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JUEVES 25
ABRIL, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Pedro Pérez Dueñas
«Me faltó la medalla olímpica»

Nos recibió en el Estadio Panamericano y dialogó afable, como todo un caballero, “liberando” recuerdos y añoranzas, como la de su amor por los aros y las canastas, tan sólido que lamenta no haber poseído el físico necesario para brillar en esa disciplina.


Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
miércoles, 21 de junio de 2017

Trayectoria...

Primer cubano recordista mundial. Hubiera querido ser baloncestista pero terminó atrapado por el triple salto.

En la actualidad...

Recién jubilado después de muchos años de ejercer como médico, la profesión que abrazó tras su adiós como competidor.


AUNQUE no siempre se le menciona a la altura de su hazaña y la votación popular le dejó fuera de los 100 mejores atletas del siglo XX en la Isla, a nadie se le ocurriría poner en duda la grandeza de Pedro Pérez Dueñas.

Quizás lo que muchos consideran injusta omisión respondió a que no consiguió una medalla olímpica o a que vivió una carrera menos “aparatosa” que otros, pero su condición de primer cubano recordista mundial absoluto bien vale eternas reverencias.

Además de inscribirle para siempre en la historia del deporte internacional, aquel triple salto de 17,40 metros con que ganó los Juegos Panamericanos de Cali 1971 le convirtió en paradigma a seguir por sus continuadores en una especialidad repleta de triunfos.

Dueño de un estilo muy técnico, fue golpeado sin piedad por las lesiones. Gusta igualmente del baloncesto, le apasionan las historias relacionadas con la Segunda Guerra Mundial, disfruta la música de Van Van y es un enamorado de la medicina, que eligió como profesión.

Nació el 23 de febrero de 1952 en Pinar del Río y luego de casi 30 años como médico del equipo nacional de atletismo recién se acogió a la jubilación.

Nos recibió en el Estadio Panamericano y dialogó afable, como todo un caballero, “liberando” recuerdos y añoranzas, como la de su amor por los aros y las canastas, tan sólido que lamenta no haber poseído el físico necesario para brillar en esa disciplina.

¿Cuándo su encuentro con el evento que le encumbró?

En el 1968 tenía 16 años y era saltador de altura y corría las vallas cortas, además de que jugaba baloncesto, mi pasión, pero en los sextos Juegos Escolares apareció el triple salto.

Estaba en una competencia de baloncesto en Camagüey y cuando llegué a la de atletismo ya había cerrado la inscripción para los saltos alto y  largo, y no podía hacerlo en las vallas porque en ese justo momento no estaba entrenado, así que solo me quedó el triple, y me gustó.

Pero debió pasar algo que le hiciera decidirse por completo...

Me vi con más posibilidades. Con un segundo lugar en los Juegos Escolares me llaman a la ESPA Nacional y ahí empiezo a entrenar con Pedro Capdevila. En 1969 llegó a Cuba el soviético Leonid Shcherbakov y eso marcó definitivamente mi rumbo.

¿Fue él quien le hizo ganador entonces?

Conformamos un buen binomio y el trabajo salió. Tuvimos muy buenas relaciones, lo respetaba muchísimo, había sido plata olímpica en Helsinki 1952, fue recordista del mundo, y tenía experiencia porque había preparado a grandes figuras como el triple campeón olímpico Viktor Saneyev y otros soviéticos conocidos. Fue con él que logré todo.

¿Cómo visualiza el récord mundial pasados 46 años?

Como si lo estuviera viviendo ahora mismo, como si fuera ayer. Ahí estaba el brasileño Nelson Prudencio, plata olímpica en 1968, y mi  primer salto fue de 16,92 metros, con una caída que no fue buena, pero me di cuenta de que estaba en condiciones de hacer más. En el siguiente intento llegué a los 17,40.

¿Entonces era ese “su día”?

El récord sale, tú te preparas bien, pero no sabes el día en que va a llegar, si es que llega, porque tienen que coincidir una serie de factores: estar en plena forma, el público, el estímulo, que todo se conjugue perfecto... Por eso es que se dan tan pocas veces. Y aclaro que mi vida no cambió después, pues seguí siendo igual con mis amigos, mi familia, nada fue diferente luego de ese récord.

