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JUEVES 18
ABRIL, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Lisandra Pérez Hernández
De atleta a entrenadora feliz

Es una de las más jóvenes integrantes del colectivo técnico de la Escuela Nacional, donde dirige a cuatro niñas de individuales, y asume como prioridad formarlas como buenos seres humanos.


Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
martes, 12 de mayo de 2015

Trayectoria...

Cuatro medallas en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Cartagena de Indias´06 y otros premios completan una labor protagonizada en momentos de poca asistencia internacional.

En la actualidad...

Actualmente es profesora de la Escuela Nacional, donde trabaja con cuatro niñas de individuales.


LISANDRA Pérez enfrentó años muy duros para la gimnasia rítmica cubana. Coincidieron pocas competiciones, ausencias a Juegos Centroamericanos y del Caribe y total alejamiento de lo sucedido en Europa...

Ello le hizo difícil trazarse metas inspiradas en antecesoras que reinaron en lides continentales como Lourdes Medina o Yordania Corrales, pero asegura que el deporte es lo mejor que pasó en su vida.

Confiesa que la gimnasia la hizo la persona que es, adora ser entrenadora y está convencida de que hubiera sido mejor atleta si antes ejerce como profesora.

Sus 27 años la convierten en una de las más jóvenes integrantes del colectivo técnico de la Escuela Nacional, donde dirige a cuatro niñas de individuales, especialidad que siempre practicó, y asume como prioridad formarlas como buenos seres humanos.

Sin el somatotipo ideal para la disciplina, luchó incansablemente para mantener el peso corporal indicado y enfrentó graves lesiones que le alejaron en momentos importantes.

Es cierto que no logró todos los éxitos soñados, pero accedió a medallas en Juegos del ALBA, copas nacionales y unos Juegos Centroamericanos y del Caribe que nunca olvidará: Cartagena de Indias´06.

Estuvo a punto de perdérselos por la sinovitis de cadera que padeció, pero una vez más se erigió sobre las limitaciones y sobrepasó los pronósticos con dos subtítulos y otros tantos bronces.

JIT fue a su encuentro en busca de esa historia, sus inicios y la actualidad como formadora de nuevas generaciones.

¿Qué tan grave fue aquella lesión?  

Era una sinovitis crónica bastante compleja, porque este deporte requiere sobre todo de movimientos constantes con las piernas a más de 180 grados. Estuve en cama siguiendo el tratamiento y tuve mucho apoyo de mi entrenadora y la doctora. Comencé a entrenar, como quien dice, apenas 15 días antes de los juegos.

Pero no eras la principal carta del equipo...

Es cierto, no iba como primera figura, y fue bonito lo que pasó, porque después de todo el esfuerzo que hice solo pensaba en hacerlo lo mejor posible, y fue chocante ver fallar a la compañera que iba con la responsabilidad de “halar” al equipo. Recuerdo que la profesora Siomara se me acercó y me dijo: «Lisi, viste lo que pasó, ahora todas las esperanzas están puestas en ti y tenemos a Venezuela bien pegada». Sentíamos mucha tensión, porque en esos años habíamos perdido los lugares cimeros que tuvimos antes y no podíamos quedar por detrás.

¿Entonces es el mejor recuerdo de tu carrera?

Claro que sí. Siempre he tenido que salir de abajo porque mi “soma” nunca fue el idóneo para el deporte y las entrenadoras se iban por las gimnastas que veían con más perspectivas porque a nivel internacional gustan más las de piernas largas, todo lo contrario a mí. O sea, que siempre me tocó esforzarme mucho, y tomé ese resultado como un pago a todo el sacrificio que venía viviendo desde pequeña.

¿Por qué llegas a la gimnasia?

Empecé con seis años en Holguín. La profesora Ester Saldívar estaba haciendo captaciones y me vieron condiciones físicas, pero hasta ese momento no tenía idea sobre la gimnasia. Lo que más recuerdo de esa época es el sacrificio que tuvimos que hacer mis padres: recogerme cada tarde para llevarme al área a entrenar, y que siempre estuve pasadita de peso... El sufrimiento de la dieta, de lo que podía comer o no.

