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MIÉRCOLES 24
ABRIL, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Maritza Martén García
La fuerza hecha discóbola

«Estar al lado de otros campeones y haber contribuido a la larga lista de éxitos de Cuba es un orgullo.»


Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
miércoles, 11 de marzo de 2015

Trayectoria...

Campeona olímpica en Barcelona´92, tres veces reina en Juegos Panamericanos, primera cubana capaz de superar los 70 metros y 10 veces coronada en la Copa Cuba y 11 en el Memorial Barrientos.

 

En la actualidad...

Entrenadora de atletismo en Antigua y Barbuda.


ESTA fue una entrevista atípica. La discóbola campeona olímpica en Barcelona´92 Maritza Martén trabaja desde hace un tiempo como entrenadora en Antigua y Barbuda, y aunque accedió gustosa al intercambio fue necesario acudir al “frío” correo electrónico.

Sin embargo, casi se convirtió en una conversación, porque Maritza no se limitó a responder cada pregunta a “secas”, e insertó comentarios como si estuviéramos cara a cara.

No guardo muchos recuerdos de ella compitiendo, ni la conocí antes personalmente, pero sus compañeros de generación hablan de la descomunal fuerza que mostraba para lanzar y gran sencillez como persona.  

Fue hija predilecta del preparador Hermes Riverí, con quien se convirtió en la primera cubana capaz de superar los 70 metros y se coronó 10 veces en la Copa Cuba y 11 en el Memorial Barrientos.

Posee tres reinados en Juegos Panamericanos, oros en campeonatos iberoamericanos y copas del mundo, dos cuartos lugares en lides del orbe y un lugar en el Salón de la Fama del atletismo centroamericano y del Caribe.

Nació en la capital el 17 de agosto de 1963 y poseyó un somatotipo envidiable para el deporte: 1,77 metros de estatura y 90 kilos de peso en su mejor período atlético.

No estuvo exenta de lesiones que le alejaron de algún evento importante y fue de los que habrían sumado otros dos Juegos Olímpicos en la década del 80.

De esos temas, partiendo de sus inicios, pero sobre todo de la deportista triunfadora intercambió con JIT esta mujer que primero incursionó en la velocidad y terminó derivada hacia los lanzamientos por sus características.

¿Alguna influencia especial hacia el deporte?

Yo quería cualquiera, no importaba cuál. Recuerdo que a la edad de 10 años una vecina vio mi estatura y le preguntó a mi mamá si me gustaba el deporte, y le dije que sí. Ella era jugadora de baloncesto y estaba en la ESPA nacional, que entonces radicaba en Siboney. Te hablo de 1973, y me llevó de Párraga a Siboney y estuve todo el día en sus entrenamientos.

Cuando regresé estaba encantada, quería ser deportista... Volví loca a mi mamá y al cabo de unos días decidió llevarme a Siboney pero entonces la escuela estaba para el campo y así quedó todo hasta que un año después pasaron por la mía buscando a alumnos que quisieran participar en los juegos interescuelas y para allá fui con el mismo entusiasmo.

¿Qué recuerdas de esos primeros años?

Tengo que hablar de quienes me captaron en la base, que me vieron talento y consideraron que podía llegar a ser una estrella, incluida Miguelina Cobián, quien le dio tantos triunfos a Cuba y era entrenadora en el Ciro Frías y me escogió como velocista. Y cuando por mi somatotipo me trasladan a los lanzamientos apareció otro nombre que no puedo obviar: Víctor Suárez, un martillista ya fallecido, que me encaminó y me sugirió el lanzamiento del disco.

¿Quiere decir que habías incursionado en otros?

Me gustaba más la jabalina, pero él me hizo pasar por todas las especialidades del lanzamiento para estar seguros y terminó convenciéndome de que esa no era la modalidad para mí. Bajo su tutela gané todos los Juegos Escolares rompiendo récords, y con él ingresé en la EIDE en Siboney, desde donde nos trasladaron para la nueva Mártires de Barbados en el Cotorro, aunque estuve poco tiempo porque por mis resultados fui promovida para la ESPA nacional, de donde tengo otra historia...

