NOS CONOCIMOS en sus años de entrenadora de la selección nacional de nado sincronizado y la empatía surgió desde el primer diálogo. Nunca escatimó una explicación, siempre despejó dudas y habló con pasión sobre sus alumnas.
Porque para Ivette Bacallao Llanio esa es la única forma de enfrentarlo todo en la vida: entregada a fondo, sin términos medios.
Aunque su disciplina no clasifica entre las de mayores resultados en el deporte cubano, todo el tiempo aportó el máximo, ya fuera como atleta o como formadora de varias generaciones.
Nacida bajo la sombra de un reconocido profesor de medicina, su abuelo Raimundo Llanio, no eligió seguir sus pasos. Incluso renunció a la carrera de sicología, convencida de que el deporte le llenaría la vida.
Dueña de una sonrisa que hace feliz a quienes la rodean, pero de carácter fuerte, lamenta que el destino no le brindara la oportunidad de ser madre y lucha siempre...
Así es la Ivette que atesora medallas centroamericanas como atleta y entrenadora, integró el equipo bronceado panamericano en La Habana 1991 y dirigió a las únicas representantes de la Isla llegadas a unos Juegos Olímpicos.
Fue 11 años miembro de la selección nacional y luego preparadora a ese nivel entre 1994 y 2011. La dirigió durante ocho temporadas en las que incursionó en igual número de campeonatos mundiales, una cita olímpica, dos juegos panamericanos y otros tantos centroamericanos y del Caribe.
Su cumpleaños 49 acaba de celebrarlo como directora técnica en el estado de Yucatán, en México, y desde allí accedió a este diálogo “atípico”, facilitado por la tecnología, pero igual de fácil que “cara a cara”.
Apenas tenías ocho años cuando te llamó la atención el nado, incluso has dicho que ni sabías que ese era su nombre. ¿Cuándo comprendiste que era lo que querías?
Creo que desde que empecé en 1977, con la persona que me inició, me guio y a la que le debo todo lo que sé y hasta donde llegué: Mayra Santidrian. Me di cuenta que lo disfrutaba y lo soñaba, y según pasó el tiempo me fui adentrando más en lo coreográfico, y era capaz de imaginar y trasladar mis ideas al agua. Y ya en 1984 empecé a sentir que era parte de mi vida, que lo necesitaba.
¿Qué fue lo más difícil como atleta?
Mantener el peso corporal, porque tenía tendencia a engordar, kilómetros que había que nadar. Lo mío eran las coreografías, era lo que disfrutaba.
¿El resultado de esa época que recuerdas con más cariño?
La emoción que se vivió en los panamericanos de La Habana 91 y ver cómo logramos ganarle por rutinas en dueto a Canadá, y luego vino la medalla de bronce en equipo, que entonces era lo mejor a lo que podíamos aspirar porque Estados Unidos y Canadá hacían el 1-2 en el mundo.
¿Cuándo interiorizaste que el camino posterior a recorrer era el de entrenadora y por qué no otra profesión?
En 1987 comencé a estudiar sicología, cuando aún formaba parte de la selección, pero ya en tercer año se me hizo difícil combinar las dos cosas y tuve que decidir, y opté por prepararme como entrenadora porque sentía que el nado sincronizado ya formaba parte de mí.
¿Es muy fuerte el paso de competidora a técnica?
Ser entrenadora es muy diferente a ser atleta desde el minuto exacto en que dependes de otra persona. Considero imprescindible poseer cualidades como amor por la actividad, la investigación, la constante actualización y la exigencia. Creo que tengo un poco de cada una y eso me ha ayudado mucho.
¿Si te pregunto quién dejó más huella en ti entre tus alumnas?
Sin dudas Kenia Pérez, a quien quiero como si fuera mi hija, y Yamisleidys Romay.
¿Qué caracteriza a las cubanas y qué les falta para ser mejores en sentido general?
Nos caracteriza el compromiso y la entrega, en mi época sobre todo lográbamos los resultados por la unión como equipo, aun cuando en algunos casos no compartiéramos la forma de pensar.
Pero cada generación se parece a sus tiempos y en estos, a pesar de que pueda haber mejoras económicas, no siempre existe toda la pasión por lo que se hace y el compromiso con el resultado.
Trabajar fuera de Cuba tiene un costo. ¿Te ha sido difícil estar lejos de la familia y los amigos?
Es muyyyyy difícil. Extraño demasiado y hay momentos en que no encuentras respuesta a la tristeza que te embarga por la distancia. Solo te compensa el compromiso y la responsabilidad individual, y saber que estás haciendo lo que te gusta y a lo que le has dedicado ya 40 años de tu vida.
¿Qué te apasiona?
El nado sincronizado.
¿Te molesta?
La mentira.
Algo que te inspira…
El amor.
¿Qué no harías de nuevo?
No priorizar haber tenido mi bebé.
¿Los amigos?
Son parte indispensable, son mi familia porque la vida me permite escogerlos, y los verdaderos siempre están a pesar de la distancia.
Un sueño no cumplido…
Tener una familia, ser mamá.
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