De la lucha y para la lucha
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Fue de esos gladiadores que no dan ni piden tregua.
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La Habana (19 mar).- LLEGÓ a la actual escuela Cerro Pelado en septiembre de 1964 con una maleta de madera que apenas contenía algo más que un pantalón, una camisa y un par de tenis.
Se dijo «Esto es lo mío, mi trinchera para defender la Revolución y hacer deporte en grande», y estuvo 17 años a las órdenes de Gustavo Rollé e Isidro Cañedo, sus principales entrenadores.
Con esa evocación comenzó el diálogo con un hombre de la lucha y para la lucha, de sonrisa amplia, sentido del humor, patriota convencido, de verbo amplio e historial que muchos quisieran atesorar.
Nacido el 29 de marzo de 1949 José Ramos Cardozo, actual comisionado provincial del deporte en Camagüey, fue de esos gladiadores que no dan ni piden tregua.
Conversar con él es volver sobre momentos inolvidables de uno de los mejores libristas cubanos de todos los tiempos.
Tus inicios.
En el municipio de Florida, a los 13 años de edad. Primero practiqué fútbol y después gimnástica, hasta que llegué a la lucha libre guiado por mi hermano Francisco, a su regreso de los Juegos Centroamericanos de 1963 en Sao Paulo, Brasil.
¿Cómo fueron aquellos primeros pasos?
En una pequeña instalación, un gimnasio de pesas convertido en área para la práctica de la lucha con un colchón improvisado a raíz del auge tremendo que se destapó en Florida. Empecé de la mano del entrenador Jorge Luis Castro pero los toques finales, de desarrollo, con un carácter más positivo, más técnico, más táctico, me los dio mi hermano Francisco.
¿Qué ocurre después?
Estuve poco tiempo en la base, pues en 1964 gané una segunda categoría nacional en los 52 kilos y fui captado para el equipo Cuba por Gustavo Rollé y el ruso Yury Samiatin.
¿Duro el tránsito?
Difícil. A partir de ese momento, ya en el Cerro Pelado, el trabajo fue riguroso, no tan sistemático y con la metodología de la actualidad, pero era el que más entrenaba. Sin embargo no pude aguantar el peso y rápidamente ascendí a los 57 kilogramos, donde me convertí en la principal figura al ganar en 1965 un campeonato nacional que me validó para ir a los Juegos Juveniles de la Amistad en Bulgaria.
¿El balance?
Gané alrededor de tres combates y terminé en el cuarto puesto. Vi lo que realmente era la lucha y el alto nivel existente en la mayoría de los europeos.
¿Otro cambio de división?
Sí, con mi desarrollo físico tuve que dejar los 57 kilos y pasar a los 63, donde me encontré con mi hermano Francisco. Nos enfrentamos en tres oportunidades. Entonces existían las tablas y siempre terminamos empatados, una vez en Cuba y dos en una gira por Europa.
¿Cómo llegas a los 68 kg, que fue el peso en que te consagraste?
Influyó la presencia de mi hermano en los 63. Sucedió en los Juegos Centroamericanos de Panamá 1970, donde él fue campeón en ese peso y yo en 68. En los Juegos Panamericanos de 1971 ambos quedamos con plata.
Pero hubo otros resultados importantes.
A lo anterior sumé oros en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Santo Domingo’74 y Medellín’78, platas en los panamericanos de México’75 y San Juan’79 y bronce en la Copa del Mundo de Toledo’78.
Pocos saben que asististe a cuatro juegos olímpicos. ¿Recuerdos?
Muchos, porque para cualquier atleta participar en unos juegos olímpicos es lo máximo. Lamentablemente no alcancé medallas pero puedes estar seguro que di lo mejor de mí en una división que era de las más fuertes a nivel mundial. En Montreal’76 fue mi mejor resultado, con un quinto puesto, pues en México’68 fui el 16, octavo en Munich’72 y séptimo en Moscú’80. A este cubano lo respetaban.
¿Principales atributos?
Era muy técnico, sobre todo en la defensa y el contrataque, además de mi preparación física.
¿Qué te limitaba entonces?
Un error que arrastré siempre y nunca pude superar: a la ofensiva entraba mucho por el lado derecho, de ahí que todas mis lesiones, heridas, algunas con huellas todavía visibles, son en ese lado.
¿Técnicas favoritas?
El tackle y las turcas. Trabajaba también la sumersión y los enganches de piernas.
¿Adversarios difíciles a nivel nacional?
Todos. Nunca desestimé a ningún rival, pero los más duros fueron Miguel Tachín, Alberto Arboláez, Wilfredo Infante, Eduardo Quintero y Daniel Pozo.
¿Cómo influyeron el ruso Yury Samiatin y Gustavo Rollé en tu carrera deportiva?
Samiatin nos educó en la técnica, nos enseñó qué era la lucha, aunque se fue sin completar ese trabajo. De Rollé te podría estar hablando todo un día y más. Un padre, un maestro, un amigo, un hermano. Para mí lo máximo. Logró en mí y en todo el equipo de entonces aunar la integralidad de tres factores claves: lo técnico, lo táctico y los valores.
Fue un educador. Actualmente, después de mi familia, es la persona más importante en mi vida porque me hizo mejor ciudadano, mejor ser humano. Todo un caballero, no por gusto es el padre de la lucha cubana.
¿Combate más duro?
Uno que celebré en la década de los años 70 en el que quizás era el torneo internacional más fuerte del mundo en ese momento, el Dan Kolev, actual Nikita Petrov. En la final rivalicé con el búlgaro Doncho Shekov, de los buenos buenos en mi división, medallista olímpico, mundial, europeo, en fin un monstruo. Fue una pelea en extremo difícil, de mucho desgaste físico que terminó a mi favor 12 puntos por 11. Fíjate si fue extenuante, intensa, de muchas proyecciones, que cuando acabó los dos dimos tres o cuatro pasos y caímos del cansancio.
¿Otro rival de consideración en la arena internacional?
Los estadounidenses Dan Gable y Weldon Keaser y el ruso Pavel Pinegin.
¿Qué haces después de tu retiro?
Estuve alrededor de cinco años como entrenador en la ESPA en Camagüey, y en 1985 fui promovido a comisionado provincial. En ese tránsito estábamos en el noveno-décimo lugares a nivel nacional. Poco a poco fuimos mejorando, encausando el trabajo y ya somos potencia. Durante más de 12 años fuimos primeros y ahora nos mantenemos entre los tres primeros. He colaborado internacionalmente con Venezuela en dos ocasiones, con muy buenos resultados deportivos, incluso con clasificaciones olímpicas y medallas a nivel centroamericano, sudamericano y panamericano.
¿Diferencias entre la lucha de antes y la actual?
Hoy los atletas tienen todas las posibilidades de triunfo pues salen de una EIDE, una ESPA. Hay mayor nivel en los colectivos técnicos, el caudal de conocimientos es elevado, hay entrenadores que son másteres, doctores, licenciados. Pero el trabajo se guía mucho a la parte de resultados. En mi opinión debemos trabajar más los valores, la disciplina, lo integral del hombre. En mi época nunca se suspendió un atleta por no hacer el peso aunque teníamos menos condiciones materiales. Y ningún luchador fue suspendido por indisciplinas graves.
¿Futuro de la disciplina en la isla?
Tiene salud. Hay buenos colectivos técnicos. Integralmente se pueden lograr grandes cosas pero debemos pensar por el país y a veces se hace de forma individual, aislada y no puede ser así. También hay que revisar si cada cuadro está donde debe.
¿La familia?
El apoyo incondicional, lo más importante. La mejor retaguardia.
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