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JUEVES 28
MARZO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Raúl Francisco Martínez Alemán
«Creo que la gloria olímpica no era para mí»

Con estatura de 1,59 metros, sonriente e hiperactivo, “La Mocha” –como era conocido en el colchón de competencia–, compartió su historia con JIT.

 


Por: JIT Colaborador
jueves, 24 de marzo de 2016

Trayectoria...

Bicampeón mundial, centroamericano y panamericano, multimedallista en copas del mundo y Grand Prix, el único título que se le hizo esquivo fue el metal dorado en una cita bajo los cinco aros.

En la actualidad...

Profesor de la academia santiaguera, especialmente con el concentrado pioneril, trabaja ahora en Brasil, contribuyendo a aumentar el nivel del deporte en ese país.


Por Rosa María Panadero Vega

MUCHOS son los atletas cubanos que han tocado la gloria olímpica —incluso más de una vez— y registrado su nombre en las páginas del deporte internacional.

Otros han tenido que resignarse con la aspiración deshecha, pero aunque reza un dicho popular que la historia siempre recuerda a los campeones, la medalla del honor y la entrega es también merecedora de reconocimiento.

Este es el caso de Raúl Francisco Martínez Alemán, uno de los grequistas cubanos más laureados en las décadas de 1980 e inicios de los 90, en la división de los 52 kilogramos.

Bicampeón mundial, rey centroamericano y panamericano, multimedallista en copas del mundo y Grand Prix, el único título que se le hizo esquivo fue el metal dorado en una cita bajo los cinco aros.

Con estatura de 1,59 metros, sonriente e hiperactivo, “La Mocha” —como era conocido en el colchón de competencia—, compartió su historia con JIT.

¿De dónde vienes Raúl Francisco Martínez Alemán?

Nací el 14 de mayo de 1971 en Santiago de Cuba, y me crié en el reparto Chicharrones. Siempre fui un niño muy hiperactivo, recuerdo que estando en la Escuela de la Beneficencia —en la enseñanza primaria— tenía un compañero que se llamaba José Ángel Virgilí, cuyos primos eran luchadores y me llevaron al CVD Antonio Maceo. Desde que vi la lucha me enamoré para siempre de ese deporte, a la edad de ocho años. Después de muchos obstáculos hablé con el ya fallecido profesor Ismael Frómeta, y con él di mis primeros pasos en la modalidad grecorromana.

¿Por qué ese estilo?

En realidad también me gustaba el libre, pero resulta que cuando llegué al centro estaba disponible el greco y por ese me decidí. Fue realmente algo fortuito.

¿Qué les agradeces a tus entrenadores?

Todo: la disciplina, el amor al deporte y sobre todo el amor a la patria que representas. Los recuerdo a cada uno de ellos, desde Ismael Frómeta hasta los profesores Joel Zola y Alexis Campos, con los que tuve mis primeros resultados a nivel municipal y provincial. De mi etapa en La Habana tampoco puedo dejar de mencionar a Prado, Carlos Borrero, Sergito Rodríguez y Carlos Ulacia. La figura del entrenador es clave, y creo que todos los que te mencioné contribuyeron a mi formación como deportista.

De la EIDE a la ESPA Nacional, ¿cuán difícil fue el camino?

A los 12 años paso a la EIDE con los entrenadores que te mencionaba, José Prado y Carlos Borrero. Continué mi preparación, fui a los Juegos Escolares Nacionales y logré coronarme. En la EIDE tuve grandes rivales como William Mendoza, de Palma Soriano, que era campeón nacional, de constitución física más fuerte, y para colmo mejor en la docencia, así que el entrenador que estaba en ese momento se decantó por él. Como tuve que esperar un tiempo para llegar a La Habana me quedé en la ESPA provincial con el profesor Sergio Rodríguez, más tarde fui a los Juegos Nacionales y William Mendoza, que ya había sido campeón nacional e incluso había tenido experiencias internacionales, iba a enfrentarse nuevamente conmigo porque éramos de la misma división.

Al otro día me entero de que lo habían subido a la de 48 kilogramos, mientras que yo me mantuve en 45 y seguí en el camino por ser parte de la selección nacional. A partir de ese momento, pasé a la ESPA nacional y gané todos mis torneos representando a Santiago de Cuba. Recuerdo que me decían La Mocha porque a los entrenadores que tuve les gustaba mi estilo agresivo y desequilibrante a la hora de combatir.

¿Experiencias en el equipo juvenil?

Muchísimas, pero los momentos que más guardo son el Campeonato Juvenil en Austria, donde concluí en la tercera posición al caer frente al ruso Alfred Dernakian, que era muy fuerte. Curiosamente en los Juegos Juveniles de la Amistad de 1988, con sede en La Habana, lo derroté y me convertí en el primer luchador cubano en ganar ese tipo de evento. 

Desde entonces gané todos los torneos juveniles en que participé: mundiales, panamericanos, copas, Juegos de la Amistad, siempre en la división de los 50 kilogramos.