Antes había conseguido topes universales juveniles, pero el Absoluto tiene un peso único. ¿O no?

Los cuatro récords mundiales juveniles y el absoluto son el mejor recuerdo del atletismo. Pero el que más disfruté fue el de Cali’71, porque aportó el primer título del atletismo. Hasta entonces no se había escuchado nuestro himno en el estadio Pascual Guerrero, y haber hecho ondear la bandera allí es algo que nunca se me va a olvidar.

¿La medicina fue una elección pensada?

Siempre quise ser médico, y en aquel momento todavía no estaba la opción de licenciatura en cultura física, por eso me decidí y luego hice la especialidad en deporte. Me inspiré mucho en un checo que era médico y entrenador, y estaba aquí por esos años. Por él cursé luego la licenciatura.

Atleta y alumno de medicina. ¿En algún momento necesitó establecer prioridades?

Estudié a la vez que llevaba mi vida deportiva, y nunca tuve que decidir. Terminé como atleta siendo ya médico, y entonces fue que me dediqué a mi profesión. Aunque fue difícil, con muy poco tiempo para estudiar, e incluso llevaba los libros al extranjero cuando salíamos de gira. Creo que tuve una gran oportunidad y pude llevar ambas cosas... Recuerdo que las guardias de sexto año fueron lo peor, porque me quitaban mucho más tiempo.

¿Qué le caracterizó como atleta?

Era rápido, fuerte, pero poco resistente, y me basaba mucho en mi técnica, pero también me lastimaba con mucha frecuencia. Fui golpeado por las lesiones. Al regreso de Montreal, en 1976, estuve un año o algo más, y luego decidí retirarme a los 27 años.

Ha dicho que nunca se perdonó el cuarto lugar allí...

Es el mayor dolor de mi vida deportiva, porque iba tercero y el brasileño Joao Carlos de Oliveira me privó del bronce en el último salto.

¿Nunca pensó en ser entrenador tras licenciarse?

Tal vez me hubiera gustado serlo, pero nunca he cambiado los papeles. Fui el médico, al lado de los entrenadores y ejerciendo mi profesión. Y así me he sentido totalmente realizado, desde que trabajé en Pinar del Río con el béisbol, o dirigí allí el centro de medicina del deporte, antes de venir para La Habana con el atletismo.

¿Cuánto le ayudó haber sido atleta?

Creo que es una ventaja, porque has vivido la actividad, la has sufrido, comprendes mejor a quienes la realizan y a los entrenadores. También me respaldó la teoría adquirida al estudiar Cultura Física.

¿Qué momentos especialmente duros tuvo que vivir como médico?

El accidente de Ana Fidelia Quirot, pero verla recuperarse fue la mayor satisfacción. Ella tenía un carácter entrenado para superar una dificultad de cualquier tipo, por su perseverancia, su voluntad, que le permitían vencer obstáculos. Nosotros, el preparador Leandro Civil, los sicólogos y el resto de los especialistas, estábamos convencidos de que podía lograrlo, y lo hizo.

¿Qué le dejaron el atletismo y la medicina?

Primero que todo aclarar que como deportista me faltó la medalla olímpica. La medicina me ha dejado mucho conocimiento en cuanto a la atención a los atletas y al ser humano en general. El atletismo también me dejó dos operaciones, y hernias discales…

Entonces, ¿qué repetiría de su historia?

Volvería a estudiar medicina y licenciatura en deportes, pero con un poco más de estatura y fuerza me hubiera dedicado al baloncesto y no hubiera saltado pese a los resultados que logré.

RECUADRO

Monarca de los Juegos Panamericanos de Cali 1971, donde implantó la supremacía mundial (17,40) que le llevó a ser elegido el mejor atleta de Cuba y Latinoamérica en esa temporada.

Campeón de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Panamá 1970 y Santo Domingo 1974. Dueño de cuatro récords nacionales absolutos (16,38/16,86/16,92/17,40). Merecedor de la Orden al Mérito Olímpico. Miembro del Salón de la Fama del Atletismo de Centroamérica y el Caribe.

 

 

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