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MARZO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Jorge Luis Aguilera Ruiz
«Siempre cerrador»

«No repetiría el haberme ido un tiempo del deporte. Hubiera soportado todo y no me habría alejado nunca», dice sobre el único tema del que se lamenta este hombre poseedor del sueño de cualquier atleta: una medalla olímpica.


Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
jueves, 15 de febrero de 2018

Trayectoria...

Integrante del relevo 4x100 medallista de bronce en Barcelona 1992. Varias veces premiado en Juegos Panamericanos, Centroamericanos y campeonatos iberoamericanos.

En la actualidad...

Se ocupa desde hace varios años de representar a los atletas cubanos para conformarles el calendario competitivo internacional.


LA MAYORÍA de los seguidores del deporte cubano recuerda como si fuera hoy aquella medalla de bronce del relevo 4×100 en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, sobre todo por la entrada a la meta de un hombre más bien bajo para ser velocista.

Sin embargo, casi 26 años después muy pocos reconocerían por la calle a Jorge Luis Aguilera Ruiz, a quien no le queda nada de aquel pelo oscuro y el poblado bigote, pero sí los mismos deseos de triunfo y de aportar desde su función a un atletismo que es parte indisoluble de su vida.

Tesorero de la federación cubana y principal responsable de garantizar las competencias para las estrellas del equipo nacional, Aguilera siente la misma pasión por lo que hace como cuando le tocaba cerrar la posta corta de la Isla.

Llegado al deporte de alto rendimiento más tarde de lo habitual (18 años), graduado de Ingeniero Industrial y Licenciado en Cultura Física, padre de dos hijos y apasionado por todo lo que hace, solo se arrepiente del tiempo que estuvo lejos del atletismo tras el retiro.

«No repetiría el haberme ido un tiempo del deporte. Hubiera soportado todo y no me habría alejado nunca», dice sobre el único tema del que se lamenta este hombre poseedor del sueño de cualquier atleta: una medalla olímpica. Sin embargo, asegura que no es ese su mejor recuerdo.

¿Por qué tan tarde el atletismo?

Cuando muchacho practicaba ajedrez y a la vez el remo, era lo que me gustaba, y como cualquiera corría en los planes de la calle de mi pueblo en el municipio Frank País, de Holguín. No fue hasta la universidad que un entrenador se fijó en mí cuando por casualidad me vinculé al atletismo.

Eso fue en Matanzas, allí estaba el entrenador Andrés Enrique Victorio, quien trabajaba también con el equipo nacional, y me vio en las pruebas de eficiencia física y le gustó la forma en que corría. Habló conmigo, pero yo estaba reacio porque quería priorizar mi carrera. Al final me convenció y así empecé.

¿Y cuándo entendiste que podías llegar, que ese era el camino?

El entrenador que me descubrió inculcó la disciplina y el sacrificio necesarios para triunfar en el deporte. Luego, ganarle a gente del equipo nacional en los primeros juegos universitarios en que estuve me hizo entender que podía llegar… No tenía somatotipo de velocista, pero sí condiciones naturales como la rapidez, mucha frecuencia y resistencia a la velocidad, y eso lo podía explotar bien pese a que me faltaban altura, extremidades más largas y mayor fortaleza física.

El máximo resultado de tu carrera es el bronce de Barcelona 1992, todavía récord nacional de 38 segundos, pero también tuviste resultados individuales en 100 y 200 metros. ¿Qué disfrutabas más?

Me gustaban mucho los eventos individuales, pero en aquel momento había mucha calidad, era la época en los 100 metros de una constelación con Carl Lewis, Linford Christie, Dennis Mitchell… Nosotros podíamos correr 100 metros, pero no llegábamos a las finales. ¿Entonces cuál era la fortaleza? El relevo, y nos preparábamos para eso.

Sabíamos que podíamos estar entre los cuatro o cinco primeros del mundo y nos trazamos la tarea de organizar ese relevo y unirnos… Era allí donde realmente teníamos la fuerza.

Algunos tienen la teoría de que los relevos no se entrenan. ¿Opinas lo mismo?

Quizás esa teoría sirve para los países que tienen todos sus hombres con menos de 10 segundos, porque cuando sumas aunque les salgan mal los cambios corren entre 37 y 38. Pero en nuestro caso no tenemos atletas en esa élite y hay que entrenarlo todos los días.

Te puedo poner el ejemplo de nosotros cuando los Juegos de Barcelona: estuvimos un año entrenando ese relevo, todos los días lo hacíamos, andábamos juntos todo el tiempo… Y eso fue lo que nos llevó a obtener la medalla olímpica.

¿Qué recuerdos tienes de Barcelona?

