cuál define como su resultado más importante?

El bronce de los Juegos Panamericanos de Caracas 1983. Llegué allí con pronóstico de pasar a la final, pero no como posible medallista. Llevaba una marca inferior a 2.25 y tuve la fortuna de subir al podio. Me dio el impulso para determinar que podía hacer más.

Pero luego

Salté seis veces los 2.28 metros. Con esa marca estaba clasificado para los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, a los que no asistimos por las razones conocidas.

Me quedé con el deseo de ser un atleta olímpico. Sin embargo, supe lo que significa asistir a unos juegos de ese nivel cuando trabajé como colaborador en Malasia entre 2008 y 2013.

Antes de llegar a Malasia fue colaborador en Colombia y hay una gran historia por ahí…

Fue mi primera oportunidad de colaboración. Y conocí a Caterine Ibargüen siendo una muchacha de un pueblo selvático, muy pobre. Era de carácter fuerte. Recuerdo que viajé hasta ese lugar a buscar talentos para Antioquia y le hice una prueba que no salió bien.

Le dio tanta rabia quedar mal que me di cuenta de su molestia. Golpeaba el suelo y eso dijo mucho de su carácter. No le gustaba perder y tenía solo 11 o 12 años… La elegí por encima de la que había ganado la prueba.

Sotomayor llegó al equipo nacional cuando usted casi iba de retirada. ¿Cómo recuerda aquellos momentos?

Cuando Javier entró yo estaba en una meseta de rendimiento. Me di cuenta que lo tenía todo: una fuerza descomunal, un nivel de despegue insólito… Sabíamos que iba a ser grande.

Hicimos amistad desde el principio. No fui un tipo receloso que lo apartó, todo lo contrario. Le brindé apoyo y quise que me viera como alguien que deseaba aportar lo mejor.

Por poco tiempo, pero se entrenó con Godoy. ¿Cómo fue esa experiencia?

Era un entrenador de muchas ideas, con tremenda experiencia en el salto de altura. Era un formador, esa persona mayor que cuando hablaba demostraba conocimiento y rectitud. Todo llevaba un mensaje y concepto educativos.

Inspiraba respeto solamente con aparecer, le gustaba hacer las cosas a su manera y no había quien dijera otra cosa. Eso influyó mucho en la personalidad de Sotomayor. Creo que lo ayudó a ser tan aguerrido desde el punto de vista competitivo.

A Javier nunca le he visto flaquear en decisiones. Competía y lo hacía bien, se entrenaba y lo hacía bien… Ese es el “Soto”.

Algunos deportistas del pasado aseguran que con el desarrollo actual hubieran llegado más lejos. ¿Qué opina?

Habría saltado más con la preparación sicológica y médica, con el desarrollo tecnológico y lo demás que existe hoy. Eso ayuda mucho a los resultados grandiosos en el deporte. Algunos atletas de hace 20 años hubieran brillado el doble en la actualidad.

¿Haría algo diferente ahora?

Me entregaría a fondo.

Trabaja con glorias del deporte. ¿Le gusta su trabajo?

Nunca pensé que iba a gustarme esta labor, pero gratifica trabajar con tantas glorias del deporte. Muchas veces me quedo impresionado con sus grandezas como personas, por la sencillez. Eso es común en toda Cuba, pero deslumbra tratándose de un pequeño país.

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