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JUEVES 28
MARZO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Luis Mariano Delís Founier
«Mi formación se la debo toda al atletismo»

Fue de los grandes discóbolos de su época y tocó la gloria olímpica en Moscú´80 con un bronce que no dejó la mejor de las sensaciones.


Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
martes, 11 de marzo de 2014

Trayectoria...

Bronce olímpico (Moscú´80), plata (Helsinki´83) y bronce (Roma´87) mundiales, monarca panamericano en Caracas´83 e Indianápolis´87 y cuatro veces rey en centroamericanos y del Caribe. Todavía es recordista nacional con 71,06 m.

En la actualidad...

Entrenador de un centro deportivo en La Habana del Este.


La Habana.- LUIS Mariano Delís no fue de los lanzadores de disco con mayor estatura de su época, pero exhibía más de 100 kilos de puro músculo que se dotaban de una fortaleza impresionante.

Dueño y señor del círculo de lanzamientos, rompió más de un mito cuando se codeó con una élite mayoritariamente europea y estadounidense, y consiguió premios en todas las competencias posibles.

Disfrutó de cuatro reinados en Juegos Centroamericanos y del Caribe y dos en Juegos Panamericanos, y se convirtió en el único cubano medallista en el inicio de los campeonatos mundiales al obtener plata en Helsinki’83.

Tocó la gloria olímpica con bronce en Moscú’80, pero lejos de guardarlo como el mejor recuerdo evoca ese momento con algo de tristeza, convencido de que pudo reinar si su último tiro no es “mal” medido y registrado con centímetros de menos.

Impuso varias marcas nacionales y todavía lleva su nombre la de 71,06 metros que es lo máximo en la isla desde el 21 de mayo de 1983.

Tuvo las primeras nociones del deporte en su Guantánamo natal, mas fue el entrenador Hermes Riverí quien le hizo comprender el poder de su talento y le guió como un padre.

Ahora disfruta tener a su familia cerca, bailar, aunque no lo hace tanto como quisiera, contar con buenos amigos... Y siempre pide por que haya paz.

Aceptó gustoso este encuentro y nos recibió en su casa habanera, donde las labores de construcción aún demandan de mucho trabajo, y fue excelente anfitrión, recordando momentos buenos y malos, pero gustoso de contar parte de su historia.

¿Por qué el atletismo?

Fue una casualidad. A mi hermano Carlos se le ocurrió eso cuando yo tenía 13 años, porque pensó que podía hacer algo y así comencé.

Nunca había hecho nada de deporte, aunque él sí practicaba judo y creo que fue más bien un problema de intuición suya. ¿El atletismo? Quizás porque siempre estábamos corriendo, lanzando piedras y pelotas en el barrio, y creo que él quería sacarme adelante en algo.

Cuéntame de esos inicios…

Comencé en un área especial, en el Instituto de Guantánamo, que poseía la única pista que había allí. Medía aproximadamente 250 metros, era de gravilla y tenía gradas y un área de lanzamientos.

El profesor era Santos Chivás, por cierto pariente de Silvia, y tenía que impulsar bala, lanzar disco y correr 60 metros, pero era muy malo, lento y sin cualidades para las carreras. Solo era bueno para los lanzamientos como se demostró luego.

Participé en los Juegos Escolares de 1971, 1972 y 1973, e ingresé en 1975 en la preselección nacional por los resultados con el disco y gracias a la vista larga de mi gran profesor Hermes Riverí.

¿Pero lo tomabas en serio? ¿Reconocías tus potencialidades?

Realmente no me daba cuenta de eso, todavía lo tomaba como un juego, pero sí me gustaba mucho.

A partir del campeonato centroamericano que gané con 16 años empecé a sentir motivación, y Riverí me hablaba a diario de lo que podía hacer. Vivía en su casa, porque me acogió como el hijo varón que nunca tuvo, y eso me ayudó tremendamente. Tuve la posibilidad de que todos los días me insistiera en eso y recibir consejos en todos los sentidos, tanto para el deporte como para la vida en general.

A partir de ahí me convencí de que podía ser algo como atleta y se demostró.

¿Entonces fue Riverí el motor impulsor de esa carrera?

Riverí es el artífice de todos mis resultados, el que al término de cada ciclo de preparación me decía de manera cariñosa: «Niche, ya estás listo, lo que queda te toca a ti, yo hice mi parte, así que ya sabes...».

Pienso que otorgarle un por ciento a él y quedarme con otro sería un poco egoísta de mi parte porque éramos un complemento súper ideal.

De Riverí lo aprendí todo, la metodología que aplicó conmigo y el resto de sus atletas fue una escuela perfecta tanto en lo teórico como en lo práctico.

¿Cómo fuiste para los entrenamientos?

Muy disciplinado, modestia aparte, muy dedicado, analizaba mucho todo lo relacionado con la preparación, muy creativo, entregado en extremo.

Nunca me gustó correr, pero sabía que tenía que hacerlo porque estaba dentro de la planificación y había que cumplirlo. Por suerte no era mucho, pero me molestaba.

Sin embargo, disfrutaba los juegos auxiliares, sobre todo el baloncesto.

Lo que más me caracterizaba, aunque no me gustaba correr, era la rapidez, la fuerza, pero la clave estuvo en combinarlo con el trabajo diario, la tenacidad que me llevó a alcanzar un nivel técnico alto y me dio la posibilidad de ubicarme en la élite mundial.

¿Y el reto de cada evento?

Era muy competitivo, me preparaba muy bien, y para concentrarme psicológicamente hacía muchas representaciones, imaginando cómo tenía que aplicar la técnica. Eso gracias a un psicólogo muy bueno y gran amigo nuestro, Rosendo Pérez, que nos enseñó cómo hacer autorrepresentaciones de los mejores lanzamientos realizados hasta esa fecha, y saber que si lo mejorábamos ese otro pasaba a ser el nuevo modelo, y así lo íbamos sustituyendo y nos salieron siempre bien las cosas a Riverí y a mí.

