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Publicación del Instituto Nacional de
Deportes, Educación Física
y Recreación INDER
JUEVES 28
MARZO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Orestes Kindelán Olivares
Al bate… ¡el cuarto bate!

El Kinde” es símbolo del deporte revolucionario, leyenda viva, un caballero que se ganó “a batazos” epítetos como “El Tambor Mayor”.


Por: JIT Colaborador
martes, 10 de noviembre de 2015

Trayectoria...

Fue miembro de los equipos campeones olímpicos en Barcelona 1992 y Atlanta 1996 y plata en Sydney 2000, además monarca en los Juegos Panamericanos de Indianápolis 1987, La Habana 1991, Mar del Plata 1995 y Winnipeg 1999. Participó también en seis mundiales y cuatro Juegos Centroamericanos.


 

En la actualidad...

Sigue vinculado al béisbol en su Santiago de Cuba natal, donde es todo un ídolo...


Por Rosa María Panadero Vega

SUS BATAZOS aún resuenan en la mayoría de los estadios beisboleros  de Cuba, y más allá de nuestras fronteras.

Idolatrado por su afición “El Kinde” es símbolo del deporte revolucionario, leyenda viva, un caballero que se ganó “a batazos” epítetos como “El Tambor Mayor” o “El León de la Montaña”.

Los homenajes nunca serán suficientes para el atleta consagrado.

¿Cuál es el origen de Orestes Kindelán Olivares?

Nací el primero de noviembre de 1964 en el municipio santiaguero de Palma Soriano, y desde pequeño fui muy travieso, pero mi infancia transcurrió de manera normal. Iba a un terreno de béisbol en Dos Ríos, hasta que un entrenador se fijó en mí pensando que tenía condiciones y me llamó para que hiciera las pruebas, pero decidí becarme en una escuela en el Campo terminado sexto grado, y no practiqué más béisbol. Allí integré el equipo de voleibol, pero se realizó un torneo municipal de béisbol en Palma Soriano, y los entrenadores que estaban al frente del mismo me dijeron: «Tú eres pelotero». Fue en el Deportivo Cauto, en mi municipio natal, jugamos dos juegos y di dos jonrones, los únicos dos hits que conecté, y luego de eso me captaron para la EIDE provincial, donde me formé como jugador.

¿Qué influencia tuvo tu entorno familiar en la pasión por el béisbol?

Siempre es muy importante, mis padres me apoyaron en todo, y cuando pasé a la EIDE el seguimiento de ambos fue constante. Cuando no salía de pase iban a verme, a llevarme la comida, la ropa lavada, esos detalles que cuidan los padres, además de la preocupación porque todo marchara bien tanto académica como deportivamente. Así la vida fue transitando hasta que me gradué de profesor de Educación Física y continúe la licenciatura. 

¿Quiénes eran entonces tus jugadores de béisbol paradigmáticos?

En mi niñez me fijaba mucho en Armando Capiró, que tenía un swing fenomenal, una fuerza increíble, y una valentía extraordinaria ante cualquier lanzador, además de que implantaba respeto por lo que hacía en el terreno. También tuve la suerte de ver a Antonio Muñoz, Pedro José Rodríguez y Luis Giraldo Casanova en plenitud de facultades, pero siempre seguí más a Capiró. 

¿Cómo y cuándo llegas a tu primer equipo de Santiago de Cuba?

Participé en un entrenamiento para integrarlo y no me escogieron porque me fue muy mal, incluso no conecté ningún hit. Recuerdo que Manuel Millares era el entrenador y no me convocó, pero al año siguiente jugué las provinciales, estuve bien con Palma Soriano y quedé líder en la mayoría de los departamentos ofensivos. Entonces sí integré el equipo de Santiago de Cuba, y ese mismo año (1982) participé en el Mundial Juvenil de Barquisimeto, Venezuela.

¿Cómo resumir vivencias como las de cuatro Juegos Centroamericanos, seis mundiales, cuatro Juegos Panamericanos y tres Juegos Olímpicos?

Representar al país es un sueño que todo atleta tiene, y luego hacerlo lo mejor posible. Para mí fue el más grande orgullo la oportunidad de levantar la bandera con la medalla de oro, contribuyendo a que una isla tan pequeña sea reconocida a nivel mundial. Fueron momentos únicos: jugar en el primer equipo cubano que ganó una Olimpiada, liderazgos de bateo, compañeros que amaban lo que hacían, y eso siempre va a estar grabado en mi memoria.

¿Sientes que te quedó algún título por ganar con el equipo Cuba?

Claro, no tuve la suerte de participar en un Clásico Mundial, y sin menospreciar la calidad de los equipos que nos han representado en esos torneos creo que los peloteros de mi generación hubiéramos podido ganar.

¿Qué lanzador te hacía más daño?

Los que no tiraban strikes, precisamente por la ansiedad de querer batear, pues como siempre viví de la ofensiva trataba de enfocarme en batear, sin sentirme pequeño o grande delante de ningún pítcher. Mi tarea siempre fue tratar de ayudar a mi equipo.

¿Cuál de tus jonrones recuerdas con más devoción?

