La Habana.- EL NIÑO decidió no volver a la clase de Educación Física a pleno sol y se encaminó al gimnasio de judo cercano, una opción ajena a él pero al resguardo del castigo del astro rey en su natal Guantánamo.
No sospechaba entonces que el “bichito” de ese arte marcial japonés cambiaría su vida radicalmente y lo llevaría a numerosos tatamis hasta convertirse en medallista de importantes eventos internacionales.
Su mejor recuerdo de citas foráneas es el oro conseguido en los Juegos Panamericanos de Indianápolis’87 como parte de una década en que la solidaridad con otros países determinó ausencias que le impidieron competir por un metal olímpico.
El deporte también le aportaría una satisfacción adicional al conocer y posteriormente casarse con una atleta de brillante trayectoria como la igualmente judoca Cecilia Alacán, con quien tiene dos hijos.
Se retiró tras acceder al bronce en la cita múltiple continental de La Habana’91 pero se mantuvo ligado a esta disciplina con exitoso paso por la base en Marianao, la EIDE Mártires de Barbados y la ESPA nacional, preámbulo de su actual presencia en el colectivo técnico del equipo principal, siempre con mujeres.
Como la mayoría de los guantanameros es dicharachero, buen bailador de casino, compartidor con sus innumerables amigos, y siempre dispuesto a comentar lo acontecido en certámenes nacionales en las trasmisiones televisivas.
Ismael Borboña Dupotey ha tenido compromisos muy exigentes como entrenador, a cargo de nóminas como en el último Campeonato Mundial juvenil en Fort Lauderdale, Estados Unidos, y eso le llena de satisfacción al saberse continuador de una escuela reconocida en el mundo.
«Estoy seguro de que si nuestros atletas contaran con mayor fogueo tendríamos a muchos en mejores posiciones y contaríamos con más medallas mundiales y olímpicas», dijo ante la pregunta introductoria de JIT quien transita por su quinta década en estos trajines.
¿Por qué tan convencido?
Bueno, es mi criterio, con el conocimiento de que en mis tiempos en el equipo nacional hacíamos giras de varios meses por países de Europa y además veíamos a los asiáticos, y eso nos daba muchos detalles sobre los rivales. Después llegábamos a las competencias y los conocíamos, y también estaba la cantidad de combates de nivel para la preparación hacia los principales compromisos del año.
Ahora hay que sumarle que las competencias son puntuables para el ranking, el internacional para ser sorteados y el olímpico para la clasificación, por tanto crece la necesidad de competir.
Hay que ser “artista” para darle los puntos a cada muchacha.
¿Cómo se ha podido contrarrestar esa escasez?
Principalmente con la inteligencia, más en medio de cambios radicales de reglas que han retornado a lo primordial, a la técnica y no a la fuerza. Con los recursos con que contamos tenemos que arreglarnos a base de estrategias para suplir esas posibilidades anteriores.
¿Cuándo llegaste al judo?
Con Raúl Fernández en 1975, cuando tenía 10 años, en el área especial. Dos cursos después me escogen para la EIDE y en 1979 gano la medalla de oro en los 48 kg durante los Juegos Escolares en Villa Clara, por lo que soy seleccionado para integrar el equipo nacional juvenil.
¿Y la primera experiencia internacional?
En 1980 en los Juegos Juveniles de la Amistad en Alemania, donde obtuve plata en los 53 kilos. En 1981 logré el oro en el panamericano de esa categoría en Puerto Rico, algo que me valió para acceder al equipo de mayores.
¿Cuáles fueron los principales logros entonces?
En mi primer mundial juvenil, en 1983 en Puerto Rico, fui bronce, y a partir de ahí me convierto en la figura principal de los 65 kilos, participando en diferentes torneos. Gané los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Santiago de los Caballeros’86 y los panamericanos de Indianápolis’87.
En el mundial de Belgrado, Yugoslavia, en 1989, no pude incluirme entre los primeros siete al perder con el francés Mark Alexander, campeón a ese nivel y olímpico.
¿Qué recuerdas de la definición en Indianápolis?
Primero el compromiso con la delegación, las presiones allí, y mi propósito de aportar un oro. El combate final fue con el brasileño Luis Nomura, un establecido en escenarios panamericano y mundial, pero le gané amplio al marcarle Yuko y Wazari. Fue la mayor alegría en mi carrera deportiva.
Ese año también resultó decisivo en tu vida personal...
Sí, comencé a noviar con Cecilia, primera medallista mundial de Cuba y cuatro veces campeona panamericana, y nos casamos en 1989. De ahí nació Ingrid en 1990 y Christian en 1992. Ellos practicaron pero después no siguieron.
Pero también hubo decepciones...
La principal fue no asistir a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles’84 y Seúl’88, porque muchos como yo perdimos el sueño de estar en la principal cita para cualquier atleta. Estábamos conscientes de las causas, pero perdimos dos oportunidades consecutivas.
¿Pudiste alcanzar mejores resultados?
Creo que sí, me faltó exigirme más y seguir con más precisión las indicaciones de mis entrenadores.
También incursionaste en el katá.
En mi etapa de atleta me gustaba. Gané los nacionales por cuatro años y alcancé bronce como pareja de Leoannis Columbié en los centroamericanos de Cartagena de Indias’06.
¿Cómo llegas a la labor de enseñar?
Soy Licenciado en Cultura Física desde 1989 y al retirarme comencé a trabajar en 1992 en el área del CVD Jesús Menéndez de la avenida 51 en Marianao, y por los logros me proponen pasar a la EIDE Mártires de Barbados.
En el 2000 fui a cumplir colaboración por tres años en México, y al regreso vuelvo a la EIDE hasta que en el 2005 me seleccionan para el colectivo de la ESPA nacional juvenil hasta que esta desaparece y llego al equipo nacional de mayores a las órdenes del profesor Ronaldo Veitía.
¿Te gusta más trabajar con mujeres?
Bueno, entrené poco a hombres, pero las hembras tienen otra manera de pensar, otra fisiología. Alguna vez quisiera hacerlo con hombres, quizás sería más fácil por haber vivido muchas cosas del entrenamiento diario entre ellos.
¿Cómo ha funcionado tu paso a la escuadra de lujo y de qué manera percibes tu futuro?
Una nueva experiencia y una forma de organizar mejor el trabajo y seguir aprendiendo cada día. Aquí están deportistas de más nivel cuyas planificaciones van enfocadas a resultados superiores. Me siento muy bien entre tanta profesionalidad y espero aportar a sus llegadas a planos más estelares.
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