También tuviste resultados en la impulsión de la bala, incluido el oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de La Habana’82. ¿Por qué la prioridad para el disco?

Le dediqué más tiempo al disco, por eso los mejores resultados, y era muy difícil llevar las dos disciplinas por la necesidad de soportar grandes cargas de entrenamiento. Además, cuando uno se especializa en el alto rendimiento es complicado llevar dos modalidades, aunque se ha demostrado que estas tienen mucha similitud y la impulsión de la bala se hace con movimientos giratorios como el disco.

Pero es bien duro mantener la dos para aspirar a resultados en competencias grandes.

Moscú 1980…

Esa medalla siempre la tengo presente con un poco de tristeza, aunque con mucho orgullo. La tristeza porque aun cuando el pronóstico era llegar al podio y exactamente se hablaba de bronce la clasificación allí demostró que eso podía cambiar. Y de hecho lo logré en mi último lanzamiento, que mereció el oro, pero la medición fue amañada.

Aún así te digo que fue alentador porque cumplí, pero internamente me sentí siempre molesto, y los que vieron la competencia saben que tiré para oro.

María Caridad Colón fue la primera persona que se dio cuenta de eso cuando vio un video que nunca más repitieron.

El que conoce el alto rendimiento comprende lo que significa ser medallista de oro olímpico y sabe que algo así duele tanto que en ocasiones no encuentras palabras para expresarlo.

Después razones conocidas llevaron a Cuba a no intervenir en las dos próximas citas olímpicas...

Me atrevo a decir que hubiera podido ser campeón tanto en el 84 como en el 88. De hecho en el año 84 fui el primero del ranking y gané el preolímpico, aunque siempre he apoyado la causa solidaria con que se tomó aquella determinación.

Sin embargo, fue una situación que nos afectó porque nosotros nos preparamos para competir y se sabe lo que representan más de 12 años de dedicación al deporte y no poder enfrentar el evento al que aspiraste.

Pero eso ya pertenece al pasado y no se puede cambiar, aunque nos afectó, y mucho en lo personal.

¿Cuál mencionarías como el momento más disfrutado?

Disfruté mucho, mucho, la medalla de bronce de Moscú, pero guardo de manera especial una competencia en Estados Unidos en la que nunca había participado un atleta de un país subdesarrollado y menos que no fuera de raza blanca.

Lancé más de 70 metros y quienes estaban allí me decían que nunca un atleta negro había logrado ese registro, algo que me impresionó mucho y me llenó de orgullo. Recuerdo que Riverí, Jesús Molina y yo lo disfrutamos mucho.

También tuve la oportunidad de ser el primer discóbolo extranjero ganador en un campeonato nacional de Estados Unidos, en 1982.

¿Qué evocaciones te provoca la plata de Helsinki?

Una medalla mundial muy importante en mi carrera, porque tuve el honor de conseguir la única lograda entonces por Cuba, aunque asistieron otros atletas que integraban la élite de entonces, como María Caridad, Alberto Juantorena y Silvio Leonard, otros que comenzaban a proyectarse como Jaime Jefferson y Silvia Costa… y los muchachos de velocidad para los relevos.

¿Te “golpearon” mucho las lesiones?

No fui un atleta de grandes lesiones, sufrí algunas pero salía rápido de eso y nunca tuve que ir a una mesa de operaciones. Ahora me están saliendo algunas secuelas, pero eso nos pasa a todos.

Cerraste tu carrera activa en 1994. ¿Era el momento indicado?

Para todo atleta que cumple un buen tiempo en el alto rendimiento es difícil el retiro, pero hay que preguntarse si lo sigues haciendo bien, si lograrás estar a la altura de lo que siempre has hecho, y determinar cuándo llegó el momento.

En mi caso específico los músculos de la rodilla me estaban fallando y eso me impedía asimilar grandes cargas de entrenamiento, por eso me senté con Riverí y determiné parar, en el momento adecuado.

¿Siempre te imaginaste entrenador?

Realmente no, pero sabía que era el camino que me tocaba y me ha gustado mucho, porque disfruto enseñando todo lo que aprendí, sobre todo con atletas de alto rendimiento.

¿Es muy distinto el trabajo fuera de Cuba?

Uno se prepara muy bien, pero al llegar a otros lugares donde hay diferencias en relación con nuestras características no siempre puedes aplicarlo todo. Por ejemplo en Perú no había una base respecto al deporte y fue necesario enseñar con mucha teoría para que fueran conociendo, y primero debimos crear una base física.

En Kuwait había poco interés por el deporte, pero muchos muchachos con condiciones físicas, aunque nunca se habían sometido a una preparación y por eso tuve que conversar mucho con ellos para demostrarles cómo era posible convertirse en atletas.

¿Cambiarías algo de lo que viviste?

Lo único que quisiera cambiar, si se pudiera, sería el resultado de Moscú’80.

¿El mejor de los recuerdos?

A pesar de que el deporte es de altas y bajas puedo decir que haber pasado por el atletismo, la posibilidad de ser medallista en todas las competencias habidas y por haber… Hermes Riverí y haber disfrutado el deporte.

¿Qué fue el atletismo para ti?

Todo, una escuela, una vida. Aprendí mucho de él y lo disfruté. Mi formación se la debo toda al atletismo y las personas que me guiaron.

¿Algún deseo?

Quisiera ver al atletismo retornar a los resultados de otros tiempos y creo que hay que ponerse en función de eso ya. No puede dejarse escapar eso que se logró en tantos años por lo que significa para todos.

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