Creo que el conectado en el Preolímpico de Edmonton, Canadá, en 1995. Había perdido la titularidad en el equipo nacional y se me dio la oportunidad como emergente ante Nicaragua, con las bases llenas y debajo en el marcador 2-7. Di jonrón y a partir de ese día regresé al cuarto turno. Y en los otros compromisos que efectuamos como dicen por ahí “me destapé a batear”.

A pesar de las constantes ofertas monetarias del exterior, ¿cuál fue la convicción que te mantuvo como parte del béisbol revolucionario?

Siempre he sido muy fidelista, siempre he amado mucho a Fidel Castro, y creo que por tanta admiración continúo en mi terruño, porque es muy difícil traicionar a un hombre como el Comandante, que ha sido el líder no solo de los atletas, sino de Cuba y de América Latina, un hombre al que le debemos la patria que tenemos, con personas cultas y preparadas que apuestan por un futuro mejor.

En 21 series nacionales promediaste .313; con 2 030 hits, 330 dobles, 36 triples, tus históricas 1 511 carreras impulsadas y 487 jonrones. ¿Por qué no esperar los 500?

Pude haber rebasado esa barrera, pero con tantas contradicciones con la prensa y algunos directivos creí que era suficiente, aunque todavía estaba en plenitud de facultades, porque es cierto que mientras estuviéramos en el equipo nacional frenábamos el desarrollo de los jóvenes que iban subiendo, y retirarme con la gloria en alto creo que también era importante. No le comuniqué nada a nadie, y terminando un juego de play-off con Villa Clara en el Guillermón Moncada decidí retirarme y eso hice.

¿Qué significó representar a la provincia y particularmente jugar en el estadio Guillermón Moncada?

Representar a esta provincia es algo grande, no solo en el deporte, sino en todas las esferas, y todo lo que haga siempre será con el nombre de Santiago de Cuba al frente. Y jugar en el Guillermón Moncada resultó extraordinario, según los peloteros de otros equipos este estadio encierra tanta presión como el Latinoamericano, y cuando comenzaba a sonar la corneta china con la conga, había una transformación en el equipo. Espero que en pocos años ese público que se reúne aquí sea inspiración para los jóvenes que defienden nuestra camiseta, y que Santiago vuelva a ocupar el lugar que siempre ha tenido en la pelota.

Entre los años 2002-2004 te desempeñaste como jugador en la Liga Japonesa de Béisbol, ¿por qué esa decisión?

A partir de la propia polémica que se había desatado en torno a mí y a otros compañeros, pensé en no seguir jugando aquí, y se nos dio la posibilidad de ir a Japón, aunque en aquel tiempo no se podía jugar profesional como ahora. Tuve la oportunidad de estar en equipos de compañías de ese país, y como se acercaba mi labor como entrenador aprendí muchísimo y me fue bastante bien.  

En el propio 2004 te desempeñaste como entrenador de bateo del equipo de Santiago de Cuba como parte del cuerpo técnico dirigido por Antonio Pacheco, y la provincia obtuvo tres campeonatos y un subcampeonato nacional. ¿Qué sentiste al formar parte de esa segunda aplanadora?

Fue algo maravilloso, tener tantos muchachos jóvenes y dar ese gran paso de mantener a Santiago de Cuba por cuatro años consecutivos en la élite del béisbol cubano, más aún nosotros que prácticamente salimos de atletas a entrenadores. Es un trabajo que requiere de mucho esfuerzo y sacrificio, pero esa es la misión del entrenador: escuchar, observar, aprender y no cansarte de conducir a los miembros de tu equipo, para que las cosas salgan lo mejor posible y estar en la senda de la victoria.  

Igualmente fuiste parte del cuerpo técnico del equipo que obtuvo la medalla de plata olímpica en Beijing 2008. ¿Qué factores impidieron tocar la gloria?

Nosotros salimos a jugar contra un equipo coreano de mucha calidad, muy técnico y concentrado. Lamentablemente cometimos algunas imprecisiones y en el noveno inning con las bases llenas no pudimos empatar el juego. El batazo de Yulieski Gurriel salió de frente y se acabó el juego. Pero no se puede culpar a Yulieski, porque para eso somos un equipo, y ningún equipo Cuba que sale al terreno quiere perder, pero esas son las cosas del béisbol, y por eso no vamos a llenar de críticas a un atleta que lo da todo por su camiseta. Las críticas son para construir y no lo contrario.

El 8 de noviembre del 2014 fuiste exaltado al Salón de la Fama del Béisbol Cubano. ¿Cuál fue tu reacción al conocer la noticia?

Muy agradecido, porque por el béisbol cubano han pasado muchos peloteros de calidad innegable, y estar entre los cinco primeros me parece un reconocimiento a mi trayectoria deportiva.  

Tu gran pasión fue jugar al béisbol, pero, ¿cómo es la vida de Orestes Kindelán fuera del terreno de juego?

Trato de ser lo más normal posible, voy a cualquier lugar de la ciudad, y a pesar de la fama de Kindelán el pelotero, eso no cambia mi personalidad. No pienso en aquel pelotero que fui, y quisiera que las personas me vieran de esa forma. Y en lo demás, en mi casa, la convivencia con mis hijos y mi esposa, a los que trato de brindar el mayor afecto posible. 

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