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Estocada a la desidia
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La primera mujer en integrar el Buró Ejecutivo de la Federación Internacional de Esgrima (FIE) fue recientemente electa al Salón de la Fama de esa entidad.
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La Habana (13 feb).- IMPACTADA por su elección para ser exaltada al Salón de la Fama de la Federación Internacional de Esgrima (FIE por sus siglas en inglés), la villaclareña Rafaela González Ferrer solo atinaba a reiterar que otros merecieron —más que ella— tal honor.
Jubilada de los cruces de aceros, jamás pensó que el florete, la espada o el sable serían su razón de existir y más, la colmarían de satisfacciones.
En su apartamento de la capitalina barriada de Santo Suárez, JIT abordó a Fela, como le llaman sus amigos, interesado por el quehacer de la exejecutiva que por espacio de poco más de dos décadas llevó las riendas de la Federación local de la disciplina.
Alejada de su mundo profesional desde hace casi un lustro, con 17 años comenzó en un círculo de interés de esgrima con el profesor Heriberto Hernández, entre otros, en la hoy Universidad de las Ciencias de la Cultura Física y el Deporte Comandante Manuel Fajardo.
¿Fue la esgrima tu primera elección?
Nunca tuve predilección por un deporte en especial. Siempre lo que me gustó fue la educación física, por eso vine a estudiar en el Fajardo. En el preuniversitario de Sagua la Grande sí hice gimnasia, baloncesto, pero no tenía inclinación por ninguno.
¿Esos fueron los inicios?
Sí, fue el primer acercamiento. Después hice la especialidad, en aquel entonces más bien general. En esa época había tres armas masculinas y una femenina, que era el florete por lo que eran pocas las mujeres vinculadas al deporte.
¿Alguna que recuerdes en especial?
Han pasado más de 35 años, pero siempre tengo en mente a Virgen María Felizola, quien con solo 17 años tenía unas condiciones excepcionales. Murió en la voladura del avión de Barbados.
¿Dónde te sorprende lo que todos conocemos como el Crimen de Barbados?
Yo estaba de licencia de maternidad. Ya trabajaba en el CVD de La Habana Vieja, frente a mi casa. Una vecina llegó y me dijo que pusiera el radio que estaba dando una noticia de unos esgrimistas. Cuando la oí me quise morir. Llamé a la provincia y me dijeron, ven para acá que te necesitamos aquí. Yo no tenía círculo infantil para mi hija. Mi vecina me la cuidó. Todavía lloramos a nuestros hermanos y exigimos justicia.
¿Qué le siguió a ello?
En Barbados perdimos a lo mejor que teníamos en la esgrima en ese momento, no eran solo juveniles. En ese equipo también había mayores y en la delegación estaba el Presidente de la Federación Demetrio Alfonso. Hubo un reordenamiento. Entonces el que era comisionado de la capital pasó a entrenador de la selección nacional (Norge González) y yo asumí como comisionada en La Habana.
¿Cómo te desempeñaste en aquel momento?
No es lo mismo trabajar de metodóloga que dirigir una provincia, ¡y qué provincia!, La Habana. Pero me ayudaron mucho los mismos compañeros. Claro, yo tenía algo a mi favor y era que venía de abajo, había trabajado también en la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE), además conocía a casi todo el mundo.
¿Cuándo llega el nombramiento de comisionada nacional?
También estaba de licencia porque mi hija mayor tenía “La China” (varicela). Raúl Villanueva, vicepresidente primero del INDER por esos días, vino a mi casa y me preguntó mi disposición. No le respondí, porque tenía miedo. Le pedí unos días para pensarlo y me decidí. Recapacitaba en lo que implica dirigir nacionalmente y doy gracias a que tuve un buen equipo de trabajo.
Viviste la época de oro de la esgrima cubana.
Cuando asumí nosotros no sacábamos la cabeza del área panamericana y teníamos para más. Con la experiencia del trabajo en la capital comenzamos a hacer captaciones e incrementamos los intercambios, especialmente con los países del campo socialista y confirmamos que había potencial. En una Universiada, en Rumania’82, competimos de tú a tú con los europeos y resultó momento de confirmación de que sí podíamos. Allí cogimos el tercer lugar por equipos en florete liderados por Tulio Díaz.
Antes había ido a mi primer mundial. Ese fue en Roma, Italia, donde vivimos momentos difíciles, pues por la invasión de Inglaterra a Las Malvinas (territorio argentino de ultramar ocupado por los ingleses) en España perdimos el continuo porque volábamos en una aerolínea argentina, se nos quedó todo el equipaje que nunca recuperamos y llegamos tarde. Mal vestimos al equipo gracias a la solidaridad de kuwaitíes, venezolanos y otros. Imagínate lo que es vestir y armar a cinco tiradores. Y, sin dudas esas adversidades nos hicieron crecer e hicimos un buen papel. Eso fue embrión de lo que vendría después.
Las olimpiadas de Barcelona representaron consagración.
Sin dudas. Allí ganamos bronce individual con Elvis Gregory, que comandó al equipo ganador de plata. Entre sus integrantes estaba Guillermo Betancourt, Tulio, Oscar García y Hermenegildo García, que fue como suplente. En la primera fase le ganamos a Inglaterra, en la segunda a Corea del Sur, después a Polonia y caímos con Alemania.
Festejamos como si hubiéramos ganado el título, pues desde que Ramón Fonst se coronó en las olimpiadas de 1900 en París, ningún cubano había estado en el podio.
Sin embargo, me quedé con las ganas de ganar una medalla de oro olímpica. Ese fue mi gran sueño.
¿Cuál es tu visión de la esgrima cubana?
Necesitada de más topes, de más competencias, lo mismo aquí que en el exterior. Es cierto que la falta de armas afecta, y es conocido que la esgrima no es un deporte económico, por el contrario, pero el atleta cubano tiene una explosividad y unas condiciones idóneas para luchar de tú a tú con los mejores, en su mayoría europeos.
¿Cómo llevas lo de ser exaltada al Salón de la Fama?
Si te soy sincera te diría que aún me siento sorprendida. Son muchos los que me acompañaron por más de 20 años y que tienen mérito para estar ahí.
Cuando el presidente del Comité Olímpico Internacional Jacques Rogge me dio el trofeo Mujer y Deporte en el 2002 dije que era para mi país y todos los que lo hicieron posible.
En esta ocasión recuerdo con mucho cariño a los que murieron en Barbados, a los que no flaquearon nunca. Para decírtelo en términos esgrimísticos, es de los que lucharon como mosqueteros por llevar adelante y honrar a sus hermanos de Barbados, a los que dieron una estocada a la negligencia y a la inercia.
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