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Publicación del Instituto Nacional de
Deportes, Educación Física
y Recreación INDER
JUEVES 18
ABRIL, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Sarbelio Fuentes Rodríguez
“El agradecido soy yo”
La entrevista no alcanzó para lo mucho que tiene por decir el buen conversador que es Sarbelio, pero volvió a poner en claro la sencillez de quien es considerado entre los mejores estrategas del pugilismo mundial.

Por: Roberto Ramírez
(roberto.ramirez@inder.gob.cu)
martes, 2 de abril de 2013

Trayectoria...
Boxeador amateur y profesional, dijo sí al llamado de la Revolución para contribuir al desarrollo de un deporte al alcance de todos. Fundador de la Escuela cubana de boxeo, dirigió la selección nacional y atesora numerosos éxitos.
En la actualidad...
Regresó hace unos meses de su segunda estancia en una Argentina que volvió a recibirle con cariño, y brinda sus conocimientos en la Academia provincial de La Habana. Dice estar siempre presto a responder a cualquier petición de ayuda.

La Habana (2 abr).- REGRESÓ en diciembre del 2012 tras su segunda etapa de trabajo en una Argentina que otra vez le abrazó con cariño, y fiel a la modestia que le distingue prefirió no reincorporarse al equipo élite de la isla, «porque el trabajo allí está bien encaminado».

Pero negado a quedarse en casa dirigió sus pasos hacia la Academia Provincial de La Habana, donde fue recibido como el laureado estratega que todos quisieran en su equipo, y allí satisface el permanente deseo de enseñar.

Nació el 21 de octubre de 1939 en Santiago de Cuba, pero desde pequeño vivió en un Contramaestre que él considera su terruño y le vio ponerse los guantes cuando su padre le compró un short y un par de tenis para participar en un Maratón Martiano.

Es fundador de la Escuela Cubana de Boxeo, tiene seis hijos que le adoran, comparte su vida con la exvoleibolista campeona del orbe Ana Ibis Díaz y todavía pone cara de niño feliz cuando la afición le saluda con cariño en premio a su sencillez.

La fama nunca se le subió a la cabeza, aunque antes de brillar como entrenador ganó lo que se consideró un Campeonato Mundial (Cinturón de Diamantes) y dejó récord de 19 éxitos (12 por KO) y nueve reveses como profesional, terreno que abandonó sin titubeos cuando la Revolución le convocó a elegir.

La entrevista no alcanzó para lo mucho que tiene por decir el buen conversador que es Sarbelio Fuentes Rodríguez, pero JIT prefirió el riesgo de resumir la charla que él aceptó con gusto.

¿Cómo fue aquel pasaje del Maratón Martiano?

Me tocó el tramo Baire-Contramaestre. Mi padre me compró un par de tenis y un short, y eso me embulló a pasar por el gimnasio.

¿Y entonces?

Había visto algo de boxeo, pero me impactó aquello. Recuerdo que comencé con el profesor Gilberto Vinagera, aunque mi verdadero primer entrenador fue Asterio Palacios, un hombre que aunque analfabeto era muy entregado, y logró que mi papá aceptara que me recogiera en la casa para entrenar y luego me regresara. Siempre me cuidó como a un hijo.

¿El comienzo fue positivo?

Gané y perdí como cualquier muchacho que se inicia, pero me dolió mucho una derrota contra un zurdo llamado Gaudencio Quiala, en Contramaestre, y dije que no peleaba más.

Sin embargo...

Mi padre me envió a estudiar a Santiago de Cuba con la idea de que terminara de alejarme del boxeo, pero allí volví a los gimnasios de Obelio Wilson y Luis Montanches, y comencé a progresar hasta discutir el campeonato provincial en Holguín, que gané en las 147 libras.

¿Qué le aportó ese triunfo?

En realidad me hizo más conocido en aquel entorno. Llegaron otras peleas, exhibiciones, y eso propició que el promotor Yamil Chade, quien era el manager de Kid Gavilán, se las arreglara para convencer al viejo y me trajera a La Habana.

¿Fue duro ese encontronazo con lo desconocido?

Tuve la suerte de que me acogiera en su casa y su familia me recibiera como uno más. No solo se preocupó por mi desarrollo como atleta, también le agradezco lo que hizo por mi formación general, como continuidad de lo aprendido en la casa.

¿Y sobre el ring?

Me cuidó mucho, y me estimuló siempre, incluso cuando perdí una primera pelea y pensé que me regresaría a Santiago de Cuba. Recuerdo que me dijo “Usted no se va a ninguna parte”, y ese día me compró la ropa de competencia.

