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MARTES 19
MARZO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Filiberto Azcuy Aguilera
“Lo di todo por Cuba”

«Debí realizar muchos sacrificios para encaminar mi carrera», aseguró a JIT como parte de un diálogo agradable en que abordó temas diversos.


Por: JIT Colaborador
jueves, 13 de julio de 2017

Trayectoria...

Sus reinados olímpicos y mundiales convierten al grequista camagüeyano en parte indiscutible de la historia de la lucha cubana.

En la actualidad...

Sacrificio y abnegación signaron su quehacer sobre los colchones, valores que ahora se empeña en transmitir a quienes entrena.


Por Rosa María Panadero Vega

ES DIFÍCIL hacer un recuento de la rica historia de la lucha deportiva en Cuba y no dedicar un capítulo especial al grequista camagüeyano Filiberto Azcuy Aguilera.

Con una brillante trayectoria avalada por el bicampeonato olímpico (Atlanta 1996 y Sydney 2000) y triunfos en juegos centrocaribes y panamericanos, copas y campeonatos mundiales, su historia sobre los colchones también está marcada por el sacrificio y la abnegación.  

De personalidad inquieta y ejemplar, Azcuy también cuenta con orgullo su condición de primer latinoamericano exaltado al Salón de la Fama de la Federación Internacional de Luchas Asociadas (FILA) —la hoy Unión Mundial de Luchas (UWW, por sus siglas en inglés)— en el año 2006: «Fue algo espectacular, sin duda un orgullo mayúsculo», comentó emocionado a JIT.

¿Cómo fueron los primeros años del niño Azcuy?

Nací el 13 de octubre de 1972 en el municipio Esmeralda, de Camagüey, en el seno de una familia humilde que siempre me inculcó valores como la responsabilidad y la disciplina, los que serían trascendentales en mi vida como atleta.

Tengo muy gratos recuerdos de esa etapa, sobre todo porque siempre fui inquieto y jaranero, cualidades que en definitiva terminaron por acercarme al deporte.

¿Contactos iniciales con la lucha grecorromana?

Comencé con 10 años a practicar la lucha e ingresé a la EIDE de manera casi inmediata. Ese deporte me apasionó enseguida, sobre todo gracias a la ayuda de mi entrenador Juan Fernández Silva.

Con 14 años llegué a la ESPA Nacional y pronto integré la escuadra juvenil en la que obtuve resultados relevantes en Cuba y el mundo.

¿La llegada al equipo nacional de mayores?

Ocurrió definitivamente después del año 1990, bajo la tutela del entrenador Pedro Val. No fue fácil porque tenía que esforzarme más que los compañeros que llevaban cierto tiempo allí, para que los entrenadores observaran mis condiciones y los deseos de ser grande. Recuerdo que no logré hacer el equipo para los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Ponce 1993.

Sin embargo, a partir de 1994 conquisté oro en tres ediciones consecutivas de los torneos Granma y gané el boleto para los Juegos Panamericanos de Mar del Plata 1995, donde vencí por el título al venezolano Antonio García. A finales de esa propia temporada tuve que conformarme con el bronce en la Copa del Mundo de Alemania.

Para Atlanta eras una de las grandes esperanzas de la lucha greco cubana. ¿Cómo enfrentaste esa responsabilidad?

Para acudir a las eliminatorias olímpicas debí derrotar antes, en el torneo Granma, a mi compatriota Néstor Almanza, campeón mundial en 1993 y titular de la división de los 74 kg.

Ya en los Juegos tuve rivales fuertes en cada combate: mi primera salida fue ante al kazajo Bakhtiar Baiseitov (9-1) y las siguientes contra el estadounidense Gordy Morgan (10-1) y el húngaro Tamas Berzicza (6-3). En semifinales enfrenté al ruso Mnazakan Iskandaryan, a quien derroté 5-4 y pasé a la discusión del oro contra el finlandés Marko Asell, quien sorprendió con llegar a la final.

