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MARTES 23
ABRIL, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Yoelbi Luis Quesada Fernández
Lo mejor del triple cubano
Fue protagonista de una generación dorada y el primer cubano de su especialidad en acceder al podio olímpico.

Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
lunes, 26 de mayo de 2014

Trayectoria...
Bronce olímpico en Atlanta´96 y oro mundial en Atenas´97, fue además tres veces campeón panamericano y disfrutó de oro y plata del orbe entre los juveniles.
En la actualidad...
Entrenador del equipo nacional femenino.

La Habana.- ES DIFÍCIL asegurarse un puesto en la historia del atletismo cubano, mucho más en un evento como el triple salto, repleto de tradición y nombres sobresalientes.

Sin embargo ese fue un sueño cumplido con éxito por Yoelbi Quesada, un “guajirito” espirituano convertido en el primer medallista olímpico de la isla y dueño de premios mundiales entre juveniles y mayores.

Como parte de la que bien pudiera llamarse generación de oro del campo y pista antillano integró una dupla ideal con el técnico Sigfredo Banderas, ocupó la élite del orbe durante más de 15 años e hizo “fácil” acceder a los 17 metros.

Javier Sotomayor, Iván Pedroso y Anier García estuvieron entre sus compañeros de triunfos y sacrificios, el británico Jonathan Edwards fue el hombre a derrotar fuera de casa y el oro olímpico le resultó una meta inalcanzable.

Nació el 4 de agosto de 1973 en el poblado trinitario de Manaca Iznaga, en 1990 inscribió su nombre entre los recordistas de los Juegos Escolares Nacionales (16,68 metros) y desde 1997 es dueño del máximo absoluto de casa (17,85 m).

Disfrutó el bronce bajo los cinco aros en Atlanta’96 (17,44) y un año después tocó la gloria mundial en Atenas (17,85), aunque ya sabía del triunfo entre juveniles gracias a su corona de Seúl’92, cuando mejoró la plata de Plovdiv’90.

Desde hace mucho dejó de ser Yoelbi para convertirse en el “Chispa”, apelativo imprescindible para contactarle en el Estadio Panamericano, donde entrena a la selección nacional de mujeres.

Fue ahí, tras una sesión de trabajo, que se concretó el diálogo al que había accedido días antes pese a explicar que no le gustan mucho las entrevistas «porque soy tímido y un poco gago», aunque terminó por responder con soltura.

Comencemos por tu primer encuentro con Banderas. 

Tenía 14 años y coincidimos en Pinar del Río en una competencia Inter-EIDE. Parece que le gusté porque se fijó en mí pese a perder con Iván, y ya me tenía captado cuando gané los Juegos Escolares con 14,67 metros. Por cierto, recuerdo que todo el mundo se quedó asombrado con esa marca a mi edad.

¿Cuál es el mejor recuerdo, el bronce olímpico o el oro mundial? 

Primero lo que más disfruté fueron los campeonatos mundiales juveniles, unas medallas que me dejaron muy contento porque me permitieron decir: «Yoelbi, se puede seguir». Recuerdo que conversé con Banderas y trazamos estrategias para el futuro, y después fui campeón de la Copa del Mundo del 94, pero el salto grande fue el de Atlanta, para ese bronce olímpico que me dejó contentísimo. Es una medalla que todos los atletas esperan, no importa el color, lo que vale es lograrla. En el 97 llegó el oro mundial, pero lo que me marcó realmente fueron los resultados como juvenil y el olímpico.

¿Crees que tenías para un cetro olímpico? 

El triple es un evento muy difícil, siempre están bien los rivales y hay que lograr óptima forma psicológica para cada competencia. Yo añoraba ese oro, y pudo ser pero no se dio.

¿Te decepcionó el cuarto lugar de Sydney’00? 

No, porque fue un año en que comencé lesionado, y dije «Yo soy Yoelbi, y aunque no termine con medallas ser finalista es un premio». Resultó mi cuarta olimpiada y ese lugar me satisfizo, sobre todo teniendo en cuenta que salté bien, incluso con mi mejor marca de la temporada, un 17,37 que era muy bueno. Aunque siempre digo que los lugares más incómodos son la plata y el cuarto, porque estás cerca del oro y del tercero. Y debo agregar que la plata de Yoel García también nos dejó muy contentos allí.

¿Complacido entonces? 