¿Cómo llegas al equipo nacional?

En el año 89 voy al Campeonato Nacional y obtengo la medalla de plata frente a Wilber Sánchez, también santiaguero. Entonces paso con el entrenador Carlos Ulacia, que al ver mis condiciones y mi corta edad —tenía 18 años— decide subirme a los 52 kilos, donde era el quinto hombre en Cuba, porque había grandes como Pedro Roque, Radamés Castellón, Oriol Cordobés, Norge Pacheco y Reinaldo Jiménez.

Ese mismo año integro la selección nacional y logro ser campeón de Cuba con apenas 19 años. La Comisión Nacional decidió probarme en un torneo en la ciudad de Los Ángeles, donde derroté a Sean Shelton, uno de los grequistas más importantes de mi generación.

Con esa victoria me gané definitivamente la confianza de mis entrenadores, tanto que al próximo año triunfo en los Juegos Centroamericanos de México y el panamericano del deporte, también efectuados en la capital mexicana.

Panamericanos de La Habana 1991 y Mar del Plata 1995 ¿Balance de ambas competiciones?

Tengo la dicha de ser bicampeón panamericano. En La Habana competí nuevamente con Shelton y lo llevé a discutir el bronce, y triunfé finalmente frente a un panameño. Antes de Mar del Plata competí en los Juegos Centroamericanos celebrados en Ponce, Puerto Rico, en 1993, e igualmente gané. Con todos esos eventos en mi historial me sentía con mucha más confianza sobre lo que podía hacer sobre el colchón, y lo demostré coronándome nuevamente en 1995 en Argentina.

Y con 20 años recién cumplidos te coronas campeón mundial en Bulgaria, ¿qué significó ese momento?

Fue la mayor alegría de mi carrera deportiva, en 1991, cuando muchos no contaban conmigo, pero demostré de lo que estaba hecho, y doy gracias a la vida por ese momento.

Sin embargo no pudiste hacerte justicia en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992...

Yo era una de las cartas principales del equipo Cuba, pero solo obtuve un noveno lugar. Ese año fue muy duro para mí. Estaba “disparado” en el peso y no me sentía bien sicológicamente. Me presenté ante los mismos rivales que había derrotado en más de una ocasión y empecé ganando, pero no pude con la actuación que se esperaba. Creo que la gloria olímpica no era para mí.

Sin embargo, en el Campeonato Mundial del 93 reafirmaste tu corona universal ¿Cómo enfrentaste ese certamen?

Fue en Suecia, y lo más normal era haber recibido la medalla con alegría, pero en mi caso no fue así. Diría que tuvo un sabor agridulce porque todavía pensaba en lo sucedido el año anterior en Barcelona, porque mi mayor motivación fue siempre la victoria. Es muy difícil mantenerse en la élite de la lucha a nivel internacional, y creo que lo conseguí, aunque pude haberlo hecho mejor.

¿Atlanta 1996?

No participé, aunque estaba aún en el equipo nacional. Ya venían subiendo otros atletas más jóvenes, además de que presenté problemas físicos, y eso me impidió estar en la que habría sido mi segunda Olimpiada.

¿Otras competencias que recuerdes con cariño?

Muchísimas. Las dos medallas de oro en las copas mundiales de Francia y Alemania, en 1992 y 1995. En los años 89, 90, 92, 93 y 94 también obtuve primeros lugares en certámenes internacionales en Venezuela, Canadá, Estados Unidos y México. Además de las tres medallas doradas en los Grand Prix celebrados en Checoslovaquia, Alemania y Cuba.

En el año 2000 decides retirarte ¿Por qué si apenas tenías 30 años de edad?

Te confieso que ya no me sentía igual, y el único compromiso que me quedaba era ayudar en la preparación de Lázaro Rivas, el atleta que me sustituyó y lo hizo bien, porque fue campeón mundial y subcampeón olímpico. Lamentablemente falleció, pero me siento orgulloso de haber aportado a sus logros deportivos.

¿Qué haces actualmente?

Soy profesor de la academia de lucha en la provincia, particularmente con el concentrado pioneril, para estimular a las jóvenes promesas. 

Desde que me integré mis niños han ganado dos medallas de plata en eventos nacionales, solo derrotados por Camagüey. Pero en los últimos años hemos hecho un trabajo muy fuerte y Santiago de Cuba es campeona absoluta en la categoría pioneril. Ahora trabajo en Brasil, contribuyendo a aumentar el nivel del deporte en ese país.

¿Cómo ves el panorama de la lucha cubana en ambos estilos y sexos?

La lucha en Cuba tiene futuro, contamos con nuestro multicampeón mundial y olímpico Mijaín López. Más recientemente se han sumado los nombres de Ismael Borrero, Miguel Martínez, Javier Cortina, entre otros. En el caso de las féminas tenemos a Katherine Videaux y otras muchachas que están haciendo lo suyo para estar en la élite internacional. De todas formas, hay que seguir trabajando para mantener esos resultados.

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