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SÁBADO 4
MAYO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Guillermo de la Torre Duarte
El hombre detrás del 2,45
Consiguió mantener y elevar más la excelencia del mejor saltador de altura de todos los tiempos: Javier Sotomayor.

Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
miércoles, 31 de julio de 2013

Trayectoria...
Entrenador desde 1968. Consiguió sus mejores resultados con el saltador Javier Sotomayor, al que llevó a campeón mundial en Barcelona´92 y al actual récord mundial de 2,45 metros.
En la actualidad...
Retirado de la actividad deportiva trabaja en varias ideas para convertirlas en libros.

La Habana (31 jul).- AUNQUE está demostrado que detrás de cada gran resultado hubo siempre un buen entrenador, a estos les está reservado el papel más anónimo, tanto que muchas veces son olvidados hasta cuando reseñamos hazañas que también les pertenecen.

Sin embargo, suelen asumir todas las responsabilidades en las malas, incluso cuando el desenlace no les pertenece en realidad, y les toca explicar metas no cumplidas, orientaciones desoídas o sueños echados por la borda.

Conocen como nadie a sus pupilos y llegan a entenderles con solo mirarles desde lejos. Hacen hasta lo imposible por llevarles a la cúspide y sufren con ellos dentro y fuera de los escenarios deportivos.

Un sentimiento así trasmite Guillermo de la Torre, un hombre estrechamente ligado a muchos de los éxitos del exsaltador Javier Sotomayor, incluido el récord universal de 2,45 metros que recién cumplió 20 años.

El experimentado técnico hace fácil la conversación. Recuerda al detalle los más de 10 años de trabajo común y exhibe evidente satisfacción cuando muestra los cuadernos en que plasmó el día a día de aquella historia.

Muchos podrían alegar que su tarea fue menos complicada porque encontró a un atleta “hecho”, que ya poseía marcas mundiales, pero nada más lejos de la realidad, pues precisamente fue ese el detalle más complicado.

Debió dar continuidad a la obra de un José Godoy, adorado por el Soto, y no se conformó con mantenerle en la élite. Le llevó a escalones superiores.

Con 71 años cumplidos y desde hace varias temporadas fuera de los entrenamientos, Guillermo trabaja varias ideas que convertirá en libros, y se mantiene al tanto de lo que sucede en el deporte mundial.

JIT le animó a dialogar sobre esos temas, con énfasis en volver a aquellos años junto al indiscutible rey del salto de altura.

¿Qué hacía a Sotomayor distinto?

Poseía las condiciones idóneas para ser recordista del mundo, porque tenía altura, buen somatotipo, inteligencia, gran amor al deporte y deseos de ser el mejor.

¿Recuerdos del 2,45?

El año 1993 fue bueno. Saltó 2,40 en varias ocasiones, y 2,41 bajo techo. Sabíamos que estábamos en condiciones de batir su récord del mundo y había que buscarlo.

Tuvo varias posibilidades, porque pudo hacerlo en Londres, pero se dio la oportunidad de nuevo en Salamanca y aplicamos la táctica que habíamos planificado para cuatro saltos: 2,24-2,32-2,38 y el récord.

Para mí fue extraordinario. Estaba en las gradas con mi cámara y salí corriendo con ella en la mano, pero no pude llegar hasta él porque la gente se me metió delante, y después que lo soltaron fue que pude felicitarlo. Fue muy emotivo, pero yo lo presentí, sabía que venía, estábamos seguros que ese era el año.

Pero costó…

Mucho. Comencé a entrenar a Sotomayor el 22 de enero de 1990. Estaba en Nicaragua cumpliendo misión y sin saberlo él decidió que yo era el único que podía hacerlo tras el fallecimiento de Godoy.

Fue difícil, porque yo tenía una tarea grande, que era continuar un trabajo muy bien realizado, y para poder lucir tenía primero que mantenerlo y luego superarlo, y era difícil.

Nos dimos a la tarea de estudiar mucho, sobre todo sobre la base de los documentos que tenía Godoy, y tuve que adaptarme un poco a sus métodos. Sotomayor estaba muy acostumbrado a su entrenador, que era un hombre muy carismático, y yo no lo soy. Incluso tuve que cambiar aspectos de mi forma.

Lo mejor fue que confió en mí. Al inicio le dije «Te puedo entrenar, pero no tengo planes para ti ahora, tengo que hacerlo y para eso estudiar», y él me contestó «Póngame el entrenamiento que usted quiera que yo lo voy a hacer». Eso fue un voto de confianza, de ponerme a trabajar y hacerlo sin miedos.

Y cuando comienzan él estaba lesionado…

Eso incrementó las complicaciones, ya que su deseo era mantenerse ese año (1990) entre los cinco primeros del mundo, y lo logró porque llegó a saltar 2,36.

Esa parte la vencimos y nos sirvió para conocernos. Le incluí todo mi sistema de trabajo y le fui haciendo cambios, para ir mejorando. El 91 fue un año de Juegos Panamericanos y se logra que vuelva a saltar 2,40.