Que puedas contar…

Es que llegué con un curso de retraso y en el momento de la matrícula el director no me quería aceptar. Víctor habló con él y le respondió «Está bien, vamos a ponerla a prueba un semestre, pero si no veo sus notas altas la saco». Entonces se viró para donde mi madre y le dijo «Le voy a hacer la matrícula pero sé que no se va adaptar porque hay mucho rigor, tanto en lo académico como en lo deportivo». Ella lo miró y asintió, pero cuando salimos me dijo «Sé que tú lo puedes lograr porque estamos aquí porque lo has querido y te has esforzado mucho, así que échale ganas». Nunca olvidó aquellas palabras, y mucho menos el rostro de esa persona, y llevaba aquello por dentro aunque nunca dejé que le dijera nada, y eres la primera periodista a la que le hago esta anécdota.

¿Cuándo comprendiste que llegarías lejos?

Era muy soñadora. Me veía como una triunfadora, en el primer lugar del podio. Añoraba romper marcas y aparecer en los libros y que todos me recordaran, pero creo que fue después de implantar el récord mundial juvenil con 16 años.

¿Cómo atesoras el 3 de agosto de 1992 en Barcelona?

Con una emoción inolvidable. Riverí no estuvo físicamente pero aun así sentí su presencia, y era una convencida de que podía lograr una de las tres medallas. Número uno porque tenía la segunda mejor marca del ranking mundial de ese año detrás de la alemana Ilke Wyludda, número dos porque solo 15 días antes mejoré mi marca personal hasta 70,68 metros en el Iberoamericano en Sevilla, y número tres porque estaba segura de que ese era mi año.

¿Cómo te sobrepusiste a la ausencia de Riverí?

Él era insustituible, pero mi compañero de equipo Luis Mariano Delís fue mi entrenador a partir del plan indicado por este. Como veníamos de la misma escuela de lanzamientos Mariano se encargó de hacerlo cumplir como se planificó, y desde las gradas nos daba las instrucciones técnicas a Bárbara Echavarría y a mí.

Después de la Olimpiada estuve alrededor de un mes por Europa en gira y cuando llegué a Cuba lo primero que hice fue ir a verlo a San Agustín. Nos emocionamos mucho los dos y me dijo que siempre estuvo convencido de que traería la medalla para Cuba y que aún no habíamos terminado la temporada, así que teníamos que seguir entrenando porque el ciclo concluía con la Copa del Mundo. «Ya tendrás tiempo para descansar, tenemos otro reto que vencer», me comentó.

Fue la Copa de La Habana...

A los pocos días de regresar de Europa nos notificaron que la alemana Wyludda venía a vencer a la campeona olímpica... La competencia estuvo reñida, tanto que me desplazó en dos ocasiones a la segunda posición, pero al final gané con un lanzamiento de 69,50 metros. Era mi año.   

¿Qué significó Riverí en tu carrera?

Él fue, es y será un padre para mí, no solo me educó como atleta sino que me preparó para la vida. Y le debo todos mis resultados.

Se dice que la fuerza y la rapidez eran tus armas más importantes ¿Qué opinas?

Al contrario de otros discóbolos que se apoyaban en la coordinación yo tenía muy poca, creo que fui la única alumna de Riverí que no pudo saltar en el final, es decir hacer cambio de piernas y recuperación. Si ves mis videos te darás cuenta que en la fase final antes de la salida del implemento no salto, hago cambio de piernas solo por contrarrestar el impulso y no salirme de foul. Así que es cierto que me basaba principalmente en la fuerza y la gran rapidez de mi brazo.

Riverí estudió mis características y la técnica que aprendí todos esos años era netamente alemana, con algún que otro arreglo, diferente a la de mis compañeros de equipo. Tenía una fuerza descomunal, los entrenamientos de pesas eran diarios y recuerdo que en el gimnasio los varones de otras disciplinas me miraban asombrados cuando coincidíamos. Ya retirada Eladio Hernández, el entrenador de martillo de Yipsi Moreno, me confesó que no quería hacer pesas cuando yo estaba porque era un bochorno que cargaba más que muchos varones.

