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VIERNES 26
ABRIL, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Imaday Núñez González
Una eterna añoranza

«Agradezco la confianza en mí para integrar el colectivo técnico del equipo nacional», dijo la ex destacada ondina al dialogar con JIT.


Por: Lisset Isabel Ricardo
(lisset.ricardo@inder.gob.cu)
miércoles, 15 de abril de 2015

Trayectoria...

Primera cubana en la final de un Campeonato Mundial, bronceada en una fase de la Copa del Mundo, triple medallista en los Juegos de Maracaibo´98 y única fémina de la isla en dos Juegos Olímpicos (Sydney´00 y Atenas´04).

En la actualidad...

Tras su destacada labor en el área Cesáreo Fernández, en el municipio Playa, fue promovida en marzo al colectivo técnico del equipo nacional.


La Habana.- CON SU amplia sonrisa vigilaba a la inquieta Paola, de apenas año y medio, al tiempo que seguía la Copa Marcelo Salado. Entonces recordé la noticia difundida aquel día del 2006 que paralizó definitivamente las brazadas de la ondina, convertida ese año en la primera cubana finalista mundial.

Imaday Núñez González había llegado en abril a lo más alto de sus ya destacados rendimientos internacionales al cerrar octava en 200 pecho del certamen universal en piscinas de curso corto celebrado en Shanghai, China, con récord nacional (2:28,73) que destrozó por más de cuatro segundos el suyo propio.

Antes, en una fase de la Copa del Mundo en Brasil, también en piletas de 25 metros, conquistó bronce en 50 del mismo estilo (31.72), pero su nivel también la distinguía en las tres distancias en dorso, donde estampó marca nacional en 50 metros, y había elevado el rango en 100 mariposa y combinados individuales.

Reina en los I Juegos del ALBA de La Habana’05 (siete cetros) y de las olimpiadas del Deporte Cubano 2004 (otras tantas doradas y una plata) y 2006 (9 títulos), esta muchacha  de 23 años cumplidos el 18 de enero guardaba otros cinco oros de la versión 2002.

Llegó como quinceañera a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Maracaibo’98, pero ello no fue óbice para cosechar plata en 100 pecho (1:13,79), bronce en 200 (2:38.95) y oro en relevo 4×100 combinado (4:23,90), preámbulo de los cuartos lugares conseguidos en 100 y 200 en los panamericanos de Winnipeg’99.

Había sido la única dama de la isla en el torneo de su deporte en los Juegos Olímpicos de Sydney’00 y Atenas’04, y se preparaba bajo la tutela de Lulú Mojarrieta para la cita regional de Cartagena de Indias’06, prevista en julio, al tiempo que soñaba con su tercera lid olímpica en Beijing’08.

Sin embargo, el 2006 resultó su año más adverso.

«Dos meses antes de esa cita me desmayé, y a la segunda vez, tras un estudio que incluyó un electrocardiograma por 24 horas, descubrieron que padecía del Síndrome de QT largo (alteración de conducción del corazón que provoca arritmias, incluso puede ocasionar la muerte súbita)», rememora ahora al dialogar gentilmente con JIT.

¿Cómo superaste ese golpe? ¿Fue como perder un gran amor?

Peor, porque este no tenía solución. Fue muy duro hasta para mi profe Lulú, pero recibí la ayuda de sicólogos, la familia y los amigos. Era dejar lo que más quería, tanto que todavía siento esa añoranza. Sin embargo le digo a mi esposo, «Si no dejo de nadar quizás no hubieran existido esta relación y mi Paola», así que el cambio también dejó su lado positivo porque conocí a un hombre excepcional como Luis Alberto García y me llegó lo mejor que me ha pasado, ser madre, que supera todos mis logros en la natación.

¿Durante el embarazo no tuviste problemas?

Antes me hice la prueba, porque supuestamente el síndrome es congénito, y para no tener dudas la repitieron otras dos veces y no apareció jamás. Hubo una amenaza de aborto, pero se controló con reposo.

¿Qué hiciste cuando tuviste que dejar el alto rendimiento?

Comencé a desentrenarme y a trabajar en el área Cesáreo Fernández, en Playa. Nadaba hasta dos kilómetros cada vez que podía, y realmente me gusta hacerlo. Cuando tuve que dejar el equipo y me licencié en Cultura Física me llegó la propuesta de trabajar en la escuela nacional Marcelo Salado, pero no acepté, pues creo que la base es fundamental y aprendes mucho cuando te inicias en un área.

¿Qué representaron esos cuatro años en la “Cesáreo”?