 

Estoy muy contento con lo que hice en mi carrera. ¿Qué pudo ser mejor? Es verdad, pero estoy contento conmigo mismo.

¿Demandó mucho sacrificio?  

Ufff... Sí, mucho, y todavía como entrenador hay sacrificio. Porque cuando uno se mete dentro del deporte es eso o las fiestas, o las novias, estar lejos de la familia... Tienes que recogerte al buen vivir, hacer una cosa u otra si quieres alcanzar lo máximo, porque si solo llegas a la mitad el sueño se te va. Tienes que “trancarte” bien y saber lo que quieres en la vida.

¿Qué te dejó el deporte?  

Muchas cosas bonitas, aprendí mucho y creo que sobre todo para llevarme a donde estoy ahora como entrenador del equipo nacional. Por ahí he oído comentarios de que el deporte es un reguero, y eso no es así, porque aquí nos educan más allá de lo competitivo. Quizás no todos sabemos hablar perfecto, y hay quien se ríe si oye a algunos, pero eso no quiere decir que no estemos formados. A mí en lo personal me educó mucho en todos los aspectos.

¿Lo más difícil?  

Retirarse, y cuando te sientas en una grada peor. Pero quedarse en la casa peor todavía. Y ver la competencia por televisión… imposible. Yo no lo he asumido todavía, no veo nada cuando trasmiten, me voy lejos del televisor y mi esposa me avisa cuando pasó el triple. La añoranza es tanta que no puedo estar del lado de afuera de la pista.

¿Te retiraste en el momento preciso?

Yo tenía 37-38 años cuando me retiré, y podía seguir, pero aquí siempre ha sido complicado. Habitualmente hay varios triplistas por encima de 17,20-17,15, y la última vez que salté hice 17,03. Ya los niños venían apretando y me dije «Tengo que terminar», así que nadie tuvo que obligarme. Yo mismo me preparé.

Tu relación con Banderas…

Todavía tengo vivos a mi papá y a mi mamá, sin embargo Banderas ha sido como otro papá, incluso seguimos al tanto uno del otro, le consulto los planes de entrenamiento o cualquier otra cosa. Uno necesita un guía en la vida, porque solo no puedes, y el guía mío es él. Mi familia es también mi ejemplo, siempre les llamo cuando tengo un problema, y aunque estamos lejos hablamos por teléfono entre dos y tres veces en la semana.¡

¿Consideras tu época de oro? 

 

En el atletismo hay muchas épocas de oro, y creo que la mía fue una de esas, pero la veo como la mejor. Fuimos cuartos en el mundial de Atenas en el 97 y tuve la felicidad de ser uno de los campeones allí. Estoy contento de haber sido parte de esa generación.

¿Por qué “Chispa”? 

Viene desde la EIDE, porque tenía un tío al que le decían así y era quien me transportaba de Sancti Spíritus a Trinidad. Cuando vine para La Habana aquí estaba Alexis Montelier, que no se sabía mi nombre y empezó a decirme así, y se quedó para todo el mundo...

¿Qué te identificó como atleta? 

Sobre todo disciplinado, hacía lo necesario sin que me lo indicaran, y disfrutaba mucho las competencias. Me ayudó sobre todo la entrega, porque puedes ser un talento, pero si no le sacas lo que tienes no llegas. El punto débil era no lograr medalla, eso me deprimía, pero después salía la próxima vez a buscarla… No quería perder en ningún mitin.

¿Jonathan Edwards? 

Es mi amigo, aunque no hablo mucho inglés ni él español nos entendíamos. Siempre me insistía en que podía llegar a los 18 metros y yo le decía «Zorro» y me preguntaba Why zorro... Entonces le explicaba «Te haces el muerto y siempre estás bien».

¿Imaginaste lo que ibas a vivir con el atletismo? 

Nunca, y menos sabiendo de donde soy. Allí ni soñarlo… pero encontré las facilidades y creo que hay una luz que te alumbra...

Muchos te mencionan como lo mejor del triple cubano, ¿te crees merecedor? 

 

Lo dicen y estoy orgulloso de eso, porque es bonito ser mencionado entre tantos buenos que han pasado, pero nos falta un oro olímpico y llegar a 18 metros, y creo que lo vamos a conseguir. Voy a luchar para tenerlo como entrenador. En el triple hay mucha unidad entre los hombres y las mujeres, y eso es lo mejor que tenemos.

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