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SÁBADO 20
ABRIL, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Larissa Pagán Komleva
Nacida para ser arquera

Tensó su arco junto a Maydenia Sarduy y Orquidia Quesada para lograr el histórico bronce por equipos en los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011.


Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
sábado, 19 de diciembre de 2020

Trayectoria...

Integrante del equipo cubano que ostenta el segundo mejor resultado a nivel continental.

En la actualidad...

Entrenadora de niños en un CVD del municipio capitalino de Regla.


LARISSA Pagán tuvo una carrera corta en el alto rendimiento. Apenas 12 años transcurrieron entre su estreno y despedida del equipo nacional de tiro con arco, que pudieron ser muchos más tratándose de un deporte en que abunda la longevidad.

El deber como madre llamó con la fuerza de tres hijos y no tuvo dudas. Ellos son la razón de su vida y formarlos como buenas personas constituye el máximo objetivo.

Gabrielle, Gisselle y David pueden enorgullecerse de una madre varias veces medallista nacional, ganadora de premios en torneos internacionales como juegos del Alba y olimpiadas del deporte cubano, e integrante del equipo cubano que ostenta el segundo mejor resultado a nivel continental.

Larissa tensó su arco junto a Maydenia Sarduy y Orquidia Quesada para lograr el histórico bronce por equipos en los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011. Ese resultado, quizás menos celebrado en otro deporte, califica como proeza porque América concentra parte de la élite mundial de la arquería, a decir las estadounidenses, mexicanas y colombianas.

Santiaguera de nacimiento y llegada a La Habana con apenas 16 años, Larissa chocó contra demasiadas barreras en ese tránsito. Entonces supo realmente qué eran el tiro con arco y las exigencias del deporte. Recuerda momentos tensos y agradables, pero sobre todo se reconoce orgullosa por haberse sentido embajadora de Cuba en tantas competencias.

¿Por qué el tiro con arco?

Estuve en nado sincronizado (ahora natación artística) desde los ocho hasta los 12 años. Con esa edad descubrí el tiro con arco. Mi hermana cursaba el preuniversitario y quería practicarlo, pero le dijeron que no había plaza para su edad. Sin embargo, sí tenían para mí.

Me había quedado con deseos de seguir en el deporte y pensé: «bueno, a ver qué tal sale»… En mis primeros juegos escolares ganamos medalla por equipos. El siguiente año terminé segunda en la vuelta Fita y en 2004 implanté récord mundial para cadetes en la distancia de 50 metros.

Gané varias medallas y al regreso de esos juegos supe que me habían captado para el equipo nacional de mayores, de manera directa, sin pasar por el juvenil.

De Santiago a La Habana… ¿Cómo asumió ese cambio?

Fue trascendental. Desde que abordé el tren sabía que mi vida cambiaría, aunque no imaginaba la magnitud. Llegué sola a una provincia que apenas conocía por venir a visitar a la familia. Vivía en Santiago de Cuba con un estilo diferente.

Arribé al equipo nacional y comprendí que no sabía nada de tiro con arco. Comencé a entender el rigor, todo era diferente. Estaba “erizada” todo el tiempo, asustada.

No se ponía nerviosa ni en los momentos tensos… ¿Cómo hacerlo?

Conocí el trabajo del sicólogo con el atleta. Y aprendí algo muy importante: mantener la calma en cualquier circunstancia. Eso me sirvió para las decisiones de medallas y otros momentos tensos.

Ese fue mi modo de conservar la precisión en los instantes difíciles. Realmente tenía nervios, no era una máquina… El éxito de todo atleta está en enfocarse. Es algo preciso que sirve en la vida de atleta y en general.

Venció a mujeres de la élite. La chilena Denisse van Lamoen y la estadounidense Khatuna Lorig estuvieron entre sus víctimas. ¿Cómo recuerda esos momentos?

Sencillos. Nunca me enfrenté a un atleta con el solo deseo de ganar. Quería lo mejor de mí, porque el objetivo no era el oponente, sino crecer y disfrutar. Quizás perdía el partido, pero daba el máximo. Eso me hacía sentir en las nubes.

Por el contrario, a veces triunfaba y las cosas no salían de la forma esperada en lo técnico y lo sicológico. Entonces me iba insatisfecha. Fui muy exigente, todavía lo soy. Aprendí eso desde mis primeros años en el deporte.

Denisse se molestó mucho, todavía no entiendo por qué. A Khatuna tampoco le cayó bien perder y fue algo fuerte aquello. Recuerdo que un insecto me picó un ojo al momento de disparar y que la flecha de desempate fue espectacular. Eso lo disfruté mucho.

¿Qué le dejó el alto rendimiento?

Ser atleta es un honor. Todo aquel que representa a un país se siente como embajador y eso era lo más gratificante. Subir a un podio y escuchar las notas de tu himno es un orgullo.

Como persona me preparó para la vida, pues el deporte enseña a llevar la familia, a educar bien a los hijos, de manera disciplinada y organizada. Siempre que veo algo difícil en mi vida, y pienso que no lo puedo superar, me digo: si cuando era atleta superaba cosas peores cómo no voy a poder con esto. Ser atleta me dejó un regalo para la vida, me enseñó a esforzarme y reponerme frente a cada situación.

Vladimir Quintas fue su único entrenador en el equipo nacional. ¿Qué significó?

Fue el padre que nunca tuve, lo recuerdo como esa figura paternal que suplió aquel espacio. Estuve 12 años en el equipo nacional con disciplina, pero también con ese componente humano y sensible. Fue entrenador y formador en toda la extensión de la palabra. Hasta hoy sigue siendo mi profe. Dolió mucho pedir el retiro, pero más por él. Por primera vez confieso esto, ya que entiendo los años de sacrificio que me dedicó.

Ahora soy profesora de niños en edad de iniciación y tengo el mismo apoyo suyo. Creo que siempre lo tendré.

¿Pudo seguir un poco más en el equipo nacional?

Me retiré joven, a los 28 años, porque había una demanda en el hogar que debía asumir. Estaban mis hijos, mi esposo, la casa… Nunca he dudado de aquella decisión, todo lo contrario. No sé qué habría pasado de no hacerlo.

Quizás hubiera podido mantenerme unos años más, pero el final iba a llegar. En mi vida no todo era deporte. Eso fue un momento y lo disfruté. Nací para ser arquera y lo sigo siendo, aunque lleve años sin disparar una flecha.

Tres niños. Se dice fácil, pero…

Gabriella Larissa tiene 12 años; Gisselle Benjaminne cuatro y David Daniel dos. Son el mayor honor y la más grande medalla. Se trata de un compromiso a tiempo completo. Me he propuesto formarlos como hombres y mujeres de valores y honor, para que sean 100 veces mejores que yo.

A eso le llamo el trabajo del silencio, pues los resultados no se ven al momento, sino con el tiempo. Mi esposo es un eslabón fundamental.

¿Alguno se decidirá por el deporte?

A Gabriella le gustan las artes y recibe clases de violín. A Benjaminne la veo más entusiasmada cuando ve una flecha o el arco. David es muy pequeño aún. Si se deciden por el deporte que lo practiquen, pero no les insisto. No puedo intentar que logren lo que a mí me faltó. Soy plena con lo logrado y no tengo que someter a mis hijos a eso. El propósito es ayudarlos a que cumplan su propio destino.

¿Volverías a escoger el deporte y el tiro con arco?

Volvería y desde el inicio con mucho gusto. Amo el tiro con arco, es un pedacito de mi vida. Le dediqué el tiempo que estaba predestinado para ello.

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