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Deportes, Educación Física
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VIERNES 29
MARZO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
María Caridad Colón Ruenes
«Soy una cubana realizada»

A sus 58 años esta mujer desenfadada y tierna a la vez sigue siendo la “guajira” sonriente y decidida que salía a “comerse” el mundo en cada competencia.


Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
martes, 28 de junio de 2016

Trayectoria...

Campeona Olímpica en la jabalina de Moscú 1980. Consiguió 12 récords nacionales entre 1978 y 1984, dos veces campeona panamericana (1979 y 1983) y tres en Juegos Centroamericanos y del Caribe (1978, 1982 y 1986).

En la actualidad...

Miembro del Comité Femenino de la IAAF y representante del mismo en Cuba. Trabaja vinculada a las glorias del deporte y en la promoción del atletismo entre niños.


AHORA que los aires olímpicos baten en todas direcciones y las historias escritas en esas contiendas vuelven a la actualidad el atletismo cubano se confirma punto de referencia obligado.

El próximo 25 de julio se cumplirán 36 años de uno de sus hitos, protagonizado por María Caridad Colón Ruenes, convertida entonces en la primera latinoamericana campeona bajo los cinco aros.

Jabalina en mano salió al “todo o nada” en su primer intento en el Estadio Luzhnikí de Moscú y el esfuerzo fue premiado con oro y récord olímpico de 68,40 metros.

Sucedió en 1980, pero ella lo narra con total precisión, como si apenas hubieran pasado unas horas. «Me sentí tan cómoda que fue como si no hubiera hecho esfuerzo alguno», rememora convocada por JIT a un diálogo, también pendiente de otros momentos.

A sus 58 años esta mujer desenfadada y tierna a la vez sigue siendo la “guajira” sonriente y decidida que salía a “comerse” el mundo en cada competencia.

Plantas que cuida con sus propias manos, medallas, un rincón donde atesora no se sabe cuántas jabalinas… y un cuadro regalo del artista Nelson Domínguez son parte de su residencia en el capitalino barrio de Santos Suárez.

Allí vive junto a su esposo, el actor Noel García, y conversamos sobre su vida, su pasión por el deporte, su hijo Ruslán y su natal Baracoa.

La autora de 12 récords nacionales entre 1978 y 1984, dos veces campeona panamericana (1979 y 1983), tres en Juegos Centroamericanos y del Caribe (1978, 1982 y 1986) y dueña de par de títulos iberoamericanos, no puede estar tranquila.

Su vida es un constante movimiento que lo mismo puede llevarla a rodearse de niños en una lid “callejera” que a jugar baloncesto entre veteranas o a un coloquio sobre la mujer y el deporte al que aún aporta con pasión.

¿Cómo te quedó grabada aquella coronación en Moscú?

Yo era la quinta en marcas previas, lo cual te dice que fue mi día, aunque ese primer tiro me puso tan nerviosa que después no hice más pese a saber que hubiera podido llegar a los 70 metros. Sin embargo me sentí tan cómoda que fue como si no hubiera hecho esfuerzo alguno, e intenté uno mejor en el siguiente, pero fue foul y me dolió la espalda aunque me habían infiltrado para evitar las molestias.

Hablemos de eso...

En una competencia en Suiza me lastimé una vieja lesión, por eso la idea siempre fue asegurar con un primer envío, y no calenté para hacerlo, solo algo general para mover mi pulso y tener los músculos en condiciones, pero no pude hacer los calentamientos específicos porque lo guardé todo para un tiro.

Imagino que tus rivales te mirarían extrañadas...

Ellas calentaban y calentaban, y yo tranquila mientras se preguntaban ¿en qué está esta?… Ahí se crea una guerra sicológica, recuerdo a una rumana que me pasaba por el lado corriendo para sacarme de mi tranquilidad...

Y no llegabas como la gran favorita...

No lo era para el mundo, pero a mi había que “matarme”... Yo iba siempre por una medalla, aunque la de oro es siempre difícil, y quien lo dude que analice cuántos atletas de los mejores nunca la ganaron en Juegos Olímpicos.

¿Del evento en general qué recuerdas?

Es impresionante estar en un evento de ese tipo, sin hablar siquiera de la competencia, y la de Moscú fue una olimpiada muy buena, que impactó por su tremenda organización, además de la belleza de la ciudad.

En la villa todo era fabuloso, el estadio impresionante, y recuerdo que el día de mi competencia los cubanos me quedaban justo al frente, en la llegada de los 100 metros, y cada vez que lanzaba veía las banderas y escuchaba su bulla...

¿Cómo asimilaste ser la primera campeona de Latinoamérica?

Cuando gané no me daba cuenta, solo pensaba en Cuba, y por eso no puedo decir nada de ese primer momento, pero luego te vas dando cuenta de cosas, te preguntan en la rueda de prensa y comprendes que es algo grande y vas valorando lo que lograste.

Todavía hoy, cuando me presentan a alguien que no es conocedor del deporte, o los padres le dicen a sus hijos «Es la primera campeona de Latinoamérica», siento gran orgullo.

