Trayectoria...

Subcampeón olímpico y laureado en otros muchos escenarios, forma parte de una generación imprescindible para la esgrima cubana.

En la actualidad...

Entusiasmado con un proyecto que busca detectar talentos en una disciplina que siempre tuvo buenos resultados en su provincia.

Por Rosa María Panadero Vega 

LA ESGRIMA cubana tiene en la figura de Ramón Fonst a su más ilustre representante. Sus actuaciones en los Juegos Olímpicos de París 1900 y San Luis 1904, donde sumó tres medallas en las modalidades de espada y florete —dos de oro y una de plata—, así lo confirman.

Más de 90 años después parecía que el espíritu de “El Zurdo” se apoderaba de cinco jóvenes de la isla que lograron la hazaña de escalar al segundo puesto en la modalidad de florete durante la cita olímpica celebrada en la urbe española de Barcelona.

Uno de ellos fue el santiaguero de entonces 24 años Hermenegildo García Maturell, enamorado de ese deporte desde que apreció los primeros combates, y decidido a abrazarlo cuando a finales de la década de 1970 fue declarado entre los atletas de perspectiva inmediata en la EIDE “Capitán Orestes Acosta” de la Ciudad Héroe.

Dos veces campeón mundial universitario, titular centroamericano, licenciado en Cultura Física y condecorado en 1988 con la Medalla del Honor Deportivo, el ex destacado atleta aceptó establecer el diálogo con JIT en una tarde donde entre anécdotas y risas rememoró sus mejores momentos.

¿Cómo llega a la esgrima?

Mi primer acercamiento fue a los 11 años, por mediación de un amigo que la practicaba. Un día tuve la posibilidad de verlo y me cautivó desde el primer momento, por lo que enseguida me inscribí. Se realizó una convocatoria en el CVD “Antonio Maceo” y asistimos varios niños, pero solo iban a escoger 11, y terminé en el cuarto lugar después de unas pruebas técnicas. Eso me abrió las puertas de la EIDE, donde finalmente me decidí por la modalidad de florete, que es el arma base de la esgrima, además de la más difícil y la más técnica.

¿Algún ídolo en particular?

Ramón Fonst. Sin importar lo lejos que llegue un esgrimista en su carrera, creo que su figura se distingue como ninguna. Campeón en espada y florete, con una trayectoria impecable, es uno de los deportistas más grandes de todos los tiempos en Cuba y América Latina.

¿Cómo fueron esos años en la EIDE?

Era muy pequeño, no solo en edad, sino en estatura, incluso muchos no tenían fe en mí, pero todo eso me hizo más fuerte, y dos años después ya era campeón en los Juegos Escolares Nacionales. Transcurrió el tiempo, y en la década de 1980 me convertí en campeón nacional juvenil en dos ocasiones, y como miembro del equipo nacional de esa categoría fui bronce en el Campeonato Panamericano celebrado en México en 1987.

¿Y la ESPA Nacional?

Estuve tres años, llegué en 1984 y en 1987 me promueven al equipo grande. Aunque fue poco tiempo considero que sirvió de mucho a mi formación como deportista, y de esa etapa también guardo recuerdos de grandes entrenadores, compañeros y amigos.

Con apenas 19 años llega a la selección élite. ¿Cómo recuerda ese momento?

Sí, integré el equipo nacional en septiembre del ’87, luego de los Juegos Panamericanos de Indianápolis, en Estados Unidos. Al próximo año otros cuatro atletas y yo fuimos invitados al Campeonato Mundial Juvenil, donde logré el noveno lugar entre 88 participantes. Antes había participado en los Juegos Juveniles de la Amistad celebrados en Sofía, Bulgaria, que también me fueron dando fogueo internacional. Por esa época, ya en la categoría de mayores, fui campeón nacional, y el mejor juvenil en la etapa clasificatoria en la Copa del Mundo de La Habana 1988.

¿Qué significó representar a Cuba en la arena internacional?