Cuando llegamos no nos conocía nadie, pero ganarle a los americanos en las eliminatorias, sin Carl Lewis, fue un impacto. La televisión comenzó a seguirnos… Los cambios fueron perfectos y a medida que íbamos corriendo bajábamos los tiempos. Hicimos tres carreras y fue mucha la impresión, al menos para mí. Nunca había visto ese asedio de la prensa.

¿Fue difícil llevar la tensión carrera tras carrera?

Nosotros no supimos lo que hicimos hasta que terminamos. Salíamos de cada carrera a estudiar lo que habíamos hecho. Con el video nos mirábamos junto a los entrenadores para corregir los errores. Ya cuando clasificamos para la final era el único equipo latinoamericano presente y el pueblo español nos apoyó mucho.

¿Y la final?

Para entrar a la final nos pusieron en una carpa junto al equipo americano y yo les dije a mis compañeros: entréguenmelo en medalla porque saben que mi posta es la más difícil, si lo hacen no sé el color pero una va a ser…

Recuerdo que (Andrés) Simón me enseñó el reloj digital que tenía y me dijo: «esto es lo que vamos a correr hoy». Se leía un 38 flat y le respondí: «tú estás loco».

Cuando llegué al carril tres me acomodé y Carl Lewis, quien iba por el cuatro fue a saludarme y me deseó suerte. Aquello me emocionó y me concentré solo en (Joel) Isasi… Me aislé del mundo tanto que hoy por hoy no recuerdo muchas cosas. Sé que agarré el batón en segundo lugar… Isasi y yo no nos decíamos nada: en el metro 27 sacaba el brazo y él me ponía el batón, era una cosa sincronizada.

Cuando cogí el batón miré y ya Carl Lewis se estaba pasando el suyo de manos, porque él lo recibía con la izquierda y lo pasaba a la derecha, y ya iba delante de mí. Me dije que para ganarle tenía que caerse…

Detrás venían los demás, pero el nigeriano Davidson Ezinwa me “mató” arriba de la meta. Era un hombre de 9.90 o menos, medía 1,90 metros de estatura y se tiró… Yo te digo que no podía más… Si fueran 105 metros nos quedábamos sin medallas…

Siempre fuiste el cerrador… ¿Es ese el tramo más difícil?

Cada tramo es difícil e importante para un buen resultado, no puedes menospreciar ninguno. El arrancador tiene la tensión de salir bien, el de la recta es el que más corre (130 metros); en la tercera posta tienes que ser buen corredor de curva, y el que cierra es el que todo el mundo ve más. Si le pasan por el lado es la imagen que la gente recuerda, es casi que el culpable. Y a mí me quedó el dolor de que me quitaran la medalla de plata…

Pese a eso… ¿Te complacía ser el “cerrador”?

Siempre cerrador, porque tenía mucha resistencia a la velocidad y te digo la verdad: no tenía miedo, no me importaba cuán grandes fueran los que tuviera al lado, mientras más grandes más duro corría. Nuestro relevo era perfecto con Simón arrancador, Lamela en la recta norte y luego Isasi…

¿Es Barcelona el mejor recuerdo?

Para mí Barcelona significó mucho, pero tengo un mejor recuerdo: en 1990 no me llevaron a la gira de Europa y me fui con mi entrenador (Tomás Pedroso) a competir en Venezuela. Regresé y tenía en ese momento la mejor marca individual de Cuba y con todo y eso me hicieron correr más de siete veces para llevarme a los Juegos Centroamericanos y del Caribe. El mejor recuerdo es haber ganado todas esas veces y demostrar que sí podía.

Lo que más sufriste…

En el propio año 1992, en la Copa del Mundo de La Habana, como nuestro relevo había ganado la medalla olímpica lo designaron para que fuera el representante de América 2. Estuvimos entrenando para eso, pero una hora antes de la competencia me dijeron que no iba a correr, que iban a poner a Robson Caetano Da Silva porque ese relevo iba a romper el récord del mundo. Conclusión: no fueron récord y además hicieron una marca más mala que la que habíamos hecho nosotros en Barcelona. Y eso me dolió mucho porque era la primera vez que mi padre iba a un estadio a verme correr.

¿Disfrutas con tu actual trabajo?

Tengo “algo por dentro” porque me hubiera gustado ser entrenador, pero ahora cumplo funciones como tesorero de la federación cubana y agente representante de atletas, y me siento feliz. Me gusta lo que hago y soy muy dedicado. Es un trabajo de muchas relaciones y de responsabilidad porque detrás de lo que hago está el movimiento de los deportistas y la selección de sus competencias junto con los entrenadores, para trazar la ruta crítica en busca de buenos resultados.

¿Entonces qué te dejó el atletismo?

Convicciones, dignidad, ejemplo, valentía, sacrificio y lo que tengo hoy: mi trabajo y la preparación para la vida.

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