Pasado ya el tiempo, ¿cómo valoras tu relación con los Juegos Olímpicos?

Creo que no tuve mucha suerte, porque para los primeros a que pude aspirar, los de Moscú´80, hice la marca mínima pero Riverí decidió no llevarme por muchas razones que comprendí. Una era que empezaba a trabajar con él ese año y estaba inestable en los entrenamientos en cuanto a los objetivos que perseguía, pues lo mismo lanzaba 59 que al otro día 50, y necesitaba madurar más. Luego vinieron los dos ciclos perdidos, y quizás hoy tuviera más de una medalla olímpica.

Mi última oportunidad fue en Atlanta´96, y me incorporé a los entrenamientos en 1994 después de haber dado a luz a mi hija, pero otra vez fui azotada por las lesiones, esa vez la ruptura de un 30 por ciento del tendón de Aquiles.

Lesiones...

Sufrí dos serias. La otra fue antes de los Juegos Panamericanos de La Habana´91, una hernia en la columna vertebral entre L4 y L5. Fue en una sesión de pesas haciendo medias cuclillas con 275 kilogramos, que si lo llevas a libras son 605. Ya te puedes imaginar, haciendo repeticiones aflojé la espalda y esa fue la consecuencia, lo que me impidió competir.

Estuve tres meses de reposo y me hicieron una faja especial que me cubría desde la región toráxica hasta la lumbar y me protegía toda la espalda. Entre eso, los medicamentos y los ejercicios de rehabilitación tuve una rápida recuperación y una semana antes de los juegos gané la competencia de fogueo con marca de 68 metros, pero desafortunadamente ya estaban clasificadas Bárbara Echavarría e Hilda Elisa Ramos.

Volviendo a los resultados, ¿te quedaste con los deseos de alguno que no llegó?

La medalla olímpica es la más importante y cotizada por cualquier atleta, pero no pude lograr alguna en los tres campeonatos mundiales en que participé. Debo reconocer que me hubiera gustado agregarla a mi trayectoria deportiva, y estuve muy cerca en Stuttgart´93, donde hice un disparo como de 68 metros pero se salió del sector por la línea derecha. Después me desconcentré y cometí foul contra la malla en cada intento restante y debí conformarme con el cuarto lugar.  

Tampoco cuentas con un título en Juegos Centroamericanos y del Caribe, ¿por qué?

Es tan simple como que mis compañeras de equipo no me dieron chance. Te diré una cosa: el nivel de Cuba en los lanzamientos siempre ha sido muy alto, de categoría mundial, y hubo una fuerte rivalidad, lo cual no dejaba tiempo para relajarse ni en año muerto, como decimos cuando no hay competencia de rigor.

¿Pudiste ser mejor en algún aspecto?

Pienso que técnicamente pude intentar mejorar, porque con mi fortaleza física y rapidez en el brazo si hubiera llegado a hacer más técnica hoy poseería el récord nacional y quizás hubiera sido recordista mundial. De la escuela de Riverí el atleta más técnico fue siempre Luis Mariano.

¿Te arrepientes de algo?

Estoy orgullosa de lo que hice en mi carrera deportiva y no me arrepiento en lo absoluto porque viví momentos inolvidables. Aunque si pudiera reconstruir el pasado me gustaría que Cuba hubiese participado en las olimpiadas de Los Ángeles y Seúl, y tener en mi historial una medalla de oro en Juegos Centroamericanos y otra mundial.

Eres parte de la gloria olímpica de esta isla, ¿cómo llevas eso?

Con mucho orgullo, estar al lado de otros campeones y haber contribuido a la larga lista de éxitos de Cuba es un orgullo.

¿Entonces valió la pena todo el sacrificio?

Se compensa el no estar la mayoría del tiempo con tu familia por los compromisos internacionales, no dedicarle tiempo a la pareja por la exigencia de los entrenamientos, el convenio de asignaturas en la universidad por lo cual la carrera te sale en un año más, o la planificación de la maternidad para que no coincidiera con años olímpicos ni panamericanos, porque al final formas parte de la historia olímpica de Cuba con un título que no es sustituido por nada.

 

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