¿Tus inicios fueron como los de muchos niños en Cuba?

Creo que sí, con encuentros de educación física entre aulas y juegos de montañas, hasta que en la secundaria me seleccionaron para la EIDE de Santiago de Cuba con el entrenador Miguel Ángel Justiz y me especialicé en la jabalina. Luego asistí a los Juegos Escolares de 1974-75, los últimos para mí en la categoría 15-16 años, y después ingresé en la ESPA, aquí en La Habana.

¿Te “chocó” un cambio como ese?

Fue un paso fuerte el dejar mi casa, porque ya no era juego, hay que entrenar con más responsabilidad, madrugar... Cosas que uno no hacía antes. Pero me adapté bien, tal vez porque el tiempo a veces no alcanzaba ni para estudiar, y el cansancio te rendía de tal forma que no quedaba tiempo ni para pensar.

Los centroamericanos de Medellín 1978 pueden considerarse tu primer gran punto de despegue, ¿lo crees así?

Sí, pero no me sorprendió, porque ya había ganado medallas en los torneos Barrientos, que eran muy fuertes, y en copas Cuba, y era la primera cubana que había tirado 60 metros, aunque una lesión en el brazo, originada por la mala posición que adoptaba cuando dormía, me impidió viajar al campeonato centroamericano de atletismo en México en 1977.

¿Se disfrutan los premios en total relación con el nivel donde se obtienen?

Hay otros componentes, porque en Juegos Panamericanos, por ejemplo, siempre nos acompaña el sentimiento de la rivalidad con Estados Unidos y eso siempre me llevó a decir «A mí ninguna de ellas me va a ganar», y querer siempre lo máximo, o sea un problema de orgullo de nosotros los cubanos.

¿Fuiste muy perseguida por las lesiones?

No mucho, pero el atleta está sujeto a cargas agresivas para el cuerpo y eso lo lleva al desgaste, además de que mi especialidad es compleja, y sufría unos terribles esguinces de tobillos. Recuerda que tienes que correr con una velocidad alta y detenerte para lanzar con movimientos de rotación, pero competí así muchas veces. No fui de grandes lesiones, pero sí necesité soportar dolores, tanto que a veces me molestaba hasta peinarme, cuando eran los del brazo, pero nunca tuve que ir a un salón de operaciones o dejar de entrenar. Dentro de toda la agresividad que recibe el cuerpo creo que fui afortunada.

¿Sacrificaste mucho por el deporte?

Es posible, pero en ese momento no lo piensas de ese modo, y nada me interesaba más que entrenar, no me distraía nada. Me relajaba un poco con juegos adicionales como cancha, baloncesto, fútbol, deportes que estaban dentro de la planificación del entrenamiento, pero no me importaba el baile, ni ir al cine, y fui muy disciplinada para mis entrenamientos y estudios. Tuve años de 20 a 22 competencias, y después terminar las giras me agotaba, porque extrañaba a Cuba y su comida.

Fuiste un caso como pocas, paraste un año para tener a Ruslán, fruto de tu matrimonio con Ángel Salcedo, quien también era tu entrenador, y luego regresaste...

Ruslán es mi vida, lleva el nombre por el valiente de la obra de Pushkin: Ruslán y Liudmila. Nació en 1981 después de la Olimpiada, aunque muchos no querían que fuera madre en ese momento. Luego volví a la competición y me fue muy fácil, incluso gané peso y tuve buenos resultados.

A los cuatro meses de parida ya estaba de nuevo en el estadio, él no fue un obstáculo, lo disfruté mucho, me lo llevaba a los entrenamientos y se convirtió en un incentivo para mi carrera.

Y como los atletas no escapan de las realidades terrenales sufriste un divorcio, pero la felicidad volvió a sonreírte con una pareja que todavía te acompaña...

Noel y yo somos una función cultura-deporte, lo conocí en una premiación a los atletas en 1992 y se fue forjando una bonita relación. Solo nos faltó tener un hijo en común, pero estaba recién salida de esa vida tan intensa que tenemos los atletas, era diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular, delegada de mi circunscripción, después directora nacional de recreación... Tenía tantas cosas que pensaba «¿Cómo me las voy a arreglar?», y lo fui posponiendo, hasta que no sucedió.

¿Qué retos imponen tus responsabilidades en el Comité Femenino de la IAAF?

Me gusta mucho esa labor, y hemos logrado pasos, pero creo que pudiéramos hacer mucho más, no solo en los órdenes de reconocimientos y cursos de superación, sino también en el rescate de competencias femeninas y otras acciones.

¿Qué es para ti Baracoa?

Es un encanto, y no solo porque nací allí, sino porque siempre me siento muy bien cuando voy. Disfruté una niñez feliz, quiero a la gente y ellos me quieren a mí.

¿Te quedó algún sueño por cumplir?

Qué va, primero porque siempre soñé con los pies en la tierra, y además porque soy una cubana realizada.

 

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