Un inmenso orgullo. Mis primeras experiencias fueron giras por Europa, que me sirvieron de mucho porque era muy joven, y todavía me faltaban elementos de la técnica esgrimística, que es muy compleja. Recuerdo que fuimos a un torneo de 110 participantes, a finales del año 1987, donde estaban las principales potencias de este deporte, o sea Rusia, Alemania Democrática, Alemania Federal, Rumania, Polonia, y gané en la ciudad de Postdam, donde salí invicto en todos mis combates. Ya en el ’88 hago equipo para los Juegos Olímpicos de Seúl, aunque no asistimos, y también por esa época estuvimos en el Campeonato Mundial de Lyon, donde obtuvimos el quinto lugar por equipos. En  los Juegos Centroamericanos de México 1990 me coroné campeón, y en 1991 ganamos el Campeonato Mundial de Budapest, que por supuesto fueron competencias que nos sirvieron para seguir creciendo.

Barcelona 1992, ¿a un paso de la gloria olímpica?

Fuimos subcampeones olímpicos, pero pudimos ser campeones. En la esgrima se efectúan 16 combates en la competencia por equipos, pero el que primero llegue a nueve victorias se proclama campeón. Nosotros estábamos ganándole al equipo alemán 6-2, y después 8-5, o sea que si obteníamos el noveno ya éramos campeones olímpicos. Lamentablemente nos ganaron los tres últimos combates por diferencias mínimas, empatamos con ellos y entonces los jueces fueron a la tabla, para ver quién dio más toques y quién recibió menos, y ganaron los alemanes por dos toques. Habían transcurrido 12 años desde que Cuba no participaba en unos Juegos Olímpicos, y el segundo lugar en florete por equipos fue algo muy grande. Un momento muy especial fue cuando regresamos y nos recibió el Comandante. Veníamos todos los compañeros que ganamos la medalla plateada: Tulio Díaz, Guillermo Betancourt, Elvis Gregory, Oscar García y yo. Cuando descendimos del avión Fidel nos estaba esperando, nos extendió la mano y nos dio un abrazo. Fue el momento más grande en mi trayectoria deportiva.

¿Por qué el retiro del deporte activo?

Decidí retirarme a los 36 años, aunque la esgrima es un deporte que acepta atletas incluso hasta de 40 años, pero ya no tenía los mismos reflejos. Además, hay una juventud que viene, y lo mejor para un atleta es retirarse con la gloria en alto.

Cuénteme de su experiencia en la República Bolivariana de Venezuela.

Cumplí colaboración en la Misión Barrio Adentro Deportivo desde finales del 2005 hasta el 2007, y tuve resultados relevantes a nivel de país, incluso el equipo masculino obtuvo el bronce y el femenino el cuarto lugar, todo esto en el estado de Yaracuy.

¿Qué hace actualmente?

Desde el año 2005 me trasladé a la sala polivalente Alejandro Urgellés, de Santiago de Cuba, y he trabajado en la EIDE. En el 2010 estuve como entrenador en el Campeonato Mundial de Azerbaiyán, donde logré clasificar a Redis Prades Rosabal, único atleta que llevó Cuba a los Juegos Olímpicos de la Juventud efectuados en Singapur, y obtuvimos el lugar 11. De hecho, ese año por mis resultados en otras competencias internacionales fui seleccionado como el mejor entrenador de florete del país.  

Actualmente tengo un proyecto con niños aquí en Santiago de Cuba, que busca detectar el talento en la esgrima, disciplina que siempre ha tenido buenos resultados en la provincia.

Valoración general de la esgrima cubana.

La esgrima ha bajado su nivel, y realmente son muchos factores que han atentado contra este deporte. Carecemos de indumentaria y sobre todo de lo último en la tecnología. No obstante luchamos por estar en la élite, al menos regional, y lo que queda es trabajar fuerte con los prospectos que tienen los equipos nacionales para devolver a la esgrima los resultados que tuvo en un momento en la arena internacional.