Una pelea inolvidable…

Fue extenuante. Ambos rendimos al máximo en los cinco minutos reglamentarios. La decisión arbitral que me favorecía 3-2 fue protestada por los federativos de Finlandia, ante lo cual la FILA y las partes envueltas en la reclamación analizaron cada una de las acciones hasta ratificar el veredicto. Según se anunció más tarde, el fallo pudo ser de 9-2 a mi cuenta.

Cuando se confirmó que era el campeón mi corazón se aceleró, era puro nerviosismo aquello. Todavía se puede ver en las imágenes que daba volteretas de tanta emoción que sentía.  

¿Y Sydney 2000?

Después del fogueo en las competencias celebradas en Cuba y las peleas amistosas con el búlgaro Nicolai Petrov, pude asistir al Panamericano de Cali y conquistar la clasificación en los 69 kg.

Como parte de mi preparación realicé entrenamientos en la altura de Ecuador y estuve en China y Japón, para aclimatarme al huso horario de Sydney. Me sentía en excelentes formas física y sicológica, y así lo demostré en la final frente al japonés Katsuhiko Nagata, a quien vencí por superioridad técnica de 11-0.

Pero hubo muchos más éxitos…

Tuve una carrera deportiva exitosa. Además de mis dos coronas olímpicas disfruté participar en más de 30 torneos grand prix y clase A de la FILA, además de juegos panamericanos (2-2-0), centroamericanos y del Caribe (1-0-0), copas del mundo (1-0-1) y campeonatos mundiales (1-1-3).

¿Cómo rememoras la participación en Atenas 2004?

Fue una de mis últimas competencias a escala mundial. En aquellos juegos olímpicos concluí en el sexto lugar, pero a pesar del resultado —ocasionado en parte por las lesiones—, los recuerdo con orgullo porque nunca me di por vencido.

Todos los torneos del máximo nivel me hicieron crecer como persona y fundamentalmente como atleta. Aprendí que la disciplina y la dedicación son el único camino para ser un gran deportista.

Viviste una carrera marcada por el sacrificio. ¿Cómo lograste salir victorioso de cada una de esas “batallas”?

Debí realizar muchos sacrificios para encaminar mi carrera. Uno de ellos fue el cambio de división desde el debut al más alto nivel, pues me desempeñé indistintamente en 74, 76 y 69 kg. Variar peso en períodos cortos y de forma seguida es algo extenuante. Después que logras estabilizarte es muy duro bajar o subir, y más complejo mantener los resultados.

Otro gran obstáculo fueron las lesiones, incluso me operaron en tres ocasiones, pero con la ayuda de entrenadores, médicos y demás compañeros me las arreglé para convivir con ellas y superarlas.

Todos esos malos momentos me hicieron más fuerte y comprometido con el trabajo. Siento que lo di todo por el deporte y por Cuba.

Has obtenido reconocimientos importantes luego del retiro oficial. ¿Cómo los asumes?

Cada reconocimiento es una nueva responsabilidad. En el año 2006 ingresé al Salón de la Fama de la FILA. Ese fue un momento inolvidable, pues ningún latinoamericano había obtenido esa distinción antes. Participé como delegado en el XVII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes de Sudáfrica 2010, lo que me permitió representar y alzar la voz por Cuba una vez más.

El 13 de febrero del 2012, durante el Torneo Internacional de Luchas Granma-Cerro Pelado, en el coliseo de la Ciudad Deportiva de La Habana, fui condecorado con el Botón de Oro de la FILA; y a fines de ese propio año la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) me otorgó la medalla Abel Santamaría.

Cada uno de esos momentos han sido especiales, tan relevantes como mis medallas, y siempre los tendré grabado en la memoria.

¿Qué funciones desempeñas actualmente?

Soy miembro de la Comisión Nacional de Lucha y enfoco el trabajo en la modalidad grecorromana, de la que soy un apasionado. Trato de esforzarme cada día y seguiré dando todo para que Cuba continúe siendo una potencia en la lucha a nivel internacional.

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