¿La primera salida de Cuba?

Unos topes en México. Gané dos peleas y perdí una.

Hablemos del Cinturón de Diamantes.

Fue en Washington, en 1957, y viajamos cinco cubanos, incluido Ultiminio Ramos, después de una eliminación en que derroté en cinco asaltos a Diosdado Scull.

Ya en esa competencia fueron cuatro las peleas, dos de ellas en una misma jornada, semifinal y final.

¿Fue el adiós al amateurismo?

Me fui quedando sin rivales y comenzaron las propuestas para que pasara al profesionalismo. Llamé a mi padre, que vino a interesarse por todos los detalles y accedió de acuerdo con Yamil, que se mantuvo fiel a su cariño por mí.

Sin embargo usted ha insistido en que no hizo grandes méritos.

Lo digo porque la carrera se mide por resultados, y no fui campeón mundial ni campeón nacional. Solo que me gustaba el boxeo y era la única posibilidad de seguir en él.

Pero interrumpió su carrera en plenas facultades.

La Revolución nos llamó a decidir y me tocaba ser recíproco con lo que ella significó para los cubanos humildes.

Regresé a Contramaestre y comencé en un Consejo Voluntario Deportivo, haciendo cualquier cosa menos boxeo, pero a veces iba a Palma Soriano y allí me rencontré con él.

Recuerdo a compañeros como Marco López y Pedro Hurtado, y organizábamos topes con peleadores que atendía Alcides Sagarra en La Habana.

¿Hasta llegar al primer torneo Playa Girón, en 1962?

Fui a Santiago de Cuba con los muchachos a un campeonato provincial, y nos felicitaron porque lucieron bien. En principio yo no iba al Girón por mi poca experiencia, pero terminé participando como apoyo.

Me pidieron que me quedara en La Habana y estuve en la preparación del equipo que viajó a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Kingston’62, en lo que llamábamos la Casa de río.

O sea, ¿estamos hablando de la génesis de la Escuela Cubana?

Bueno, ese fue el primer evento internacional enfrentado por el boxeo después de la Revolución, y sí, constituyó un paso importante en lo que vendría después.

¿Qué dejó la asesoría de los técnicos europeos?

Mucho. Sobre todo nos actualizaron sobre los reglamentos del amateurismo y abrieron nuestros horizontes en cuanto a los conceptos de la preparación. Y a Andrei Chervorenko tendremos que agradecerle por siempre habernos dejado a Teófilo Stevenson, en quien confió pese a perder en los panamericanos de Cali’71 y terminó siendo lo más grande que tuvimos.

A propósito de estrellas, ¿quién resultó su mejor pupilo?

Ángel Espinosa fue el más talentoso. Tenía mucha fuerza en su mano izquierda y la trabajaba bien, aunque Andrés Aldama brilló con un oro olímpico para el que no estaba tan bien preparado como los demás, y estuvieron además Pedro Orlando Reyes, Luis Felipe Martínez y Julio González, bueno como atleta y mejor como persona.

¿Cómo asumió el reto de dirigir la selección nacional?

Con mucho compromiso, porque nunca aspiré a eso. Me mandaron a buscar desde Argentina y lo acepté como un deber, sin creerme merecedor de ese privilegio.

¿Cuánto disfrutó los Juegos Olímpicos de Atenas’04?

Imagina. Cinco medallas de oro, dos de plata y una de bronce. Un resultado por el que trabajamos muy duro y me emocionó mucho, además de lo que significó para la delegación en general.

¿Por qué prefirió no volver ahora al equipo principal?

Pienso que tenemos un buen colectivo de entrenadores. Estoy cerca para aportar cuando lo necesiten, pero creo que debemos dejarles trabajar.

¿Se imagina alejado del gimnasio?

El boxeo es una de las cosas más grandes que tengo, aparte de la familia y la patria. Creo que todavía puedo ayudar y eso hago.

¿Qué distingue al de hoy?

Hay mayor experiencia en los entrenadores, y aunque quizás faltan los talentos que hubo en otros momentos, hay nivel para incrementar los resultados. Los dos oros de Londres fueron importantísimos, aunque según mis cálculos nos faltó uno.

¿Satisfecho entonces pese a tantos años de madrugones?

Nosotros empezamos la cosecha, sobre todo porque reconocimos la necesidad de superarnos, algo en lo que Alcides desempeñó un gran papel, dando el ejemplo e inculcándonos ese espíritu.

Pero lo que he hecho es solo cumplir con un deber, y el agradecido soy yo, a la Revolución y al INDER, del que soy parte desde su fundación.



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