Recuerdos del Sotomayor atleta…

Fue muy disciplinado, al punto de que a veces me excedía en los entrenamientos, los planificaba muy fuertes y en el camino me daba cuenta y le decía «Me parece que vamos a ajustar y rebajar un poco», y me contestaba «Si ya lo escribiste lo hacemos». Eso lo ayudó mucho.

También era muy inteligente, y eso me permitía que en muchos aspectos yo le dejara realizar su táctica, porque en otros las planificábamos, y muchas veces coincidíamos. En determinados momentos le dejaba solo y hacía lo que yo estaba pensando. Hubo una comunicación muy fuerte, casi como telepatía… En más de una competencia pensé «levántate y muévete», y sin decirlo él lo hacía.

¿Qué fue lo fundamental en esa relación?

Existió un respeto muy grande, aunque hablábamos poco en el entrenamiento porque nos dedicábamos solo a eso. No había bromas y casi ningún tipo de conversación, algo que quizás fue un error, pero yo lo hice porque traté de mantener ese tipo de disciplina. En el inicio temí que la relación se me fuera de las manos, y aunque después cambiamos un poco siempre fue un vínculo profesor-atleta, de mucho respeto, y él nunca me cuestionó una sesión de trabajo.

El título bajo los cinco aros…

Llegó el 92 y el reto de lograr una medalla olímpica para él, para el país y para mí. Ese año fue muy difícil porque tuvo muchos contratiempos y necesité ayudarle a vencerlos. Sus resultados no eran buenos por situaciones personales y salimos hacia Europa sin que llegara a saltar 2,36.

Recuerdo que estábamos en una base de entrenamiento compartida por todo el colectivo en España y analicé que en ese momento no nos convenía formar parte del grupo porque él estaba un poco desconcentrado, y pedí salir para Finlandia, a un pueblito pequeño, muy aburrido y con días largos por la época en que nos encontrábamos.

A petición de ellos (también estaba Marino Drake) entrenábamos en la mañana y en la tarde, y no había más nada que hacer. Estuvimos unos 25 días y desde ahí viajamos a Alemania, donde saltó 2,36. Entonces me dije «Ya puede ganar la Olimpiada».

¿Cómo rememora lo sucedido en Barcelona?

Hay una anécdota muy interesante previa a la final: estando en la entrada del estadio, a una hora de viaje hasta la villa, Sotomayor se da cuenta de que se le quedó la credencial y sin ella no podía competir. Salgo a buscarla en un auto y cuando regreso con ella él estaba solo afuera, porque ya todos los demás habían entrado. Quiere decir que entró tarde a la competencia.

Habíamos planificado empezar en 2,24 y cuando los intenta da foul… Ya eso me puso nervioso, pero le hice algunas indicaciones y él se reanimó y logró esa altura. Después todo transcurrió correctamente y ganó con 2,34… Lloró recordando promesas y planificaciones que hicimos. Fue un gran triunfo.

Pero dejó algunas opiniones encontradas… Barcelona fue la competencia más importante, pero menos premiada por la prensa, porque ganó con 2,34 y los comentarios fueron que tenía el oro pero no había convencido. Sin embargo, el objetivo era solo eso, ganar la medalla de oro, y cuando cumples lo previsto tu cuerpo se relaja y dices «Ya gané», y así es muy difícil intentar un récord.

¿Entonces fue más significativo para usted el oro olímpico que el 2,45?

Fueron dos retos importantes y se dieron por partes. Fue importante el momento de la Olimpiada y lo logré, luego el récord representó mi consolidación como entrenador porque fue como tomar una “papa caliente” y tenía que mantenerla así y superarla. Eso creo que no lo ha logrado ningún entrenador.

Además, en una época dorada para ese evento.

No cabe duda. Para ganar había que lograr más de 2,37, es decir que todo el mundo estaba preparado para eso y más, y la preparación sicológica era con ese objetivo. Luego del retiro de Sotomayor comienzan a premiarse resultados de 2,35 o menos, y bajan las exigencias.

Pasado tanto tiempo, ¿fue un alumno difícil?

Creo que yo fui táctico como entrenador, siempre le consulté lo que íbamos a hacer, y prevalecía mi criterio pero convenciéndolo, no imponiendo, sino mostrándole todo desde el punto de vista científico, y él lo entendía.

Sotomayor aprendió mucho del salto, le explicaba la razón de cada cosa y lo asimilaba.

¿Pudo haber añadido algunos centímetros al récord?

Sí, podía haberlo hecho. Logró el récord en 1993 y entonces lo consideré su mejor año, pero después cambié mi criterio: su mejor año fue 1994.

Saltó 10 veces sobre 2,40 e intentó 10 veces el récord del mundo y no le fue posible. Por eso digo que el récord sale, depende de que todo sea en el momento preciso. No se dio más aunque realizó 33 competencias en esa temporada.

Mi trabajo con él se extendió durante 13 años y en ese período logró 17 de los 23 saltos que sumó por encima de los 2,40.



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