Luego viniste a La Habana, muy pequeña, como casi todas en tu deporte ¿Cómo fue ese paso?

Difícil, porque siempre fui muy apegada a mis padres, y el cambio resultó radical. Había niñas de todas las provincias que llevaban años, y yo era muy tranquila, por mis raíces humildes… Al principio quería irme.

¿Quién fue tu primera entrenadora aquí?

Comencé con Sonia Pedroso, pero a mitad de curso salió de colaboración y me quedé con Miriam Martínez. Luego fui la primera atleta de Yordania Corrales, que se había retirado del equipo nacional.

En ocasiones se comenta que las cubanas han perdido algo la gracia, la soltura para proyectarse...

Es muy difícil la proyección, mostrarse sonriente, porque usualmente competimos contra atletas mucho más fogueadas, y cuando llegamos es comenzar por mirar todo, reconocer, casi siempre en desventaja respecto a todo, incluidos los leotares, los implementos. Nuestras entrenadoras hacen todo el esfuerzo del mundo, pero siempre nos queda el déficit de competencia y eso es al final lo que hace a la gimnasta.

¿Qué es necesario para triunfar?

Primero el somatotipo es fundamental en este deporte, y después el deseo, que la niña tenga definido lo que quiere. También el papel de las entrenadoras en ayudarla a definir, porque se empieza a una edad muy temprana y en la mayoría de los casos no interiorizan el quiero, puedo y qué voy a hacer para lograrlo. También son fundamentales la disciplina y el amor al deporte. Creer que si voy a ser gimnasta voy a ser la mejor y tengo que labrar un camino para llegar allí.

¿Crees que en otro contexto hubieras logrado más premios?

Con más competencias quizás hubiera tenido más resultados, porque este es un deporte de apreciación, un arte competitivo, y es fundamental competir, ver cómo se mueve  a nivel internacional, valorar tus posibilidades. Tenemos mucho potencial pero no lo explotamos al máximo porque no sabemos cómo está el mundo, qué piensa la gente de nosotros, Carecemos de  fogueo internacional y eso hace bien complejo lograr resultados. Los cambios en el código son muy seguidos, estamos alejadas de las novedades, no tenemos total acceso a ver en vivo las cosas, y nos cuesta trabajo.

¿Te imaginabas entrenadora?

Siempre lo pensé, y de atleta trabajé en las áreas experimentales, lo que constituyó mi inicio. Pienso que he aprendido mucho, hoy soy la más joven del colectivo pero aprovecho la experiencia de mis errores como atleta para enmendarlos con mis niñas, a quienes trasmito las vivencias, aunque las generaciones no son las mismas, pero recuerdo mucho lo que hacía Siomara conmigo y eso me ayuda.

¿Es difícil?

Es diferente, pero si me hubiera tocado ser entrenadora antes que atleta hubiera sido mejor gimnasta. Porque cuando estás del otro lado aprecias todos los errores que cometiste y qué podías haber hecho mejor. Ahora entiendo más a las entrenadoras, y les digo a las niñas «Espero que las que sean entrenadoras se den cuenta del trabajo que estoy pasando ahora con ustedes». A veces las pongo a trabajar en parejas, a rectificarse los elementos, o escojo a una para que identifique qué están haciendo mal las demás. Para que vean desde otra óptica los errores y les sea productivo.

¿El saldo?

Enseñar es muy bonito, me gusta mucho y pienso que me ha preparado para la vida. Todavía no soy madre pero cuando me toque ya habré transitado un pedacito del camino. Porque a pesar de que ellas son muy diferentes cada una, todas tienen cualidades y sé que pueden lograr mucho y me enorgullece saber que he aportado algo para eso. Yansi y Melissa se están preparando para los Juegos Panamericanos y tienen muchas cualidades para lograr la plaza. Me documento mucho sobre la adolescencia, que es una etapa difícil, porque mi objetivo es explotar al máximo sus potencialidades, llevarlas a la máxima expresión de lo que puedan lograr, y no solo como atletas, sino también como personas, para que en el futuro puedan recordar a la profesora Lisandra como a una madre, como a una amiga más. El mayor logro es formarlas como buenas personas. Yo en gran parte también le debo lo que soy a mis entrenadoras. 

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