Una etapa dura, porque tenía muchos deseos de nadar, la ansiedad por algo que no podía hacer, y a veces lo trasmitía a los muchachos, lo cual no era bueno. Pero lo superé y trabajé fuerte con niños de primero a sexto grados. Me tiraba con ellos a la piscina, porque me gustaba y pienso que soy buena en esto. Un indicador fue aportar a Luis Vega, Ihosvany López, Karla Ibáñez y los hermanos Falcón, Luli y Rodolfito, los primeros al equipo Cuba y el último al juvenil.

¿Crees que un buen atleta puede ser igual técnico?

No siempre, ni aunque haya sido extraordinario en la universidad. Yo me probé, tuve problemas al principio, pero aprendí mucho. Hace par de semanas comencé en la “Marcelo”, donde ayudo a Lulú, pero si mi labor es con infantiles o juveniles estoy igual de contenta y preparada. Mi niña se adapta al círculo y tengo el apoyo de su papá, a quien le gusta el deporte y que yo me desarrolle.

¿Cómo regresar la natación a sus mejores momentos?

Antes existían muchos más nadadores, y las competencias eran más fuertes por las condiciones existentes en las provincias. O sea, existía masividad y salían más atletas de calidad, pero ahora limita mucho la falta de cloro, que este año hizo que varios no pudieran nadar y mermaran los resultados. Y en el alto rendimiento afecta la menor matrícula en la Marcelo, de más de 300 a 70, además de que la piscina y el gimnasio no están al rango de ese centro, aunque hay calidad en los técnicos y sus programas de entrenamiento, porque de lo contrario no exhibiéramos logros internacionales.

¿La captación?

No es la ideal, ahora menos que los alumnos entran en octavo grado y no en séptimo, pero de todas formas se promueve lo mejorcito. Creo que hay necesidad de extrema disposición, porque la natación requiere sacrificio.

¿Más que otros deportes?

Todos requieren abnegación, pero este se practica en un medio no habitual, fuerte y durante muchas horas del año, casi sin vacaciones, lo cual demanda mucha disciplina. En otros puedes escuchar música o te entretienes de alguna manera, este necesita de gente concentrada, inteligente para la estrategia y la táctica, siempre pensando en la técnica cuando nadas. Es muy agotador, no solo físicamente. Algunos entrenan de madrugada, otros terminan a las siete u ocho de la noche, incluso los domingos, para cumplir con los estudios.

¿En lo internacional?

Hay alta masividad y rendimiento, y nosotros no nos conformamos con frutos a nivel del área, por eso para permanecer en los equipos nacionales la tabla de tiempos se basa en el oro de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, pues si bajamos las exigencias aceptamos la mediocridad. Se requiere topar con otros de mayor rango, pues al tiempo que te desarrollas conoces rivales, aprecias la realidad y te adaptas a la tensión de competir en otro escenario, muchas veces contra mejores atletas.

Tras la pesadilla de hace nueve años, ¿con qué sueñas ahora?

Aprovechar la oportunidad en el equipo nacional, empeñada en ser una gran entrenadora como Lulú, ayudarla mientras aprendo y aportar mucho a la natación cubana.

¿Alguna preocupación?

La labor de la familia, porque a veces complacemos a nuestros hijos sin que se lo ganen del todo y no lo valoran. En mi época había que nadar duro para tener algo, y lo estimábamos mucho. Necesitamos más disciplina, entrega, interés, respeto por los entrenadores y compañeros. Hay niños grandes que no saben hacer cosas que toca a los padres habérselos enseñado por su bien, como igual debemos incentivar más la opción de la Marcelo a quienes lo merecen, limitada por la matrícula.

¿Se repetirán las páginas más hermosas de este deporte?

Hemos tenido medallistas olímpicos en Rodolfo Falcón y Neisser Bent, plata y bronce en Atlanta’96, y ojalá podamos contribuir a volver a vivir esas alegrías, porque la natación y el país lo necesitan.

¿Eres “otra” Imaday?

Los golpes enseñan y fortalecen, aunque el embarazo me sensibilizó más, y uno cambia. Como atleta tuve dos etapas: en una no estaba enfocada como debía, en la otra me entregué y conseguí las mayores conquistas, por eso digo que nunca juzguemos a alguien por quien fue, sino por lo que es. A veces el atleta comete indisciplinas, no fue mi caso, pero en un momento me estanqué y quería irme, pero rectifiqué. En esta nueva tarea agradezco la confianza en mí para integrar el colectivo técnico.

 

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